Escribo esta nota mientras en el Palacio Legislativo, convocados por el presidente del Frente Amplio, Fernando Pereira, se reúnen los líderes de los principales partidos políticos del Uruguay. No hay una crisis sanitaria, ni bancaria, ni ninguna situación grave y extrema, ni encontramos petróleo o litio, es simplemente para conversar, para dialogar sobre cómo mejorar entre todos el debate político, las relaciones entre los partidos.
Tenemos una ventaja importante, todos los principales partidos han gobernado, han rotado y en ningún momento fue una situación traumática y además hay una historia de aprendizaje colectivo de convivencia a partir de la salida de la dictadura.
Ello no quiere decir en absoluto que no haya diferencias importantes, realmente importantes, que no se pueden cocinar en los pasillos del poder, deben compartirse con la ciudadanía. Es otra de las claves de la democracia y de la república.
No puedo adelantarme a los resultados de esta reunión, pero puedo decir que de todas maneras es una buena idea y una buena actitud de todos al aceptar la convocatoria.
Sin duda desde ambos bandos habrá discrepancias, regañadientes y otras reacciones, pero para convencerse basta mirar un solo día los informativos y leer la prensa de Argentina, Brasil, Paraguay, Perú, Venezuela, pero sin tanta estridencia en este momento, Ecuador. Chile es otra situación, pero no sería una reunión posible. Y en la mayoría de los países europeos, ni en los EE.UU.
El clima político, el nivel de los ataques y las diferencias, la ferocidad institucional que alcanza en algunos de esos países, no dejan lugar a nada más que esa forma de hacer política y desprestigiarla ante sus habitantes.
La política, antes que políticos, necesita que los ciudadanos la respeten, la consideren parte de su vida, de sus soluciones y de sus problemas. Y no solo el día de las urnas.
¿Esta reunión implica que la izquierda, el centro y la derecha en todos sus matices, atenuarán su visión política e ideológica? Sería un proyecto fallido, los uruguayos, en su inmensa mayoría, cuando se les pregunta sobre su “autodefinición ideológica”, se definen claramente: es una de las preguntas con mayor porcentaje de respuestas.
La definición de izquierda y derecha o viceversa, no es igual en todos lados, incluso algunos de los choques más feroces en algunos de los países mencionados no tienen ese origen, son mucho más complicados y arraigados en las modalidades de hacer política, donde la judicialización lo más feroz posible de la política es la norma y no la excepción. En principio, allí estar en la política es estar bajo sospecha.
En Uruguay comenzamos a caminar lentamente, pasito a pasito en esa dirección, que es extremadamente peligrosa, porque como contraparte produce la politización de la justicia y el empobrecimiento extremo de la política.
Las diferencias entre la derecha y la izquierda, incluso en el Uruguay civilizado y democrático, seguirán existiendo y circulando en los debates. Afortunadamente.
¿Qué se podría hacer además de mejorar las discusiones en los diferentes ámbitos?
Se podrían individualizar los problemas, los temas sobre los que necesitamos ponernos de acuerdo y trabajar y avanzar juntos. El desborde de la delincuencia, las modalidades de asesinato que ya superan toda la tradición uruguaya, tanto en cantidad como en ferocidad, necesitan un fuerte mensaje de toda la institucionalidad y de todo el mundo político. Nadie pudo resolverlo y se debe y se puede resolver, no podemos resignarnos.
Otros temas son más complejos, pero hay áreas que podemos avanzar: la educación, la salud, la política exterior y eventualmente cuando se conozca la visión acordada por la coalición sobre la reforma previsional, sobre este delicado tema. Que es muy delicado, porque tiene un alto contenido programático, de modelo económico, de prioridades sociales. Pero que invariablemente habrá que afrontarlo.
También podemos precisar los temas donde es claro que no nos pondremos de acuerdo.
La reunión de ayer de los líderes políticos, que tendrá fuerte impacto en los medios, tiene diferencias importantes que hay que asumir: el gobierno y sus partidos son los más interesados en bajar los decibeles del debate, y es totalmente lógico. Excepto algunos energúmenos, cuyo capital político es solo el griterío; por otro lado la oposición debe medir muy bien el nivel de las críticas, de sus propuestas, del perfil tanto de la fuerza política como de sus líderes.
Hay que asumir que antes, durante y después de la reunión en el Palacio Legislativo, cada uno de los participantes, y otros jugadores de primer nivel del gobierno y de la oposición que no asistirán, tendrán un ojo en la situación del país y sus necesidades y el otro en la batalla política a dos años de las elecciones. Y aunque nadie lo diga explícitamente, es obvio y natural que así suceda.
Juntos, pero no entreverados.
Uno de los factores clave de esta breve y concisa afirmación es que la democracia, el país, la sociedad necesitan debate de ideas y no de insultos. De ideas, porque son la clave de la densidad cultural-política de una democracia. Los gestos importan mucho, y viendo gestos cercanos nos aumenta el orgullo de ser orientales, siempre y cuando un mejor clima, sea un mejor ámbito para construir un pensamiento más rico, más profundo, más democrático, con todas las diferencias que lo alimentan y sin las cuales sería una parodia.
Si el saldo de la reunión es una mayor atención y prestigio en los ciudadanos por la política, será un resultado altamente positivo.
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