Por Gerado Sotelo | @Cybertario
El precandidato a la presidencia por el Frente Amplio, Mario Bergara, propuso recientemente prohibir la tenencia de armas para reducir la violencia delictiva. La iniciativa fue seguida por varios sectores del oficialismo, que promueven una campaña por el "desarme civil" con idénticos fines.
Suponer que sacando las armas se pacifica el país es como suponer que prohibiendo las drogas se evita las adicciones. El razonamiento parece intuitivo pero, en su linealidad, resulta falaz.
El primer error consiste en no comprender la verdadera utilidad que se les da a las armas. Al contrario de lo que la intuición indica, no se usan principalmente para matar ni para atacar. De hecho, la mayor parte de las armas que hay en el mundo jamás se usan. Están en poder de los ejércitos y, salvo excepciones, tienen como cometido la disuasión. Lo mismo ocurre con las armas que están en mano de los particulares, salvo cuando están en mano de delincuentes. Eso explica el fenómeno, aparentemente paradójico, de que tenemos una humanidad cada vez más armada y menos violenta.
Las campañas prohibicionistas no funcionan simplemente porque la violencia, como el potencial adictivo, está en las personas, no en las cosas. Por eso la invocación de Escocia y Australia es también falaz (en Lógica se la conoce como "falacia de afirmación del consecuente") puesto que omite la ponderación de otras medidas y cambios experimentados por las sociedades que obtuvieron esos resultados.
Cada vez hay más personas armadas porque cada vez hay más personas dispuestas a ejercer violencia contra el prójimo, sin que las autoridades den una respuesta contundente. Esto hace que aumente la cantidad de gente temerosa que decide, en el acierto o en el error, armarse.
Quizás, los promotores de las campañas contra las armas no tuvieron en cuenta que buena parte de los ciudadanos que decidieron armarse son votantes del Frente Amplio. ¿Qué creen que sentirán ante iniciativas que pretenden hacerles dejar (incluso prohibir) la tenencia de armas sin ofrecerles una alternativa real al clima de inseguridad en el que viven?
La campaña por la prohibición o el desarme civil termina enmascarando la realidad. Especialmente cuanto tiene de responsabilidad el actual elenco de gobierno, que después de quince años de crecimiento y gasto público, no ha logrado un nivel de desarrollo ni unas las políticas públicas que permitan combatir eficazmente la marginación, la desintegración familiar, la violencia como medio para resolver los conflictos, el avasallamiento de los derechos del prójimo y la inseguridad.
Las políticas autoritarias (como prohibir que la gente haga cosas que no constituyen violaciones de los derechos de otros) suelen justificarse en el deseo de conseguir ahora lo que sólo el tiempo y las acciones adecuadas podrán, eventualmente, generar.
Esa ansiedad por alcanzar el bien oculta la verdadera intención de los proponentes: el rédito político de corto plazo, la invisibilización del fracaso de sus políticas y, de paso, establecer un mayor control social. Son, por tanto, recursos tan inútiles como reaccionarios.
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