Este primero de mayo fue diferente, todos lo sabemos, no se celebró como siempre con un gran acto masivo, pero por eso mismo nos obliga, nos impone una reflexión muy profunda, en cierta manera introspectiva. ¿Sigue teniendo valor, el mismo valor el día de los trabajadores?
Hay un aspecto histórico, que tiene que ver no solo con la trayectoria, las luchas, las pasiones el heroísmo de las organizaciones de los trabajadores y que se resume y se expresa en el primero de mayo. Eso no ha cambiado y no tiene solo que ver con los trabajadores y trabajadoras, sino con la historia de dos siglos de la civilización, de la modernidad, del progreso. El trabajo sigue siendo aún en medio de grandes cambios la más poderosa fuerza del desarrollo y el progreso de la humanidad.
Pero el trabajo y por lo tanto todo su mundo no se ha detenido, no puede detenerse, tiene directa relación con lo que nos sucede actualmente, con la pandemia y sus terribles consecuencias sociales y laborales, con los cambios tecnológicos, con la redistribución regresiva de la riqueza a nivel mundial.
Esos cambios se van a expresar en nuevas tensiones, en peligros muy graves para los trabajadores y sus familias, pero también tienen que ver con la vida en sociedad y por lo tanto se relacionan con todo el mundo del trabajo, incluso con los empresarios, las cooperativas, las diversas formas de la producción.
Podemos afrontar esos cambios apelando a la ley de Darwin, que sobrevivan los más fuertes y crear zanjas sociales enormes, que envilezcan y hagan mucho peor la vida en las sociedades o podemos tratar de construir proyectos nacionales, pero también internacionales para progresar, para mejorar las condiciones de vida de la gente. No se trata de números o casilleros en una planilla de Excel, insisto, es la vida de los canarios y canarias, de los uruguayos. Es la gente y su vida. Su hoy y los sueños por cumplir.
Si hoy reducimos la batalla histórica por las conquistas de los trabajadores, a la defensa del salario y de las jubilaciones, de gran importancia por la caída que han sufrido en nuestro país; si apoyamos, y lo estamos haciendo, la creación de 15 mil jornales solidarios, estaremos afrontando sólo la superficie, importante pero parcial.
Necesitamos construir un amplísimo espectro de fuerzas políticas, sociales, sindicales, empresariales, cooperativas, científicas, académicas y culturales con la valentía y la audacia de proponernos soluciones de fondo, que no pueden ser la simple competitividad y las leyes despiadadas del mercado. Tampoco podemos repetir y reiterar las mismas propuestas del pasado. Si el mundo cambió, si el mundo del trabajo cambió y está cambiando, nosotros tenemos que ser capaces de cambiar.
El liberalismo en sus diversas formas es cada día más incapaz de resolver estos y otros problemas, lo demuestran por ejemplo proyectos en diversos países del mundo desarrollado que hubieran sido imposibles en otros tiempos. Pero no por eso las fuerzas de izquierda y progresistas podemos quedarnos paralizadas.
La vida nos está demostrando que la ciencia y la tecnología no son neutras, pueden y deben ser una herramienta fundamental del avance, del progreso, si tenemos un proyecto con los pies hundidos en los graves problemas de la salud, del hambre y del empleo, pero con la mirada en el futuro. La peor derrota que sufriríamos a manos de la pandemia es renunciar a mirar en el horizonte, un país, una región prospera y justa.
Por ello, primero de mayo siempre y renovado, y con las fundamentales batallas por la libertad y por la igualdad, cimientos básicos de la democracia y de la república, grandes conquistas históricas también de los trabajadores.