Opinión | Sean los ciudadanos tan ilustrados como coherentes

La mención honorífica de “Ciudadano Ilustre de Montevideo”, según el Digesto Departamental, está “reservada para premiar méritos de extraordinaria singularidad” a personas que “por sus méritos sean acreedoras de reconocimiento público, especialmente por sus servicios en beneficio de la comunidad en los campos de la ciencia, de las letras, de la investigación científica, de la docencia, de la creación artística, del deporte, así como en el terreno social y humanitario.”

La iniciativa para la entrega de la distinción puede partir de la propia Intendencia de Montevideo (IM), de la Junta Departamental, de los municipios, de asociaciones civiles o directamente de vecinos que recogen firmas y lo ponen a consideración del gobierno departamental.

Desde la IM se evalúa que las distinciones propuestas contemplen “la paridad de género” y que su actividad se dé en el “marco de respeto a los Derechos Humanos.”

Han recibido esta mención distintos notables de las artes, el deporte, la ciencia y la política, desde Mario Benedetti hasta Carlos Goberna, y desde los jugadores de la selección uruguaya que participó en el mundial de Sudáfrica hasta el nicaragüense Daniel Ortega.

Sin desmedro de lo notable que puedan ser las personas que han recibido este galardón desde 2002 a la fecha, y cuya lista pueden encontrar en distintas publicaciones realizadas en medios de prensa, tengo la sensación de que no se han entendido bien los conceptos que expresa el Digesto Municipal, y entiendo que esto se da porque la redacción es ambigua.

Veamos algunos conceptos.

Méritos de extraordinaria singularidad, destacada trayectoria, extranjeros con fuertes vínculos con nuestro país, servicios en beneficio de la comunidad… Es todo muy abstracto. No sé exactamente qué quiso decir el legislador.

El prestigio social o la popularidad de una persona no parecen ser méritos suficientes para recibir tal reconocimiento oficial. Es más, creo que se confunde el ser “acreedor de reconocimiento público” con ser “portador de reconocimiento público”.

Al mirar la lista de quienes han recibido el galardón, en su gran mayoría, veo a personas notables y queridas, excelentes en su área de trabajo, pero que desde mi punto de vista podríamos discutir si su aporte en beneficio de la comunidad es extraordinario o no. Y aquí, dada la ambigüedad del texto, entramos en el terreno de lo opinable y, por ende, de lo subjetivo. Esta subjetividad, a la vez, puede estar condicionada por afinidades ideológicas, afectos personales, cercanía, etc.

El problema que veo con la lista de los galardonados es que probablemente se comete una injusticia con otra cantidad mayor de personas que seguramente tienen méritos similares y nunca recibieron un premio.

Si bien es lógico que no se puede premiar a todo el mundo, lo lógico sería que todas las personas tuvieran la oportunidad de ser premiadas, y para eso habría que cambiar el sistema de premiación.

Yo cambiaría el sistema de nominaciones y el sistema de elección.

Lo sometería a votación popular a través de internet y realizaría todos los años una ceremonia de entrega de premios, tanto el de Ciudadano Ilustre, como otros existentes y otros por crear, como por ejemplo el reconocimiento a las actuaciones destacadas del año. Esta ceremonia la realizaría en el Teatro Solís y la transmitiría por TV Ciudad.

Entiendo que esto es algo que la Junta Departamental de Montevideo debería abordar: abrir la discusión, modificar la normativa y efectuar los cambios que resulten del proceso.

El pensamiento ilustrado cuestionaba todos los aspectos de la realidad, los dogmas y las verdades absolutas. Creía en que la razón aplicada nos conduciría a la felicidad y al progreso. Estaría bueno que la designación de ciudadanos ilustres se impregne también de estos conceptos y podamos hacer elecciones más razonables y, sobre todo, con respaldo popular.