El video de una de las entradas a la mezquita de Al Aqsa es corto, pero contundente. Dura 29 segundos. Lo importante aparece a los 3 segundos. Se oye una especie de detonación-que podría ser de un petardo, no lo sabemos- y de inmediato algo sale por la ventana, aterriza en una de las alfombras y le prende fuego. Al parecer, una botella incendiaria. De inmediato comienzan a circular por las redes sociales palestinas informes sobre "incendio en Al Aqsa", de modo que da a entender por supuesto que Israel tiene la culpa, aunque no se lo diga explícitamente.

Afortunadamente, no llegó a ser un "incendio". Pero lo que prendió fuego a la alfombra a la entrada de la mezquita, apagado de inmediato por un hombre que parece ser personal de mantenimiento y que le dice en árabe a alguien que no se ve "abre el agua", fue algo lanzado desde adentro del santuario. O sea, extremistas palestinos están usando su propio sitio sagrado para provocar problemas, incitar a la violencia y crear incidentes que coloquen a Israel en el banquillo de acusados, inclusive a expensas de la santidad de su propia mezquita.

Yo soy judía, no musulmana. No soy una persona religiosa, pero sí muy respetuosa no sólo de la tradición y Fe de mi propio pueblo sino también de la de los demás, cuando es un sentimiento de amor por el Creador y por lo que une a una comunidad espiritual que comparte valores. Recuerdo cuánto me emocioné cuando años atrás, cubriendo una ceremonia de Domingo de Ramos en el Santo Sepulcro, para un programa de radio de España, palpé claramente la Fe con que los creyentes cristianos que participaban de esa singular ceremonia, vivían esos momentos. Por eso, más allá de la parte política que involucra a Israel-que es clave en este momento y que tocaré enseguida-realmente me subleva ver que extremistas palestinos, radicales que odian más a Israel que lo que aman a su propio santuario, están dispuestos a profanarlo con tal de complicar las cosas para Israel.

La absoluta falta de respeto con que extremistas palestinos se han comportado en las últimas semanas-y no es la primera vez que lo hacen- dentro de la propia mezquita de Al Aqsa, confirma que la mezquita realmente está en peligro. Pero no por Israel sino por sus propios radicales que la usan como depósito de piedras y rocas, a las que rompen y parten dentro de la propia mezquita para multiplicar su cantidad, golpeándolas sobre las alfombras destinadas al rezo, que acumulan allí tablas de todo tipo, fuegos de artificio y petardos. Pero el tema no es solamente que los acumulan dentro del santuario sino que los lanzan desde allí. Ni que hablar de jugar al fútbol dentro de la mezquita y de andar calzados sobre sus alfombras, aunque está prohibido no entrar descalzo. Pero eso, digamos, es una señal más de su actitud, no algo que tenga que ver directamente con Israel.

A nuestro criterio, también estar dentro de la mezquita cubiertos con banderas de la organización terrorista Hamas, es una profanación de un lugar de fe, y más que nada, una ofensa al Dios en el que se cree, atribuyéndole deseo de asesinar en su nombre. Lo mismo, la voz del muazzin que desde los parlantes de la mezquita grita pidiendo atentados . Y los enardecidos extremistas que vociferan "somos todos Muhamad Def", el nombre del jefe del brazo armado de Hamas Izz al-Din al-Qassam.

Pero todo vale cuando la Fe sirve sólo para alegar que fue violada por los judíos. Los extremistas islámicos en general y los palestinos en particular, son rápidos para ofenderse y afirmar que tal o cual actitud israelí los humilla. Pero están dispuestos con absoluto descaro a pisotear los derechos de los demás, comenzando por no reconocerlos. Precisamente la zona de las mezquitas es el ejemplo más notorio.

En el monte sagrado, que los musulmanes llaman Haram a-Sharif y los judíos llamamos Har Habait, o sea el Monte del Templo, siglos antes de la construcción allí de la mezquita de Al Aqsa y el Domo de la Roca, estuvieron el Primer y Segundo Templo sagrado para los judíos, destruidos por los babilonios y el imperio Romano respectivamente. Las fechas dicen mucho: el primer templo fue destruido en el año 586 AC y el segundo en el 70 DC. Y el Domo de la Roca, de cúpula dorada, fue erigido allí recién a fines del siglo VII, con la conquista árabe de la tierra de Israel. Y es precisamente por el hecho que antes estaban allí los templos judíos, que los musulmanes sabían que era una zona sagrada y eligieron construir allí sus mezquitas.

Pero no lo mencionamos para decir "nosotros estuvimos primero", aunque es más que cierto, sino para destacar lo alevoso que resulta que lo que los propios Califas sabían y reconocían siglos atrás, el liderazgo palestino de hoy niega y no reconoce: el vínculo histórico, milenario, del pueblo judío con el monte sagrado.

Por eso y por consideraciones nacionalistas radicales,cuando los judíos suben a recorrer el monte sagrado, aunque no entran ni intentan entrar a las mezquitas, recibimos en nuestro celular comunicados de fuentes palestinas diciendo, textualmente que tantos y tantos "colonos"-término usado siempre para quitar legitimidad y presentar a los judíos como extremistas usurpadores-"irrumpieron" a Al Aqsa. Ni colonos, ni irrupción, ni Al Aqsa. Pero para ellos, todo es "Al Aqsa" y el vínculo judío con el lugar, no existió.

El diputado árabe israelí Ahmad Tibi de La Lista Conjunta, que desde el Parlamento democrático de Israel lanza diatribas contra el Estado como uno de sus peores enemigos, afirma que tiene la fórmula mágica para que no haya violencia: que la Policía israelí no esté presente para nada en Al Aqsa ni en la puerta de Nablus, que ha sido escenario de duros enfrentamientos. Pues evidentemente, no se puede. El manejo religioso de las mezquitas, está en manos de los musulmanes. La responsabilidad de seguridad en el lugar, es de Israel. Y la Policía ni se mueve si no hay ataques. Días atrás ha vuelto a quedar en claro por qué es necesario montar guardia, cuando palestinos atacaron a judíos cubiertos con el manto de oración, que iban por la Ciudad Vieja en camino a sus rezos en el Muro de los Lamentos, así como también apedrearon ómnibus de pasajeros que estaban en camino al santuario. Hubo varios heridos.

Resulta especialmente lamentable que toda esta escalada ocurra justamente en el mes sagrado del Ramadan, el mes en el que los creyentes musulmanes celebran la revelación de su libro sagrado, el Corán. Los fieles piadosos dedican el mes a buenas acciones, a plegarias, visitas familiares, a ayunar de sol a sol , absteniéndose de relaciones sexuales y de fumar durante el día, como señal de recogimiento y respeto en días sagrados. Muy parecido a lo que hacen los judíos en el Día del Perdón.

Lástima que hay quienes en lugar de ver en el Ramadan un mes para destacar la Fe pura y profunda, lo toman como oportunidad para exacerbar el fanatismo religioso y tratar de provocar conflicto. No es la primera vez que Israel tiene que lidiar con esta situación. Es terrible para Israel, y no tenemos duda, aunque no se animen a decirlo muy abiertamente, que es terrible también para los musulmanes que realmente aman a Alá.