Por Nacho Vallejo@NachoVallejoVal

Me encanta el desparpajo de esta frase con la que hace unas décadas, nos sacábamos la camisa del pantalón y nos autorizábamos a un amor apasionado con una mujer de moral cuestionable*. Era un viva la vida formidable, viva el sexo desenfrenado y no me importa ni el qué dirán, ni me importa nada en la vida más que desfogar mis deseos contigo.

Pero la vida hoy se ha peleado con la idea de prescindir de cualquier pasado con presunción de culpabilidad. Estamos en un revisionismo moral que va tornándose miliquero. Decía Javier Marías en su columna en el El País de Madrid que algunas formas de feminismo están logrando la radicalización de un puritanismo sexual que no lograron las monjas más castradoras y reaccionarias del franquismo español y creo que en modo muy parecido, este revisionismo "tan humanista" que condena el pecado con retroactividad, se está poniendo más heavy metal que Torquemada y sus amigos.

Hace unos días me crucé con una publicidad que estoy seguro que no es verdadera (como existen las fake news existen los fake avisos, los llamamos truchos y son publicidades que jamás resolverían un verdadero problema de marketing, pero que se producen para ganar premios en festivales de creatividad publicitaria porque son ingeniosas).

Y no sería verdadera, pero era verdaderamente impactante en su machismo. invité a ver el comercial a una compañera, directora de contenido político de la agencia y la incorrección política del material hizo que por un segundo se le dieran vuelta los ojos. Vicky es alguien muy sensato y con una mirada muy amplia sobre todo, así que no tuve que soportar una retahíla de reproches indignados (que hubiera asumido con la entereza fisicoculturista de mi culpabilidad entrenada de varón), sino que simplemente despejé su desconcierto con la explicación sobre la naturaleza fake de esta publicidad.

Pero aproveché y en unos minutos le mostré algo más de media docena de otras publicidades que encontré fácilmente en Youtube igualmente incorrectas, pero estas, todas de verdad verdadera. Machistas y homofóbicas principalmente. No eran comerciales ingleses con ese humor para flemáticos, no eran alemanes, ni japoneses, que podían habernos quedado lejos a nivel cultural y justificarse en su ajenidad. Eran de acá.

En una de ellas (comercial multipremiado argentino de cerveza) tres amigos con el reflejo en sus rostros del desequilibrio hormonal natural de su edad (cara de pajeros), terminaban su cerveza en el bar (sin que fuera objeción del anunciante su edad casi púber para que consumieran alcohol) y uno de ellos declaraba que se iba a su clase de ballet. Y acá empieza el quiebre creativo de la pieza: ¿Qué joven adolescente que se precie en su carácter de atleta en la producción de espermatozoides para el sacrificio onanista, puede asistir a clases de ballet?

Continúa una secuencia de situaciones en las que vemos al protagonista en su entrenamiento de baile, que entrepliés y battements dégagés es un roce de ida y vuelta con sus compañeras bailarinas que consienten naturalmente -en tanto que es parte del metier-, un manoseo y un frotarse con los cuerpos de las esbeltas chicas, que haría las delicias de cualquier adolescente en la incipiencia de su desarrollo sexual.

Toma a una por la cintura desde atrás. Acomoda su cara mullidamente contra el pecho de otra que sostiene en el aire contra su cuerpo mientras gira, y hasta enfrenta con mirada fija una zona púbica a la altura de su rostro mientras sostiene las piernas de la mujer en V para el paroxismo de los dos amigos que observan todo.

Así que el muchacho no era el "fallado" que el relato nos hizo creer al principio, sino "el más crack" de todos, porque sabe dónde puede "aprovecharse" bien y fácil. "El que sabe, sabe" reza el slogan de la cerveza en el cierre de la narración. (Me imagino la cara que se le hubiera puesto a mi amiga Carolina que está terminando ingeniería civil -una de las carreras con menos presencia femenina- y baila en el Sodre)

Y así, una tras otra revisamos todas estas piezas de publicidad real, cero fake, que veíamos hombres y mujeres en nuestra tv, sin inmutarnos por incorrección alguna, hace apenas 10 años. De hecho, hace 10 años, hombres y mujeres celebrábamos su ingenio, su malicia. (La malicia es uno de los ingredientes fundamentales del humor y de ahí el problema ontológico que está teniendo el humor en un mundo que persigue la incorrección del otro).

Claro, era un tiempo más machista y más desigual y la publicidad, contra lo que plantean inquisidores del nuevo orden, no construye valores nuevos vanguardizando una evolución hacia la perdición moral (y generando niños obesos), sino que refleja los valores de la sociedad en la que funciona. Somos relatados en su síntesis. A mi compañera y a mí, nos sorprendió lo que éramos capaces de tomar por bueno hace solo 10 años, pero esa era nuestra sociedad y nuestra cultura con sus valores.

El punto es: ¿debemos buscar a aquellos publicitarios que hicieron aquellos avisos y prenderlos fuego? ¿A los directores de marketing que tuvieron la responsabilidad final? ¿Tal vez debemos renunciar hoy y para siempre a las marcas que promovían?

Hace unos meses Andrés Manuel López Obrador presidente de México, demandó a España una petición de perdón por la conquista de América. Muchas personalidades de la academia, la política y otros planos de la sociedad ya le dijeron de todito.

Desde que él tiene la misma culpa que cualquier otro español, en tanto que la consaguinidad de los dos con los conquistadores es la misma, hasta que se deje de proclamas populistas cuando no le cumplió ni lo mínimamente humanitario de sus propias promesas electorales a la comunidad originaria de su México querido.

No vale la pena insistir en argumentos que rebajan su pensamiento a poco menos que una excreción mental, pero un buen montón de gente se sumó al grupo vociferante de AMLO. Y es que tenemos el linchamiento social fácil, en todos los órdenes, y el que no se puede aguantar es el linchamiento por "cosas que hiciste que no te dije antes, pero ahora me doy cuenta que no, no daba".

No hace falta ser doctor en humanidades o haber deglutido lo más sublime de la bibliografía filosófica contemporánea, para entender que la moral evoluciona. Que hoy no tenemos los valores que teníamos hace una década, dos o cinco, o la moral que tenía la humanidad hace algunos siglos. Como no tenemos la que tendrán los seres humanos de dentro de uno, dos o cinco siglos (si existen y ojalá que si existen, sean más desarrollados que nosotros y no un resurgir cromagnon).

Si tenemos suerte, a los seres humanos del año 2519, les parecerán más salvajes e incomprensibles, las barbaridades que cometemos hoy (y la primera persona del plural incluye a los que se ofenden por la conquista de América o el comercial machirulo) cuando cerramos con film un bowl para poner en la heladera, nos desplazamos en un vehículo que produce miles de explosiones contenidas en un bloque metálico de 200 kg de hierro, o nos comemos la suprema de un pollo de criadero.

No sabemos. Lo que sí podemos saber es que juzgar sujetos por cuestiones morales del pasado es de una precariedad en desarrollo humano y moral que nos emparda en atraso con quienes juzgamos.

Lo que pasó es parte de nuestro pasado. Es y será siempre y no lo vamos a solucionar trayéndolo al presente y tratando de operar un castigo o una condena que estaríamos aislando artificialmente de una moral anterior compartida, aunque fuera compartida por nuestros ancestros.

Así que cuando vea una publicidad vieja machista, homofóbica, antiecologista, o lo que sea que le parezca indignante, indígnese si quiere, pero con ud mismo o sus antepasados, no con los publicitarios que la hicieron a imagen y semejanza de los mencionados. O mejor celebre que hoy somos mejores y trate de ser mejor aún ud. mismo.

*"Una mujer de moral cuestionable" es una expresión de una moral pasada también.