El plebiscito de la seguridad social representa un riesgo para la estabilidad económica, jurídica y por tanto social del país. Todos lo sabemos. Incluso quienes lo promueven. Es un plebiscito de contenido deshonesto.

Quienes siguen este tema conocen el impacto negativo que tendría su aprobación. No hay defensa técnica para lo que se propone. El único escenario donde es posible su defensa, es el plano retórico, en la dimensión política. Pero claro, hasta que la flecha salga. Allí las palabras dejarán lugar para los hechos y entonces se vería el destrozo.

El cataclismo sobre la credibilidad del país es tan evidente que no requiere prueba. Vayamos por tanto al posicionamiento político de quienes lo defienden. Argumentan que se sustenta en supuestos criterios de justicia. Eso no es así. Primero porque el plebiscito coloca los esfuerzos presupuestales en detrimento de las nuevas generaciones, y segundo y principal: porque no es realizable. Aún si fuera justo —cuestión que reitero no lo es—, al no ser realizable, al no ser viable, imposibilita que cualquier “justicia” nazca. No puede ser justo porque es inviable. Son un conjunto de incumplibles planteos desiderativos.

Quienes lo promueven están jugando a la ruleta rusa con el cargador lleno, y la cabeza es la de todos los uruguayos. Es una ejecución.

Es tan inviable y contradictoria la propuesta del plebiscito, que como ha señalado el profesor Juan Andrés Ramírez Turell, se derogaría a sí misma (en puridad serían desaplicables los numerales 6 y 7 del artículo 67 proyectado ya que resultan normas antinómicas con el derecho vigente).

En ese panorama, en estas horas ha llegado el pronunciamiento del expresidente José Mujica advirtiendo que la aprobación del plebiscito generaría “un caos”. Sus palabras enmiendan la plana nada más y nada menos que al candidato del Frente Amplio Yamandú Orsi y al nominado ministro de Economía en caso de ganar el Frente Amplio, el economista Gabriel Oddone.

El pronunciamiento de Mujica representa un parteaguas en esta instancia. Supone un acto de responsabilidad muy destacable. Esa responsabilidad que no ha tenido su propia fuerza política, su candidato y el equipo de su candidato.

La gran pregunta es si resulta compatible el “claim” de campaña “que gobierne la honestidad” con la actitud asumida por el Frente Amplio y sus candidatos. ¿Es “honesta” la “libertad de acción” cuando lo único que precave es el interés de la fuerza política y no el interés general que sin duda se vería afectado si se aprueba el plebiscito?

Así lo han confesado tanto el candidato Orsi como la candidata Cosse. ¿Cómo es que a sabiendas de los riesgos no se los evita? La “salud” del partido, ¿está por encima del bien común?

¿Es honesto proponer “un caos”?

Oddone, que firmó el famoso manifiesto con un centenar de economistas diciendo la verdad, siendo honesto en la expresión de sus pensamientos sobre el plebiscito, luego de su nominación relativizó el asunto con aquello de que “no era el fin del mundo”. Uno de los argumentos que usó para esa matización fue que era parte de la responsabilidad de quienes “conducen la economía”. Hay que recordarle que no es conductor de ninguna economía, salvo que se auto perciba ministro, pero, salvando eso, es muy distinto a lo que decía en su tiempo de “consultor”. Los hechos, los riesgos, son los mismos, sea Oddone consultor privado o político. Lo único que cambia es que como político no quiere afectar la suerte electoral de su partido. Quien debía aportar sensatez y honestidad intelectual, no hizo otra cosa que sumarse a los dislates de quienes ya estaban en dirección al abismo.

Oddone termina representando lo mismo que Olesker, porque su actitud tiene el mismo resultado, uno será responsable por acción y el otro por (muy concienzuda y conveniente) omisión.

Los sectores radicales, que impulsaron el plebiscito, han ganado el Frente Amplio. No hay en la oposición nadie que los enfrente. Ni Orsi ni Oddone. La próxima elección es entre Álvaro Delgado y los innominados radicales de la izquierda vetusta y sindico-populista. Esa a la que Orsi, ni quiere ni puede dominar.