La inmensa mayoría sabemos perfectamente que quiere decir autocrítica. Muchos piensan que es siempre para otros y que alcanza con reconocer algunos problemas, algunos errores, siempre derivados de nuestra condición humana, o de aquella frase que "hagas, lo que hagas, siempre te equivocarás" y sus miles de variantes y está todo resuelto. Lo cierto es que es una palabra últimamente bastante en boga.
Algunos dirigentes, militantes e incluso adherentes de grupos políticos, ni siquiera quieren oírla mencionar, la culpa, la responsabilidad es siempre de los otros, de los adversarios y sobre todo de los partidarios, de por ejemplo el Frente Amplio que se animaron, que osaron criticar algo, cualquiera de sus acciones o paralizaciones, en el gobierno o en el propio Frente.
Otros cada tanto desempolvan alguna tímida crítica y consideran que han cumplido con su deber y siguen hacia adelante, aunque haya una empinada escalera que han comenzado, hemos comenzado a descender, escalón tras escalón. La izquierda, sus ideas, sus proyectos históricos y naturalmente sus organizaciones.
En todos los temas hay que resistir el duro embate del archivo "La autocrítica es una de los principales factores de diferenciación entre la derecha y la izquierda. Tanto desde el punto de vista ideológico, práctico, como histórico. Se puede decir que sin autocrítica no hay izquierda.
Comencemos grueso y nacional. ¿Alguien puede recordar una autocrítica de la derecha o del centro derecha en el Uruguay? ¿Por ejemplo por la decadencia de más de 50 años, por las crisis sucesivas, de 1999 y en particular del 2002 y el 2003? ¿Por los resultados de los sucesivos gobiernos democráticos a partir de 1985? Cero.
No es una cuestión entre buenos y malos, sino entre diferentes. Somos diferentes en muchas cosas, pero una de las principales diferencias es porque nosotros nacimos para cambiar, para poner en discusión el orden establecido y ellos para conservarlo o a lo sumo retocarlo lo menos posible o al menos dejar incólumes los pilares básicos del sistema." Esta es una columna mía del 25 de mayo del 2016.
Hay una pregunta previa ¿Es necesaria una autocrítica en la izquierda uruguaya y más en general en América Latina? De la respuesta de esta pregunta se desprenderán dos aspectos substanciales. Primero, la evaluación del proceso político regional y nacional. Segundo cual debe ser el método, no puntual, sino permanente de analizar los procesos políticos, sociales y culturales, en todo momento, cuando se gobierna y cuando se está en la oposición.
En América Latina pasamos de los tiempos del "fantasma que recorría el continente" con diferencias y matices pero con declaradas intenciones de izquierda: Argentina, Chile, Brasil, Perú, Ecuador, Venezuela, Paraguay, Panamá, El Salvador, Nicaragua y naturalmente Uruguay.
Por primera vez en la historia se producía un avance tan significativo de gobiernos que rompían la hegemonía de los partidos tradicionales, de derecha y de centro derecha y que proclamaban objetivos de izquierda. Ni por las urnas ni por las armas, nunca hubo nada parecido. Mejor dicho, fueron las urnas las que permitieron ese formidable avance de las izquierdas en América Latina. La democracia revalorizada.
El panorama ha cambiado radicalmente, incluso en el Uruguay y con el agravante que en Venezuela y Nicaragua se han establecido regímenes opresivos, con enormes fracasos económicos y sociales y con políticas totalmente represivas y violatorias de los derechos humanos.
Por lo tanto la pregunta de ¿Cuáles son las causas de este cambio notorio de tendencia y la derrota de los proyectos de izquierda? Es obligatoria.
Lo sería también si siguiéramos gobernando, es más, uno de los factores que incidieron en esta inversión de tendencia, con el crecimiento de la extrema derecha, la derecha y el centro derecha, es precisamente porque no utilizamos en forma permanente la autocrítica, como componente inseparable, única con la crítica que es un rasgo fundamental de la propia identidad de la izquierda.
No alcanza con criticar los sistemas, las políticas de nuestros adversarios, hacerlo con rigor, con perspectiva histórica y para construir alternativas, siempre dinámicas y en movimiento. Es imprescindible utilizar exactamente el mismo método con nosotros mismos, con nuestros gobiernos y nuestros partidos o frentes. Y no lo hicimos, el poder, los sillones, nos transmitieron el peor virus, el de la auto justificación el de la paralización crítica en su conjunto, u orientada solo a nuestros adversarios.
Como método, la crítica tiene una condición fundamental, nada debe quedar oculto a su mirada escudriñadora, inquisidora, rigurosa, de lo contrario, todo el método se viene abajo. Es en esos puntos oscuros e impenetrables a la crítica donde se alojan los vicios y defectos destructivos.
Y eso nos pasó a nosotros. Creímos que defendiendo todo lo que hacíamos, todo lo que gobernábamos, todas las políticas desarrolladas, con tal de que llevaran nuestra bandera, incluso en situaciones bastante más allá de la propia moral. Ya en muchos materiales hemos analizado la obra destructiva del poder en la corrupción de las ideas del cambio y de la justicia social, cuando no se combaten con auténticas ideas de cambio, progresistas, avanzadas y en permanente renovación.
Es inexorable, sin crítica y autocrítica (indivisibles) no hay renovación y si la izquierda no se renueva deja paulatinamente de ser izquierda.
Y la clave es que preguntas debemos formularnos para ir a fondo, para no cubrir las apariencias y no tocas sensibilidades personales o de grupos consolidados en el poder.
¿Cuáles fueron los aciertos y los errores, los puntos de fuerza y de debilidad para ganar tres elecciones nacionales, pero para detener el crecimiento e incluso invertirlo paso a paso en el 2019 y 2020?
¿Fueron en el gobierno nacional, en el parlamento, en las intendencias que perdimos y también por qué nos hemos consolidado en Montevideo, en Canelones y Salto? En situaciones totalmente diferentes.
¿Cuáles son las causas de nuestra extrema debilidad ideológica y política como fuerza política, sin debate, sin elaboración, sin formación de nuevos cuadros, sin ideas fuerza y renovadoras? ¿No será que de tanto defender todo lo que hicimos hemos bloqueado la propia capacidad de analizar nuestros errores, su impacto y sus consecuencias?
¿Cómo fuimos perdiendo espacios sociales y territoriales importantes y en otros casos dejamos que se consolidaran como impenetrables zonas enteras del país? ¿Es fatal ese desgaste por el poder o debíamos tener una reserva fundamental, la actividad política y la limpieza y moralidad de nuestra gestión?
¿Qué papel tienen las personalidades, los dirigentes y líderes a los diversos niveles? ¿Las fortalezas y las debilidades de las personalidades en el proceso político de la izquierda?
¿Los éxitos que obtuvimos a nivel económico y su impacto social, cuáles fueron sus causas y su profundidad?
¿Fuimos capaces de ir cambiando las estructuras políticas de acuerdo a los cambios en la sociedad producidos también por gobiernos del FA o la disputa por la hegemonía interna nos devoró y nos paralizó?
¿Con 16 años de crecimiento del PBI ininterrumpido, generamos mejores condiciones de vida y de consumo, pero como quedó el proceso de integración social y aumentaron los consumidores o los ciudadanos?
¿Qué respuestas serias y bien elaboradas le dimos a los nuevos grandes problemas que afronta la humanidad, la región y naturalmente nuestro país?
¿Las formas de propiedad, de contribución social a una más justa distribución de las oportunidades y de la riqueza, fueron las adecuadas? ¿Los éxitos y las limitaciones y los errores?
¿Nuestras políticas sociales, ingresos, viviendas, educación, salud, cultura, otros servicios, fueron las correctas?
¿Quiénes se quedaron por el camino del bloque político y social necesario para los cambios? ¿Fue creciendo, socialmente, generacionalmente, territorialmente o sectores enteros los perdimos? ¿Para siempre?
¿Nuestras relaciones internacionales, no solo en el plano ideológico, político, pero también comercial y económico y moral fueron las adecuadas?
¿Podemos volver a cambiar el país nuevamente sin una profunda renovación de la izquierda, de sus ideas, de sus estructuras, de las zonas de bloqueo total al debate?
¿Por qué hay tanta gente con años de compromiso con la izquierda tan enojada y descreída del Frente Amplio y que se sigue sintiendo de izquierda?
¿Debemos aceptar como inevitable lo que dijo el intelectual italiano Enzo Traverso que en su último libro cuando nos define como la "melancolía de izquierda"? Más dura es la frase de Arthur Miller "El teatro no puede desaparecer porque es el único arte donde la humanidad se enfrenta a sí misma." Tiene mucho que ver con la izquierda deber ser capaz de enfrentarse a si misma.