Preocupa y duele mirar al país y más allá. La Humanidad enfrenta tres enormes desafíos: el deterioro ambiental y climático, la desigualdad creciente, la fragilización de la democracia. Los agrava el dominio apenas cuestionado de gran parte del planeta por el capitalismo, en sus modalidades plutocrática y dictatorial. La pandemia exacerba problemas y sufrimientos.
En algunas regiones las izquierdas resisten, incluso heroicamente. Pero en general tienen escasa capacidad de propuesta alternativa, viable y deseable. A veces adhieren todavía a modelos autoritarios que fracasaron ética y políticamente. Hay que volver a conjugar inspiración socialista y vocación democratizadora en la búsqueda de nuevos caminos para transformar la sociedad.
El poderío del capitalismo pero también la endeblez de la retórica izquierdista predominante no permitieron aprovechar cabalmente la bonanza económica con la que confluyó el giro político progresista. La consiguiente reacción neoliberal ahonda la pobreza y la desigualdad, suscitando respuestas populares que pueden abrir nuevas oportunidades para las que hay que prepararse desde ya.
En nuestra tierra asistimos a otra ofensiva con protagonismo herrerista contra el Uruguay social y solidario que el batllismo y las izquierdas construyeron. Para dar la talla hace falta conjugar resistencia militante, convocatoria amplia y propuesta alternativa. La recolección de firmas contra la LUC ha sido una hazaña digna de la mejor historia de la resistencia popular. El FA puede volver a tener - particularmente con Ricardo Ehrlich como coordinador - una prédica de reagrupamiento democrático. En materia de propuesta alternativa, por el contrario, el déficit es grande.
Urge paliarlo, pues sino se hará sentir negativamente - por ejemplo en seguridad y educación - ya durante la campaña para el referéndum. Sin un programa muy nuevo y mucho mejor no se podrá volver a llevar al Uruguay por una senda de progreso. Algo así es imposible de construir en poco tiempo; el realismo político impone priorizar una tarea hoy descuidada. Quizás la elección de presidente del FA posibilite un viraje.
Para que así sea, una condición necesaria puede darse por descontada: el debate electoral afirmará la unidad desde el pluralismo y concluirá en la reafirmación de la fraternidad militante para afrontar estos tiempos difíciles sumando aportes potencialmente complementarios.
Hoy hay sobre la mesa dos candidaturas. La de Marcos Carámbula está evidentemente justificada por su destacada trayectoria. Lo voté como pre candidato a la Presidencia de la República en 2009; sigo conforme con esa decisión mía de ayer. Hoy se presenta como el candidato del consenso, habiendo aspirado a la candidatura única. Discrepo. La unidad de las izquierdas no está en riesgo. El real problema es la conducción inercial en lo político e ideológico. Resolverlo exige no ocultar sino poner de manifiesto el disenso: éste existe y debe ser discutido lealmente a partir de la pluralidad de opciones.
Me han preguntado mi opinión sobre la candidatura de Martín Couto. Conozco su capacidad tanto para militar como para estudiar, tareas que en tiempos de desorientación corresponde cultivar en conjunto. Quisiera que pueda representar un proyecto de rejuvenecimiento, generacional y político, del FA. No será fácil: requeriría generosidades personales, activaciones militantes, articulación de sectores gravitantes. Haría falta además que el propio Martín y quienes levantaron su candidatura concreten lo que proponen para hoy y mañana. Todo eso es difícil pero posible. Estas líneas están escritas para aportar un granito de arena para que las posibilidades se hagan realidades.
Me dicen que muy probablemente aparezca pronto la candidatura de una mujer. Tendría justificación más que sobrada. El feminismo es el movimiento social progresista que mayor capacidad de transformación ha mostrado durante el último medio siglo. Su reconocimiento ha sido minimizado por la conducción del FA con singular torpeza. En política los símbolos importan, y mucho. Pero no alcanzan: lo muestra la trayectoria misma del feminismo, cuyos éxitos responden a la conjugación de inmensas capacidades militantes con netos programas de cambio.
¿La elección de presidente del FA será principalmente la opción entre dos o tres símbolos, el consenso, el joven, quizás la mujer? En tal caso es de temer que, gane quien gane, el triunfador sea la inercia. Los cambios auspiciosos surgen cuando se conjugan símbolos, capacidades y proyectos colectivos de cambio.
Afirmar la dimensión colectiva del accionar político es una lección que la militancia popular volvió a ofrecer, tanto mediante la campaña "voto a voto" durante la segunda vuelta de las elecciones nacionales de 2019 como en la recolección de firmas para lograr el referéndum sobre la LUC. Cabría aprovechar esa lección para repensar la presidencia frenteamplista ante todo como la coordinación de un equipo potente de conducción, integrado por al menos tantas mujeres como hombres, con responsabilidades individuales en las distintas áreas del quehacer político y responsabilidad colectiva para impulsar la construcción del FA del futuro.
La renovación necesaria tiene que incluir lo organizacional. Muchas cuestiones hay que encarar. Sólo a título de ejemplo: ¿la estructura en coordinadoras del FA puede seguir siendo ajena a la de los municipios que el gobierno frenteamplista impulsó? Esa ajenidad facilitó triunfos de las derechas y dificulta el encuentro de las izquierdas con las demandas populares organizadas. El accionar político permanente, que el FA reivindica desde su fundación, puede tener a escala municipal un terreno especialmente fecundo. Las más arraigadas convicciones de las izquierdas sugieren que los cambios, de la fuerza política y del país todo, han de surgir primordialmente desde abajo hacia arriba. Así surgieron medio siglo atrás los Comités de Base.
Hace falta cambiar al FA para que el FA pueda volver a proyectar el cambio del Uruguay. Hace falta transformar la estructura productiva nacional mediante la incorporación de gente altamente calificada y conocimiento avanzado, para producir mejor con menor uso de recursos naturales, sin lo cual no se podrá afrontar el desafío ambiental y climático. Hace falta transformar la educación pública - asignatura pendiente de los quince años de gobierno progresista - para combinar formación avanzada y trabajo creativo para todas y todos a lo largo de toda la vida, sin lo cual la automatización multiplicará la desocupación y, más en general, no se podrá afrontar el desafío de la desigualdad. Hace falta afirmar la vigencia de los derechos humanos para todas y todos, en todas partes y en todos los tiempos, sin lo cual no se podrá afrontar el desafío de proteger y ampliar la democracia.
Sin encarar tareas como esas y varias otras, la tan justificada crítica al capitalismo no dejará de ser un pasatiempo o, peor, una coartada para el inmovilismo.
En las encrucijadas de la historia, no se abren caminos de avance si una nueva generación militante no asume el protagonismo, no sólo para levantar las reivindicaciones específicamente juveniles sino también, y sobre todo, para responsabilizarse por la conducción del movimiento progresista en su conjunto. De cara al futuro lo decisivo es, no que el FA le haga espacio a la militancia joven, sino que ésta lo conquiste. Quiero contribuir a que la candidatura de Martín Couto sea uno de los catalizadores que tal proceso requiere.
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