A esta altura, después de tres años del comienzo de la pandemia de Covid-19, hay dos cosas que sabemos con certeza:

• Se puede aprender de forma virtual, con la misma calidad que de forma presencial, cualquier disciplina con excepción de las restricciones que impone la práctica in situ.

• Los métodos de organización de cursos y los recursos pedagógicos que se aplican en las clase tradicionales no aplican de forma lineal a la educación virtual.

A partir de estas premisas, la comunidad académica uruguaya, alineada con lo que sucede en todo el mundo, se ha zambullido en el esfuerzo de incorporar la virtualidad al día a día de sus planes, programas y carreras: no hay espacio terciario de educación en el que no se trabaje y experimente para cerrar la brecha entre lo que sabemos hoy sobre educación virtual y lo que necesitamos saber para que se transforme en “el modo tradicional” de enseñar.

Una comunidad tan grande e interconectada con lo que sucede en la región y en el planeta avanza a paso firme creando nuevas formas de virtualidad e hibridación, experimentando, ajustando y modificando, reforzando los aciertos, valorando los errores, consciente de que la creatividad y también la paciencia son condimentos indispensables en este desafío.

Cuánto tiempo llevará madurar: ¿Cinco años? ¿Diez? ¿Quince tal vez? Esa es la fecha de caducidad de una universidad virtual. Dentro de diez años la educación virtual va a ser educación a secas, la de todos los días. Business as usual como se dice en inglés.

Diez años no es nada en el proceso de creación y consolidación de una universidad. Pensemos en la UTEC, nacida en 2012. Un proyecto exitoso, con apoyo unánime, que comienza a arrojar resultados y a afianzarse, a la vez que aún tiene autoridades provisorias y un proceso de discusión y maduración de su propia estructura y propuesta educativa.

Uruguay no necesita una universidad virtual que el día que comience a andar va a estar obsoleta. Necesita dotar de recursos económicos, materiales y humanos a la investigación y el trabajo de incorporar lo virtual a la educación, en el ámbito terciario y en todos los ámbitos. De esta forma tendremos educación virtual de calidad en un plazo razonablemente breve.