Por Esteban Valenti | @ValentiEsteban
Prefiero mil veces un chinchorro, que convivir y navegar con chorros en Ancap, en Alur, en los muchos negociados con Venezuela, en algunas dependencias de ASSE, o en Intendencias blancas, con el Banco Pan de Azúcar o Cambio Nelson. Nunca será un problema de tamaños sino de decencia.
La política, es decir la lucha por el poder entre otras cosas, tiene directa relación con el tamaño, con la capacidad de convocar a mucha gente a un proyecto, partido, movimiento o ideología. Sucede no solo con la política, en realidad la mayoría de las religiones, clubes deportivos y miles de otras manifestaciones apuntan directamente a construir mayorías o al menos a incorporar muchos seguidores. Parecería que esa es en definitiva la prueba de la justeza de las ideas y de los proyectos.
Esta última afirmación ha sido desmentida de manera abrumadora por la historia. Hubo y hay movimientos sociales y políticos enormes, gigantescas naves, que ocuparon espacios muy importantes durante largos periodos de tiempo y que se demostraron grandes tragedias para la humanidad. No hace falta citar al nazismo y el fascismo, ampliamente mayoritarios en Alemania, Austria, Italia y en varios países.
Las mayorías, o los apoyos mayoritarios se expresan de forma activa, incluso fanática y otras veces silenciosamente, en la pasividad de las mayorías silenciosas. Nosotros también conocimos esas mayorías en nuestro país al inicio de la dictadura.
Últimamente en el nulo debate de ideas que caracteriza esta campaña electoral, que vive al minuto, al golpe del balde y si el balde cae en un pozo barroso, también sirve, aunque algunos personajes convoquen al respeto y a elevar las miras. Desde el fondo de los pozos, las miras tienen siempre limitadas posibilidades..., emerge una idea creciente, aplastar al adversario con el tamaño, en particular a los que inician un nuevo proyecto. Hasta se hace referencia al tamaño de las embarcaciones.
La suprema convocatoria es "nos vemos en las urnas". Y eso que aparenta ser democrático, es en realidad la soberbia del poder y nada más.
Es toda una ideología, es la máxima expresión de la temible ideología del poder por el poder mismo. Si sos grande, si estás en algo grande y sobre todo pegado, atornillado al poder, estás en lo justo, vale la pena tragarse todos los sapos y culebras y seguir remando. Y eso le sucede a mucha gente.
A mucha gente que hasta ahora le había repetido hasta el cansancio que me ha dolido tener que cruzar la línea que nos separa, que comprendo que sigan adheridos a sus tareas en el gobierno o en el actual Frente Amplio y que respeto sus tradiciones y sus sentimientos. Ahora se los digo con mucho menos convicción y entusiasmo, es más no son lo mismo las masas, que los cuadros, que siguen en la gran nave conociendo perfectamente los desastres y asumiéndolos.
Los hechos que han determinado la crisis actual del gobierno - no del país - y también del Frente Amplio, porque una caída de más de 15 puntos en la intención de votos entre 2014 y 2019 es una crisis, están a la vista de todos, admiten muchas interpretaciones, pero son inocultables. La economía y su reflejo en los problemas de trabajo, del desarrollo, de la justicia social está por lo menos paralizada. Un déficit fiscal del 4.3% (2.600 millones de dólares, luego de un alza de los impuestos y del nivel actual de las principales tarifas públicas) es una hipoteca muy cara y un resumen de la situación del país que no lo ve el que no quiere verlo.
Que tenemos 656 asentamientos con más de 60 mil familias viviendo en condiciones infrahumanas son datos, no opiniones, que tuvimos 400 asesinatos el año pasado, y que en la costa de Montevideo tenemos 3 o 4 asesinatos por cada 100.000 habitantes y en el norte y el oeste superamos los 30 por cada 100.000 habitantes, es decir que vivimos en dos países diferentes, son hechos gravísimos y empeorando.
Que la estructura del Frente Amplio es cada día menos representativa, con menos comités de base, menos participantes y totalmente copada por el MPP y el PCU es una verdad que incluso alguno de los pre candidatos tuvo que mencionar. A los compañeros tan sensibles sobre mi decisión y que me recriminan no haber dado la batalla adentro del FA, les dije y les repito, di la batalla de todas las maneras posibles y la triste realidad me derrotó en toda la línea y se los tragó a ellos. Son cada día más un decorado.
El otro argumento utilizado insistentemente para recriminarme es que yo fui dirigente, tuve responsabilidades, tengo capacidades. No entiendo, ¿así que por esas razones yo tendría que ser ciego, sordo y mudo ante la deriva derechista, antidemocrática y ante la pérdida de valores éticos y políticos básicos de la izquierda que sufre este Frente Amplio y este gobierno?
El más miserable, es el argumento de la vejez, como si fuera cómodo a los 71 años que cumplo hoy emprender nuevas batallas de esta complejidad en lugar de llevarse llevar por las tradiciones, las mentiras, los copamientos y no abrigarse a la sombra del aparato y del poder.
Estuve varios años dando la batalla, escribiendo, opinando, debatiendo internamente en diversos organismos y reuniones a todos los niveles, sin ningún resultado, al contrario, viendo cómo todo se precipitaba y entonces ¿me tengo que resignar y sumarme a este combo alegremente o tristemente?
No, queridos compañeros, adentro del FA no me queda nada para hacer, para sentirme de izquierda y decente, para no darme asco todas las mañanas cuando veo como el poder ha carcomido los mecanismos ideológicos y políticos más básicos del FA histórico a los más altos niveles.
Que cómodo me hubiera resultado, seguir el camino de muchos, con muchos menos méritos y aportes al triunfo del FA desde hace muchos años, no solo en las campañas electorales, sino defendiendo sus gobiernos. ¿Acaso no podría haber pedido, reclamado, solicitado un cargo en algún nivel de gobierno? Que los miserables que algún día y otro también me acusaron de realizar negocios con el gobierno me enumeren uno solo de esos negocios. Será por eso precisamente que me enfurecen más, las múltiples porquerías que se hicieron con Venezuela, con ANCAP y otras, porque no se animan a debatir en serio un solo tema, pero insisten con los diamantes y otras imbecilidades.
¿Para qué salir a la intemperie más absoluta, a construir desde cero, desde el llano total, sin sumarme a ninguna fuerza constituida, porque una cosa es una alianza, otra cosa es formar un propio grupo político en este país, relleno de funcionarios y con partidos y grupos con mucho poder y muuucha plata? Si, señores, es una aventura la que emprendimos, es arriesgada, está llena de peligros y partimos desde muy abajo y con una embarcación muy pequeña. Pero yo tengo buena memoria y recuerdo que cuando comencé a militar, a pegar carteles, a repartir listas, lo hice por un partido que apenas superaba el 2% del electorado nacional. Y sin embargo teníamos sueños ilimitados, nos proponíamos ser fieles a nuestros ideales y hacer el mundo mucho más justo y decente. Vaya si aprendí a perder batallas, no le tengo miedo.
A los que argumentan desde la comodidad del poder, a los que la tibieza de los cargos o de la nostalgia, a los que hicieron tanto o más que yo para el avance de la izquierda y se consideran obligados a seguir prendidos a este trillo, aunque haya cambiado su rumbo de manera dramática, les digo que se perfectamente que no elegí un camino fácil, que navegamos y construimos nuestro bote, tabla a tabla y sobre todo horizonte a horizonte y que es mucho más cómodo seguir embarcado en la gran nave del poder. Cada uno elige su rumbo, su puerto y su nave.
Pasan los días, veo las situaciones en el gobierno, los balances presidenciales, los discursos electorales, las actitudes ante los más delicados temas de nuestra sociedad y me reafirmo en mi decisión. No voy a optar entre la comodidad del Partido Nacional o Colorado y el actual Frente Amplio, quiero seguir siendo de izquierda. No de una izquierda que necesita adjetivos para definirse, no una izquierda que se define por su tamaño, por la comodidad de sus cargos y de su poder, sino por sus ideas y sus puertos, aunque hoy parezcan muy alejados. Lo que si he asumido es que desde el poder, con los actuales vicios y deformaciones, no hay ninguna manera posible de reconstruir una verdadera izquierda.
Sigo creyendo que vale la pena levantarse todas las mañanas y desafiar las injusticias, los errores reiterados y justificados, las vergüenzas e inmoralidades.
Salgo a la calle solo, todos los días, con mis años, mis derrotas y mis pocas victorias, con el polvo de largos caminos y los dolores de muchas amistades y compañerismos que se fueron quedando por el camino. Y mientras tenga fuerza, lo seguiré haciendo, aunque me asalten muchas preguntas y dudas. Hay una que no la tengo, la de actuar por conveniencia o simplemente por la comodidad de la tradición.
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