Cada día que pasa las elecciones del 2024-2025 ocupan un mayor espacio en el escenario político nacional. Unos lo niegan, otros se hacen los distraídos, cargos fundamentales del gobierno están en plena campaña, y el presidente de la República está ensayando para llegar al borde de lo que admite la Constitución, y si es posible un poco más allá del límite.
Es una batalla de particular importancia. No es una elección más. El conglomerado multicolor tiene que demostrar a la mayoría de los ciudadanos que pudo gobernar, que obtuvo buenos resultados y/o lograr una justificación adecuada (pandemia, guerra, sequía) para explicar, junto con la herencia dejada por los gobiernos del FA, no haber cumplido con sus promesas electorales. Y sobre todo que debe seguir gobernando el país. Para lo cual deberán demostrar que la coalición, a pesar de las muchas fricciones, puede ofrecer un bloque gobernante con estabilidad y seriedad.
Por su lado el Frente Amplio y sectores sociales y políticos más amplios deben demostrar que recuperaron la capacidad de gobernar, de mejorar sustancialmente el último gobierno del FA (2015-2020) y que, además de su capacidad probada de oposición, tiene ideas, proyectos, orientaciones y los candidatos y cuadros necesarios para que el país avance en los aspectos fundamentales. Y que superó el duro golpe del 2019, con la derrota electoral luego de 15 años de gobiernos de izquierda y/o progresistas.
La última encuesta de CIFRA muestran una estabilidad, con el FA con un 42% de intención de voto y la coalición un 37%. Si estas cifras se comparan y se consideran a la luz del impacto de las políticas sociales, salariales, jubilatorias, de la salud y sobre todo la interminable cantidad de hechos graves de corrupción y de acomodos de este gobierno y varios gobiernos departamentales, no hay por cierto que estar muy contentos y tranquilos. No hay proporción.
Las encuestas están jugando su papel, nadie se casa con ellas “de por vida”, pero tienen su impacto en el panorama político y hay un dato que nadie desmiente: la intención de voto del FA es superior a la del 2019. ¿Cuánto mayor? ¿Le alcanzará para ganar? ¿En primera vuelta, con mayoría parlamentaria?
Las elecciones son un ciclo, en junio se votará en las primarias, sin voto obligatorio, en octubre en las nacionales para elegir la fórmula (presidente y vicepresidente) y el parlamento nacional, y eventualmente en noviembre el balotaje entre las dos fórmulas más votadas. El domingo 11 de mayo del 2025 se realizarán las elecciones departamentales, que no hay dudas que en el Uruguay tienen una destacada importancia política, que va más allá de la elecciones de gobiernos y legislativos departamentales y de alcaldes y concejales locales.
Será además de una batalla política, la más importante, una confrontación programática, de “relatos”, de balances y de carácter ideológico. En un momento crucial de la situación internacional y regional, de grandes cambios, y cuando la elaboración de la izquierda está muy lejos del nivel básico necesario. Incluyendo en el Uruguay.
Hay en amplios sectores de la izquierda una falsa ilusión de que la victoria está asegurada, que lo que hay que hacer es administrar el tiempo y esperar el momento, y peor aún comenzar con el reparto y los acuerdos correspondientes. Grave error, que se puede pagar muy caro. Y lo digo alto y fuerte porque después no valen los lamentos.
La resolución de las alianzas adoptada por el Plenario del Frente Amplio del 2 de setiembre es insuficiente, reducida y no tiene en cuenta aspectos históricos y políticos actuales. El FA no tiene la propiedad de distribuir a su gusto y antojo la condición necesaria para participar de los cambios, ni definir los límites rígidos y basados en sus propias limitaciones internas. O simplemente no entendió la situación, cosa que dudo. Me preocupa mucho más el retorno vigoroso de la obsesión por el poder.
Recorrer el país para escuchar a la gente, no se trata de prestar atención a un sector limitado y próximo de la ciudadanía, sino de tratar de interpretar a las mayorías nacionales, sus humores, sus preocupaciones, sus expectativas. Y no las nuestras.
No hay peor consejero en este momento que la soberbia, y la soberbia brota por todos lados. Desde el Partido Comunista, que por primera vez desde que yo tengo memoria —y son muchos años— cede ante un reducido grupo de sindicatos “radicales” (por llamarlos de alguna manera) y decide un texto para el plebiscito sobre las jubilaciones que es un tiro en los pies para las elecciones y mucho peor para después. Si por una de esas extrañas situaciones se ganará el plebiscito en octubre, es un brete feroz para un futuro gobierno progresista, un brete reformista y disociado de las grandes y las principales tareas del cambio.
Si por casualidad se pierde —que es muy posible— limita y crea serias dificultades para que un futuro gobierno progresista impulse una ley que realmente cambie en un marco general de cambios la ley aprobada por este gobierno en materia de jubilaciones. Será presentada como que fue ratificada por un plebiscito. Un suicidio.
Pero no es el único. La resolución del Plenario del FA (incluso enfrentada por el Partido Socialista y el Partido por la Victoria del Pueblo) que para integrar el “bloque social y político de los cambios” lo único que no es necesario hacer es pedir el ingreso al FA, asombra. ¿Así que hay que aceptar el Programa del FA, aceptar lo que resuelvan las autoridades y la estructura del FA para gobernar, ir con el lema Frente Amplio, pero eso sí, no es necesario pedir el ingreso al FA y por lo tanto no tener ninguna posibilidad de incidir en las principales definiciones y resoluciones. Leer el documento del Plenario es un ejercicio que produce escozor. Para ser generosos.
Es decir que en el fondo retrocedemos y esa es la base para ampliar el bloque. Relean por favor el documento y vean si no suena a soberbia por los cuatro costados.
Ampliar en serio en bloque de los cambios y no solo no moverse un milímetro en la amplitud sino retroceder en relación a definiciones anteriores e históricas del FA, es soberbia y un grave error político, para las elecciones y para gobernar. Si es que ganamos.
El FA en octubre y ni que hablar en noviembre, el balotaje —que es lo más posible que suceda—, no gana las elecciones con cualquier candidato, por más alianzas internas, conversaciones y acuerdos que se tejan, en Montevideo, en Salto o en la isla de Flores.
Tendríamos que haber aprendido que todo se juega en las internas, incluso fuera del pueblo frenteamplista, que es solo una parte del electorado. Aunque sea la más numerosa, no lo es todo, ni puede imponerse al todo.
Hay un tal clima de conversaciones, acuerdos, negociaciones, pequeñas maniobras que ocultan el problema general. Hay un buen trecho para recorrer si queremos ganar y hay un buen espacio que no está decidido y nos puede dar flor de sorpresa. Lo que sorprende es que la danza de cargos ya comenzó públicamente, por la prensa, en primera página.
Mi prioridad política absoluta y declarada es que se vaya este gobierno, esta coalición, que sea derrotada tanto política como ideológicamente y les digo que sumando errores como el plebiscito, como la resolución del Plenario del FA, que limita totalmente la posibilidad de ampliar el bloque de los cambios, subestima al conjunto de la ciudadanía y alimenta los tejidos internos y los enroques y acuerdos dentro de la pecera, vamos mal. Aunque las encuestas hayan mejorado en relación al 2018 y 2019, cuanto estábamos realmente muy mal.
Los problemas de la izquierda para ganar no los va a resolver la derecha con sus errores, horrores y hasta barbaridades.
Las elecciones están bastante lejos de estar ganadas. Lo digo con gran preocupación, pero con tranquilidad. No aspiro a ningún cargo, a ningún nivel. No sé cuántos puedan decir lo mismo.
Documento aprobado por el Frente Amplio titulado "Marco Político Para El Desarrollo de Las Alianzas" by Montevideo Portal on Scribd