Me gustaría que por unos segundos visualices a un emprendedor. ¿Cuál es la primera imagen que se te viene a la mente? Es probable que sea una persona joven. Universitario, quizá, con poder adquisitivo, una idea brillante y mucha ambición por triunfar. ¿Adiviné? Si así fue, caíste como la mayoría en un estereotipo recurrente. Y si erré, me alegro, porque esa ilusión limita el cambio.
El emprendedor de 20 años es un mito. Específicamente, me refiero a ese joven prodigio de Silicon Valley que lleva un buzo con capucha y ansía convertirse en el próximo Mark Zuckerberg. No niego la existencia de jóvenes emprendedores que han creado negocios súper exitosos. Pero todos ellos son unos fuera de serie, no son un modelo a seguir por más que la prensa se empeñe en posicionarlos como tales.
Un estudio llevado a cabo en E.E.U.U por Pierre Azoulay y Daniel Kim del MIT Sloan, revela que los 45 años es la edad promedio de los emprendedores que concretan su ideal. Estos investigadores indican que empresarios como Steve Jobs, Bill Gates y Jeff Bezos si bien comenzaron jóvenes, tuvieron mayor éxito a los 40 o 50, que a los 20.
Según el informe del Global Entrepreneurship Monitor (GEM) del 2018, en la mayoría de las economías el grupo de edad predominante para iniciar un negocio es entre los 25 y 44 años. Siendo los 45 años la edad media donde se concentra la tasa más alta de éxitos en los emprendimientos. Uruguay y los países de la región están dentro de este grupo etario.
Naturalmente surge como interrogante, ¿por qué nos sentimos grandes para emprender, si los estudios confirman que quienes cruzamos los 40 –me incluyo en el grupo– tenemos altas chances de triunfar? Creo que el miedo al fracaso es el principal freno. Y es entendible, las estadísticas muestran que el 80% de los emprendimientos no superan los 5 años de vida. Y el 90% no llega a los 10 años. Con altas chances de equivocarse y fracasar, es normal tener miedo. Si bien a nadie le gusta fracasar, debemos aceptar que ese derrotero es casi inevitable a cualquier edad. De ahí el lema: “Fallar rápido y barato”, aprender y emprender algo nuevo.
Hay que tomar riesgos, pero ¿qué ventajas tenemos? El principal activo con que contamos es la experiencia de vida. Con más aplomo que a los 20, ya hemos trabajado por años en diversos sectores. Y ese recorrido nos ha dejado un know-how, una red de contactos y algunos recursos materiales que podemos aplicar al emprendimiento.
Googleando, encontré montones de casos resonantes de emprendedores que comenzaron a una edad madura. Ray Krock en Mc Donald’s. John Pemberton fue un químico que a los 55 años creó la Coca-Cola. Ariana Huffington fundó el diario que lleva su nombre, Robert Noyce a Intel y la lista continúa. De todas las historias inspiradoras, me quiero detener en una. ‘El top del humor’ Moldavsky, con un pasado como comerciante de camperas en el Once (barrio de Buenos Aires) arrancó con sus shows a los 50 años. Hoy no para de llenar teatros y de aparecer en cuanto programa de TV hay.
Cabe señalar que escogí esos ejemplos solo por su condición de ser ‘famosos’. No es mi intención –en absoluto– poner la vara tan alta. Cada cual podrá fijar y medir el éxito que desea alcanzar según sus objetivos trazados.
Yendo a tu situación laboral actual te pregunto, ¿te sentís estancado? ¿Creés que das para más? ¿Te gustaría ser tu propio jefe? Si sentís ese fuego adentro, te pido que no dejes de intentarlo. Nunca es tarde para hacerlo. Además, ¿quién define cuándo es tarde para emprender? Sólo vos, si te autocensuras o le seguís la corriente a los de tu entorno que te pinchan el globo. Tenés que romper con los prejuicios, dedicarte a lo que te apasiona, te mueve y, en definitiva, te hace feliz. Suena trillado, pero es cierto: “solo se vive una vez”.
Te doy ánimo para que emprendas en aquello que te apasiona, en esa vocación postergada por motivos que escaparon a tu voluntad. Sinceramente, ya con haber puesto el tema en tu cabeza estoy más que satisfecho. Y si algún día te decidís a iniciar un negocio, espero que me cuentes tu historia.