No debería ser una sorpresa, pero como algunos en las redes sociales reaccionan despavoridos, lo voy a repetir: voy a ser tan riguroso en mis críticas con el gobierno electo, como lo fui con el del Frente Amplio. ¿Para equilibrar? No, simplemente por método. La crítica puede ser más dura cuanto más le duele al autor y, a mí me dolió mucho criticar a un gobierno al que apoyé con toda la fuerza y pasión, pero esto no debe entenderse como un péndulo.
Sigo siendo de izquierda, por eso critiqué las acciones y políticas y las omisiones que consideré equivocadas en gobiernos del FA y al propio Frente Amplio. En el caso del nuevo gobierno, lo voy a analizar desde lo que considero el interés nacional y popular y los principales problemas que enfrentamos los uruguayos. Y si se cuadra voy a reconocer sus méritos, pero también obviamente voy analizar sus errores o debilidades.
Estoy leyendo atentamente la larguísima Ley de Urgente Consideración (LUC) y quiero tener una opinión bien fundada. Obviamente que no voy a partir de la infantil visión de que debe preservar lo fundamental de los gobiernos del FA, ni que no introducirá cambios importantes con una visión liberal, tanto de la economía como de otros aspectos fundamentales. El Uruguay tiene una historia clara donde todos nos reconocemos y la campaña electoral fue para cambiar. Si puedo afirmar que no encontré en la LUC grandes sorpresas, esa era en lo fundamental la orientación anunciada en las elecciones de octubre y en el acuerdo de noviembre.
Lo que no voy a hacer y lo voy a criticar, es a los que también le quieren cargar al nuevo gobierno los serios problemas que afronta el país en materia de seguridad. Es lo más urgente, lo más visible y lo que requerirá más inteligencia y energía y, donde la herencia es más compleja. Veremos y opinaremos desde la compleja óptica y tensión entre la defensa de las libertades y derechos, pero también sobre la agravada situación de la inseguridad. No será una batalla indolora, de eso podemos estar seguros.
A lo que estamos asistiendo todos es a la guerra de guerrillas dentro de la coalición multicolor sobre las elecciones departamentales, en especial en Montevideo. Presenta una imagen de desorden y de falta de estrategia que en el balotaje parecía bien resuelta.
Ganarle las elecciones en Montevideo al FA por parte de la oposición, a pesar de los errores, de las serias carencias y de que los 30 años tienen numerosos baches, no solo en las calles y avenidas, es tarea muy, pero muy difícil. El FA tiene una base social-electoral-política muy sólida. Ya lo demostró en las elecciones de octubre y noviembre.
La danza de nombres y lemas sin el acompañamiento de ideas, de una propuesta básica de cambios en serio, de programas y de una relación entre los cambios a nivel nacional y departamental en la capital, son una fuerte garantía para un nuevo triunfo del FA. No porque las cosas en el Frente se estén realizando con prolijidad y contenidos, sino por la base de partida consolidada en la capital. Es más, hay incluso un acostumbramiento en la población a que ciertas carencias básicas en los servicios en Montevideo, son inexorables, fatales y debemos resignarnos. Pésimo enfoque.
No es la misma situación de Canelones, donde el FA realizó una gestión exitosa y dispone de un candidato único, Yamandú Orsi, que le garantiza no solo el triunfo, sino una continuidad y renovación de su gestión.
Pero hay otros frentes donde los nuevos gobernantes muestran fallas peligrosas, ya antes de comenzar su labor. Un gobierno no se mide solo por su juiciosa administración de los recursos, sino por sus resultados, su impacto en la vida de la gente a lo largo de 5 años y más, porque las obras quedan.
Hay declaraciones de algunos ministros que en el mismo reportaje se contradicen y muestran una peligrosa impericia en la que insisten. Hablar es también gobernar.
Este gobierno recibe algunas grandes obras e inversiones que marcarán un periodo prolongado y muy importante para el país. Más de 5 años, pero que deben obligatoriamente ejecutarse en este lustro.
El Uruguay y sus diversas fuerzas políticas no pueden seguir repitiendo como una cantinela que lo que hay que incorporarle es valor agregado a su producción. Hay algo que el pasado nos enseña y el periodo más reciente multiplica: el Uruguay es un país de cantidades y calidades, pero donde el crecimiento de la producción se da en lo fundamental en el crecimiento de volúmenes. Eso ha sucedido en la carne, la madera, la celulosa, la soja, los cereales, incluyendo el arroz, la leche, los cítricos y otros rubros similares. Crecen en calidad, pero sobre todo en cantidad.
Es decir que dependemos de industrializar ciertos niveles de estos rubros y de la capacidad logística para moverlos en el territorio y exportarlos. Y eso coincide en el principal servicio que ofrecemos: el turismo. Necesita movimiento, puertos, aeropuertos y carreteras.
El viento de cola para el país en los próximos años serán esas grandes inversiones y otras que pueden orientarse hacia el Uruguay por la situación compleja que viven otros países de la región.
Ciertas improvisaciones, contradicciones y declaraciones para la galería sobre el futuro de esas inversiones, ponen los pelos de punta. No se trata ya de discutir si se podían haber obtenidos mejores condiciones en las negociaciones con UPM2 o con el Ferrocarril Central. Yo lo manifesté en su momento, pero ahora están en marcha, financiados y con compromisos claros y muy importantes de todas las partes.
No se puede juguetear, como se hizo con Aratirí y así terminó, en una demanda de miles de millones y cruces de acusaciones sobre un ex ministro y futuro director de la OPP involucrado de una u otra manera en juicios contra el Estado, es decir contra todos los uruguayos. El juicio moral sobre estas actitudes lo haremos cada uno de nosotros en nuestro fueron íntimo.
El país debe salir de la flotabilidad, para navegar con más vigor y no para hundirse.
Juguetear o lavarse las manos como si esos proyectos fueran ajenos, es muy peligroso. Una demora de un día en su ejecución nos costaría cifras enormes, diarias, ante los financiadores e inversores. Pero mucho más grave, afectará las oportunidades de producción y de utilización de su potencial y de una corriente de nuevas inversiones. Y me refiero a inversiones productivas.
Cambiar radicalmente la calidad y el costo de la logística desde el centro del país hasta el puerto de Montevideo y en el propio puerto es fundamental, es generar el potencial productivo para un millón de hectáreas en la zona más deprimida en materia de producción y de desarrollo.
Que algunos personajes sospechosos por su pasado profesional, con tanto de sanción de la Suprema Corte de Justicia y su pasar el sombrero recolectando plata para perjudicar al Estado se lleve a cabo, no es lo grave, lo peligroso son algunas expresiones en medios de prensa ultra oficialistas que confunden a todos y generan grandes incertidumbres.
El Frente Amplio recibió en el 2004, cuatro grandes ventarrones de cola y los concretó, a pesar de haber hablado y votado en contra: Botnia, ENCE, el nuevo aeropuerto y la ley de puertos. Y lo hizo con energía y bien. Y eso reforzó la imagen de seriedad del país y fueron pilares de los éxitos de esos gobiernos.
Ahora, todo suena a caracoleo, a dudas, a declaraciones contradictorias y de ocasión. En lugar de estar pensando y actuando planes para que no solo la producción de celulosa llegue al puerto de Montevideo, sino de otros productos lleguen a la terminal granelera que ya existe y a otras estructuras portuarias, se siembren dudas sobre plazos, sobre posibles plebiscitos de dudosa constitucionalidad y sobre el trazado del tren.
Los inversores, en particular de los organismos multilaterales, tienen una particular sensibilidad para sus préstamos, y la palabra clave es: certeza. Lo que asoma lentamente son pequeñas y medianas hogueras. Y jugar con fuego en esta materia genera un peligro grave de incendio y con fuerte viento a favor, del incendio.
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