Por estas horas se sabrá si la coalición republicana tiene los votos suficientes para aprobar la reforma de la seguridad social, a pesar que todos los líderes de los partidos que la conforman, habían comprometido su apoyo en octubre del año pasado, luego de meses de análisis e intercambios y de reunirse en la residencia de Suárez.
Obviamente que se trata de una reforma esencial, cuyo retraso que ya lleva muchos años -los principales dirigentes del Frente Amplio, entonces jerarcas del gobierno, repitieron hasta el cansancio que era urgente, pero la patearon para adelante- sólo empeora una escenario ya de por sí grave.
Hay algunas cajas con una situación crítica, la Bancaria y la de Profesionales.
Pero hay una caja que está saneada, que es autárquica y por ende, no necesita asistencia estatal. Se trata de la Caja Notarial. Los escribanos se han administrado e hicieron los ajustes correspondientes cuando lo necesitaron. Es lógico entonces su reclamo de no ser integrados en la reforma en curso.
La reforma proyectada viene a corregir una condición dada por nuestra pirámide demográfica y por el agravamiento que produjo la modificación del año 2008.
Es razonable entonces que, si la Caja Notarial no necesita asistencia y se sustenta por sí sola, no sea pasible de intervención estatal.
Sería bueno que las otras cajas, comprometidas en su viabilidad, pudieran imitar lo realizado por los escribanos y no encontrarnos en esta circunstancia de tener que rescatarlas por su insolvencia.
También es fundamental que todos los actores políticos no tomen este tema, tan sensible, como trofeos electorales, ni como motivo de desprestigio para sus adversarios.
Tenemos un sistema previsional construido hace décadas y fortalecido a lo largo de las mismas. Es de los mejores en el concierto latinoamericano, cuidarlo y fortalecerlo debe ser tarea de todos.