Por Esteban Valenti

El 28 de enero se cumplieron 100 años del nacimiento de caudillo blanco y dirigente democrático Wilson Ferrerira Aldunate. Es una ocasión obligatoria para analizar el papel que Wilson jugó en la historia nacional. Obligatoria no solo para su partido, sino para la gran mayoría de los uruguayos.

Wilson forma parte de ese reducido núcleo de orientales que forjaron la identidad nacional mucho más allá de sus fronteras partidarias e ideológicas. Seamos justos y precisos, Wilson Ferrerira Aldunate fue un dirigente del Partido Nacional, fue blanco a lo largo de toda su trayectoria política y su mejor aporte fue precisamente a la renovación y a los cambios que impulsó para el país, pero a partir de su condición de blanco. No hagamos confusiones y manoseos.

Recordemos su aporte desde el Ministerio de Ganadería y Agricultura y, sobre todo, con la creación de la Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico (CIDE), donde colaboraron, entre otros, los contadores Enrique Inglesias y Danilo Astori. Incluso hoy no suena a muy "normal" tener la apertura cultural y política para apelar a un amplio sector de técnicos e intelectuales de diversos partidos y formas de pensamiento, fue una audacia que se expresó en los materiales que produjeron y en un cambio en el espíritu en la colaboración nacional.

Wilson practicó en serio, naturalmente con su visión blanca y el papel que le atribuía a su partido, su idea de que el Uruguay debía ser "una comunidad espiritual" y para pensar "el desarrollo uruguayo". Para ello sentó sólidas bases materiales e intelectuales. Hay que saber valorarlo, sucedió en los años 60, con el clima y las tensiones de esos años.

Fue un referente, a partir del golpe de estado de junio de 1973, con su exilio, primero en Buenos Aires, donde la dictadura quiso asesinarlo, junto a Hector Gutiérrez Ruíz, Zelmar Michelini, Manuel Liberoff y Rosario Barredo y William Whitelaw el 20 de mayo de 1974, como en todo su largo periplo hasta el año 1984.

El propio retorno al Uruguay el 15/16 de junio de 1984, con la dictadura esperándolo para encarcelarlo, y militantes de diversos partidos saludando su llegada, son un ejemplo de su papel en la resistencia y en su actitud frente a la dictadura.

Durante su exilio - y puedo dar testimonio personal - jugó un destacado y permanente papel de denuncia del régimen y de reclamo por la libertad de los presos políticos, en primer lugar de su adversario político, Liber Seregni. Tengo decenas de anécdotas que incluso en debates políticos en Brasil, con varios integrantes de partidos políticos uruguayos presentes, tuvo actitudes muy firmes y definitorias para colocar como centro de la acción de solidaridad el reclamo por liberar a los presos.

En su entrevista con el Presidente de la República de Italia, Sandro Pertini, ese fue uno de los temas centrales de las conversaciones, en primer lugar de Seregni, haciendo hincapié en el origen italiano de la familia del general y de su condición de dirigente de un partido totalmente diverso al suyo.

Lo importante no son las anécdotas, sino el mensaje que nos dejó y que a veces el calor, a veces las miserias de la lucha política y los pequeños cálculos han ocultado, su sentido democrático y oriental, eran absolutamente plurales y nacional, por encima de todo.

Y no es una injusticia con Wilson, sino con nosotros mismos, con el carácter de amplitud democrática, con la diferencia notoria que tenía el movimiento de solidaridad contra la dictadura uruguaya en relación a la de otros países de la región, reconocida por todos nuestros interlocutores políticos, culturales en los diversos países. Y ese debería ser un gran orgullo nacional, que fue mérito de todas las fuerzas antidictatoriales uruguayas. Y en particular de Wilson, el Frente Amplio y de los exiliados uruguayos.

Hay un aspecto que es clave para entender las causas del golpe de estado de 1973 y su relación directa con las elecciones de 1971. En el año 2009 fueron desclasificados documentos del Departamento de Estado de los Estados Unidos donde se afirma que el entonces presidente brasileño, Emílio Garrastazu Médici visitó Washington entre el 7 y el 9 de diciembre de 1971, cuando aún no se había definido el resultado de las elecciones uruguayas. Garrastazu Médici (el cuadro principal de la dictadura brasilera) sostuvo varias reuniones con el Presidente Richard Nixon, el Asesor de Seguridad Nacional Henry Kissinger, el Secretario de Estado William Rogers y el que en breve seria subjefe de la CIA, Vernon Walters. En varios de los memorandos sobre las conversaciones con el presidente brasileño, Richard Nixon menciona la ayuda de Brasil para influenciar las elecciones uruguayas a los efectos de prevenir la victoria del Frente Amplio en las elecciones presidenciales.

Posteriormente la misma dictadura brasilera, consideró que era inaceptable tener en su frontera un país como Uruguay donde sumando los votos de Wilson Ferreira Aldunate y del Frente Amplio, es decir lo que ellos llamaban izquierda ,y fueron los grandes impulsores del golpe de estado y del trabajo interno en los mandos de las fuerzas armadas, tan "patrióticas". No es precisamente un detalle.

El programa "Nuestro compromiso con Usted", de la campaña electoral de 1971, leído en la actualidad (no está en internet...) es hoy un texto "radical", en temas claves y en particular en un sector que tiene mucho que ver con la identidad del Partido Nacional, el campo, la producción agrícola-ganadera, pero también en muchos otros aspectos.

Sus posiciones de avanzada y democráticas tienen un particular valor, porque fue una revolución, dentro de un partido de tradiciones conservadoras y donde su oponente electoral en la carrera por la presidencia en 1971 era nadie menos que el general Mario Aguerrondo, ideológicamente y políticamente de extrema derecha, fundador de la logia de Los tenientes de Artigas, grandes impulsores del golpe de estado.

Las elecciones de 1971 son una clave para explicar muchas cosas, mediante la ley de lemas los colorados acumularon votos de 5 candidatos diferentes. El ganador fue el binomio Bordaberry-Pacheco, que obtuvo 379.515 votos y apenas el 21,97% del total del electorado, mientras que Wilson Ferreira Aldunate - Carlos Julio Pereira obtuvieron 439.649 votos y 25,45%. Se puede decir que los colorados se impusieron exclusivamente por la amañada ley de lemas.

Pero lo más grave fueron las acusaciones de fraude electoral. En un clima totalmente deformado por la el plebiscito por la reelección de Pacheco, el Partido Colorado fue declarado ganador por 12.802 votos. El Partido Nacional denunció ante la Corte Electoral gravísimas irregularidades; hubo más votos que votantes en 211 de los 2.744 circuitos de Montevideo, y que, luego de la votación, cuando las urnas debían ser llevadas al Cilindro Municipal para su protección, al menos un centenar de ellas llegaron con 70 días de retraso respecto de las otras, sin candado y abiertas, ya que, previo a ser depositadas en el Cilindro, habían sido llevadas a cuarteles del interior del país. Por estas y otras razones el Partido Nacional lanzó acusaciones de fraude. Lo cierto es que el tufo a fraude los perseguirá por siempre, aunque hoy blancos y colorados estén casados en su cruzada política.

El apoyo a la Ley de caducidad de la pretensión punitiva del Estado, "ley de impunidad" para los violadores de los derechos humanos, fue pagada política y humanamente por Wilson y no tengo dudas que le amargó el final de su vida. Tampoco tengo dudas que el artículo 4to, fue puesto allí a su instancia, porque pensaba ganar las elecciones de 1989 y aplicar ese aspecto olvidado y aplastado por Lacalle y Sanguinetti para avanzar en las investigaciones y la actuación de la justicia. No hay otra explicación racional de la existencia de ese artículo, que fue utilizado por los gobiernos del FA para romper la impunidad. Para avanzar en Verdad y Justicia en el primer gobierno, que luego fueron taponadas totalmente.

La identidad de los uruguayos no se puede comprender en la actualidad sin nuestro origen nacional a partir de las ideas avanzadas y eminentemente políticas del General José Artigas, del aporte revolucionario a la educación pública de José Pedro Varela, del estado del bienestar en el plano político, económico, social, cultural, legislativo, institucional impulsado por José Batlle y Ordoñez, por Wilson Ferrerira Aldunate y por la lucha, el sacrificio, las ideas y la ética del general Liber Seregni.