Por Esteban Valenti |@ValentiEsteban
Todos los ritos y las ceremonias cívicas se han cumplido, los candidatos recorrieron varias veces el país, como es tradición, la televisión se inundó de avisos de todo tipo, encuestas a gusto y piacere, análisis desde todos los ángulos y rincones y hasta hubo, luego de muchos años un segundo debate entre los dos candidatos del balotaje. ¿No faltó nada?
Falta el resultado, el día de la concurrencia a las urnas, pero todo está bastante definido. Más que en las encuestas que son unánimes, está en el rostro de los dirigentes, en la suma de manotones y en la exposición al desnudo de incapacidades, de soberbias del poder y del otro lado de alguien que aprendió de sus errores del 2014.
El que intente explicar el resultado por los zigzag a veces inexplicables de la campaña oficialista, de la reiteración de los mismos errores de las elecciones internas y de la primera vuelta, hablándose entre sí, entre ellos, es decir a un público importante, los frenteamplistas, pero con el que hoy no se ganan las elecciones. Con esa sola explicación o con la pésima fórmula que puso el FA ante el país, o con una campaña electoral sin rumbo político y con una mediocridad que acentuó todos los problemas, estará profundamente equivocado. Esa es solo una parte, que influyó pero no fue determinante.
La causa profunda, que requería de un milagro para ser superada, es el balance que los uruguayos, la mayoría, un 60% hacen de la actual situación del país y lo que se necesita para resolver los principales y más urgentes problemas que afrontamos. El fondo de todo, es la convicción bien afirmada de que el Uruguay tiene que cambiar de gobierno, y como no hay un solo partido capaz de hacerlo, aceptaron una coalición llena de diferencias, matices y acentos pero que se unió con un documento y un acuerdo para una sola cosa, para cambiar y ganarle al FA. El principal responsable de haber partido el país a la mitad fue el gobierno y el FA. Incluso de haber creado las condiciones para que se formara Cabildo Abierto.
Otro símbolo atronador de esa voluntad de cambiar de la gente fue el bajísimo nivel de protagonismo del pueblo frentamplistas, que en un porcentaje importante no participó en las internas y que a pesar del esfuerzo final, no llegó siquiera a la votación de 1999, el 40%. La reacción final, las caravanas, el acto y las banderas fue una demostración de rebeldía del pueblo, de la gente de abajo del FA, que no fue correspondida en absoluto por sus dirigentes. En absoluto.
En el balotaje coleccionaron todos los capítulos de lo que no hay que hacer en esos casos y en esas circunstancias y que permitiría escribir un excelente manual: "2019. Que cosas no deben hacerse en una campaña electoral, en especial en un balotaje".
No se pueden ser incoherente, desdecirse en actos y palabras poco después y luego volver a contradecirte. Hay que tener una línea política. No podés recurrir a los mismos miedos y cucos que utilizaron contra nosotros las fuerzas tradicionales durante décadas. Le faltó decir que si ganaba la oposición se llevarían a nuestros niños hacia Atlanta, con el tío Trump. No podés ocultar, camuflar de cualquier forma al Frente Amplio, agrediendo al FA pero sobre todos los uruguayos, como si fuéramos lelos por unanimidad y nos tragamos esa pastilla y de paso golpear una de las tradiciones del Frente, la vigencia de su programa. Como si no supiéramos que este es además OTRO Frente Amplio, con mayorías internas totalmente diversas a la historia del FA, sin equilibrios, que fue una clave para la unidad de la izquierda uruguaya.
Y podríamos agregar muchas anécdotas, pero serían solo eso, anécdotas, lo fundamental, lo que faltó de forma estridente, fue una cosa: faltaron mensajes, ideas, relatos, proyectos de IZQUIERDA. No se puede simplemente recordar lo que se hizo en el primer gobierno del FA y con eso vacunarse contra la obligación de demostrar que siguen siendo de izquierda. El poder hizo una obra devastadora, destripó las reacciones de izquierda, se las tragó y expuso en toda su desnudez que su único objetivo claro y terminante es seguir ocupando los sillones, reforzando los clavos. Y se les nota, a la distancia y hace tiempo.
Y creo una gran confusión, los derechos que se conquistaron son liberales, existen en muchas sociedades donde gobiernas fuerzas liberales y la demostración devastadora es que las listas, los grupos que se embanderaron con los colores del arco iris, o con los "derechos" no sacaron un solo diputado. Ni uno.
Ahora si se quieren torturar vean de nuevo el debate con Lacalle, y digan si hay en todo el largo y encorsetado debate, alguna idea de izquierda, de las básicas, de las que nos definen, de las que forman parte de nuestra historia. Marchando a las cruzadas para conquistar Jerusalén se puede ganar o perder, pero aunque hayan caído en combate, seguro que los caballeros llevaban su bandera con la cruz, pero si en esta batalla marchaste con un estandarte irreconocible y con el símbolo de una zanahoria, la derrota no tiene ni siquiera el consuelo de llevar erguida tu bandera, tu identidad y tus ideas. Eso es lo que faltó, sin duda a esta campaña.