María Villarreal*
Latinoamérica21
Desde el año 2020, la riqueza conjunta de los cinco hombres más ricos del mundo se duplicó, mientras que la riqueza de alrededor de 5.000 millones de personas disminuyó. Según el informe anual sobre desigualdad global de OXFAM Internacional presentado en el Foro Económico Mundial de Davos, la riqueza extrema se acumula geográficamente y está disponible sólo para una reducida minoría: casi 70% de la riqueza se concentra en el norte global y es masculina. Y es que los hombres poseen 105 billones de dólares más de riqueza que las mujeres, lo que equivale a más de cuatro veces el tamaño de la economía de Estados Unidos.
La desigualdad de género, que crece de forma descontrolada cada año, se agrava en el contexto de la actual crisis ambiental. Hoy el poder empresarial, mayoritariamente occidental, masculino y responsable por las emisiones de gases de efecto invernadero, aumenta el riesgo de colapso climático y profundiza las injusticias que caracterizan a nuestras sociedades.
Las mujeres son más pobres que los hombres
De acuerdo con las Naciones Unidas, a nivel global las mujeres enfrentan múltiples formas de desigualdad y discriminación: son más pobres que los hombres; tienen los empleos más precarios y peor remunerados; sufren explotación, abusos y violencia sistémica; realizan la mayor parte del trabajo doméstico y de cuidados de forma no remunerada; tienen menos acceso a la educación y la salud; están subrepresentadas en todas las esferas de poder político y económico, y suelen verse excluidas de la toma de decisiones. En esta línea, el informe Desigualdades S.A. de OXFAM visibiliza un escenario desolador donde el hambre, las extremas desigualdades, la explotación laboral y diversas penurias caracterizan el día a día de gran parte de la población mundial y se agravan en base al género.
Pese a los avances en materia de igualdad de los últimos años, ONU Mujeres y el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas (UNDESA) estiman que, al ritmo actual, 340 millones de niñas y mujeres vivirán en la pobreza extrema en 2030. Además, una de cada cuatro mujeres y niñas pasará hambre o deficiencia alimentaria.
Además, las mujeres y niñas sufren los impactos del cambio climático de forma desproporcionada, según la Secretaría de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Como ejemplo, las mujeres constituyen el 80% de los desplazamientos forzados asociados con el cambio climático y experimentan con mayor agudez fenómenos como el hambre, la violencia, la exclusión y la explotación sexual en contextos de desastres.
Y si bien las mujeres son las principales responsables por la elaboración de los alimentos, el cuidado y las tareas agrícolas, las estructuras tradicionales de género obstaculizan su derecho a la propiedad de la tierra, limitan su acceso a los recursos naturales y las excluyen de la participación y de la toma de decisiones sobre cuestiones ambientales.
El destacado rol de las mujeres en la defensa del medioambiente
Las mujeres también tienen un rol fundamental en la sostenibilidad, el cuidado ambiental, en los procesos de resistencia y lucha ambiental contra el extractivismo y la deforestación. Como consecuencia, muchas mujeres son censuradas, sufren múltiples formas de violencia y criminalización, y llegan a pagar con su propia vida.
En este contexto, América Latina y el Caribe es la región del mundo con mayor número de activistas y defensores del medio ambiente asesinados; la mayor parte de las veces mujeres, sobre todo indígenas, negras y campesinas. Según la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, sólo entre 2015 y 2019 se reportaron 166 homicidios de activistas y defensoras de la tierra latinoamericanas, pero se trata de una realidad en gran parte infraestimada.
Aun en un contexto tan violento y desigual, mujeres políticas, investigadoras y activistas medioambientales están también detrás de la construcción de alternativas y han sido protagonistas de importantes avances en la agenda ambiental y climática como la firma del Acuerdo de París, el Acuerdo de Escazú o el Pacto Ecosocial e Intercultural del Sur. En otros términos, dentro y fuera de las instituciones, las mujeres son agentes de cambio y trabajan globalmente a favor de la vida y por una transformación ecológica que permita construir un futuro sostenible y justo para todos.
La Agenda 2030 establece como su quinto Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) alcanzar la igualdad de género y empoderar a todas las mujeres y niñas. Por ello, en la lucha contra las desigualdades, la justicia social no puede estar disociada de la justicia de género y de la justicia ambiental. La desigualdad es un lastre para todos, pero no es una fatalidad y, como muestra la evidencia científica, puede y debe ser combatida con metas y políticas específicas en las que los países ricos tengan las principales responsabilidades.
En este proceso, las mujeres son parte de la solución y tienen un papel fundamental en la lucha contra el cambio climático y las inequidades exacerbadas por la crisis ambiental. De ahí que, para salvar el planeta, es prioritario visibilizar su papel, promover la igualdad de género en todas las dimensiones, y alcanzar su representación y participación plena en la toma de decisiones.
* Cientista política. Profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad Federal Rural de Rio de Janeiro (UFRRJ) y del Postgrado en Ciencia Política de la UNIRIO. Doctora en Ciencia Política por la Universidad Complutense de Madrid.
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