¿Hay explicación para el terrorismo? Tras la Segunda Guerra Mundial hubo que hacer pedagogía contra el nazismo. Hubo que reconstruir no sólo los muros caídos; hubo que emprender la tarea reconstructora desde los restos de la moralidad caída y subyugada por el fanatismo.
La historia, como en bucle, suele repetirse y no en sus mejores versiones. Hoy, el desafío es ser absolutamente intransigentes contra el terrorismo. La negación del otro, de su dignidad, de su vida, de su “existencia” que es lo supone el fundamentalismo en cualquiera de sus versiones, tiene que hacer reaccionar al mundo.
Puede haber “contexto” para un conflicto, para una guerra, pero no puede haber “contexto” ni “explicación” para un acto terrorista; no sin ser un canalla.
Tras el 7 de octubre surgieron las expresiones de apoyo a Israel, pero se fueron diluyendo luego tras la retórica “explicativa” del “contexto”.
En la condena al terrorismo no puede haber mediatintas. No hay ningún “pero también” que resulte admisible para justificar el terrorismo yihadista de Hamás.
El terrorismo genera otros daños además de los actos concretos de barbarie que supone. Ese daño extra es nada más y nada menos que la laceración moral que se produce cuando hay quienes son tolerantes o al menos funcionales al discurso que emana de los promotores del extremismo. Hay allí otro efecto del ataque.
El “pero también” que se vuelve justificante del extremismo y los fundamentalismos representa uno de los mayores riesgos de degradación en una sociedad, porque denota la presencia de la validación de una concepción que habilita la aniquilación. Supone un ejemplo claro y el más dramático —diría yo— del relativismo, en este caso ético y moral, y de una socavación de los valores del humanismo que deberían dar identidad a Occidente.
El terrorismo es condenable de por sí, ya sea que “amenace” la existencia de un solo hombre, como la de un pueblo entero de hombres.
Pero hay que dimensionar las cosas. Lo que el grupo terrorista Hamás propone y tiene por objetivo no solo es el pueblo judío, sino Occidente todo. La presa es la cultura occidental, que tiene por cuna el mundo judío. Israel representa al mundo occidental insertado en el mundo musulmán, y eso les resulta inadmisible. Su objetivo es impedir que las ideas de la Ilustración penetren, y por eso —aunque la izquierda radical no lo vea— el islamismo es tan antisocialista como antiliberal, porque ambas ideas son parte de la misma construcción.
En el caso de Israel se complejiza además porque está en “su” territorio, en el que todo el islamismo considera la Umma.
Pero, en el trasfondo, no es una guerra de índole religiosa, sino cultural y civilizatoria, como lamentablemente ya anunció podía pasar Samuel P. Huntington en el polémico libro “El choque de civilizaciones”. Y el daño llega incluso a la propia civilización islámica, porque debe convivir con el odio insertado en su seno por los extremistas.
Hace pocos días se dio a conocer el documental Terrorismo de Hamás. El odio convertido en arma política, realizado con base en el testimonio de la odontóloga forense uruguaya-israelí Milka Chesler. Ella relata en primera persona sus vivencias en la identificación de las víctimas de los atentados del 7 de octubre. Cualquiera que la escuche no podrá menos que indignarse y avergonzase de lo que puede hacer el ser humano “deshumanizado”.
Es que destrucción está en la propia gestación de Hamás.
Hamás —Movimiento de Resistencia Islámica— nació en 1987 y en su carta fundacional establece: “Israel existirá y seguirá existiendo hasta que el Islam lo destruya, así como borró a otros antes (...) El día en que los enemigos usurpan parte de la tierra musulmana, la Yihad se convierte en el deber individual de cada musulmán” (Artículo 15) y se agrega que “no existe ninguna solución al problema palestino sino por medio de la Yihad” (Artículo 13).
Nació para destruir y nació para destruir sin límites.
En su “guerra”, Hamás ha creado una red internacional de ONG's para lograr financiamiento, además del financiamiento notoriamente conocido por parte de Irán.
Parte de ese financiamiento es utilizado para publicitarse a nivel internacional.
¿Pero cómo surge el intento de explicar y por tanto justificar el terrorismo? Más allá de la respuesta obvia que proviene de la indecencia e indignidad, hay lazos ideológicos que pretenden dar cobertura a las acciones extremistas.
En la construcción del discurso legitimante, las organizaciones fundamentalistas se han asociado con las izquierdas radicales y extremistas.
Tengamos presente que en el mundo árabe islámico hasta los años 90 convivieron dos corrientes: el panislamismo y el panarabismo. La primera es la que dio lugar a los Hermanos Musulmanes y el fanatismo islamista, la segunda se constituyó como un movimiento de liberación al mejor estilo de las guerrillas comunistas (maoistas, guevaristas, etc.). De hecho, Yasser Arafat y la Organización para la Liberación Palestina (OLP) tenían esa configuración, y en esos años esas guerrillas colaboraban con el “proceso político” de “lucha”.
Lo que la izquierda no quiere ver es que esas “guerrillas” árabes (y africanas) no solo desaparecieron, sino que fracasaron (como todas las occidentales). Y su lugar, a diferencia de lo que ocurrió en Occidente, lo tomó el islamismo fundamentalista, que, como vimos, repele el producto de la Ilustración. Un dato alcanza: cuando ganó la revolución islámica en Irán: ¿qué pasó con los comunistas y socialistas que habían luchado por la caída del Sha y habían sido aliados del Ayatolá? Los fusilaron a todos.
Este proceso se inscribe en la reconfiguración de la izquierda radical, que tras la debacle del marxismo y el socialismo, fue mutando hacia la “defensa” de identidades, situaciones subjetivas y creación de mitos. La necesidad del marxismo matricial de ver la construcción histórica como dicotómica en lógica opresor/oprimido, hizo que, en esa reconfiguración, el islamismo viniera a ocupar un espacio de “oprimido” que resulta, además, funcional a la puja antioccidental y antiliberal que propician esas izquierdas extremas. Tenemos también episodios como “el complot de los médicos” que sirvió para que el paranoico final de Stalin reflotara un sentimiento antisemita en la por entonces URSS y eso es parte de un elenco de elementos que han ayudado —no determinado, pero sí ha ayudado— a estimular el sentimiento antijudío dentro de la izquierda radical.
En el caso europeo, la negación de los hechos y la realidad es tal frente al islamismo, que formaciones como Podemos (ahora Unidas Podemos), que en su momento alcanzó la vicepresidencia del gobierno español, llegó a sostener, delirantemente, por parte de una candidata a las elecciones europeas, que “el islamismo era feminista”.
Por su parte, en Latinoamérica, el extremismo se ha asociado con las dictaduras populistas como Venezuela, Nicaragua y Cuba.
Hay que recordar, que el emblema de la izquierda latinoamericana, Fidel Castro, allá por el 2001, reunido en Teherán con el ayatola Alí Jamenei, sostuvo que debía haber una “cooperación irano-cubana” para propiciar “el hundimiento de Estados Unidos”. “Los pueblos y los gobiernos de Cuba y de Irán pueden poner de rodillas a Estados Unidos”, agregó Castro por entonces.
Entre 1998 y 2005 el presidente iraní Mohammad Khatami visitó Venezuela en tres ocasiones buscando cooperación a nivel petrolero.
Los lazos con Irán de parte del bloque populista y radical del continente se reforzaron a partir de 2005 con la llegada al poder de Mahmud Ahmadineyad. Esta nueva dinámica condujo a una ampliación y diversificación de las relaciones bilaterales.
En este período, las interacciones con Irán trascendieron las simples visitas diplomáticas, centrándose en el establecimiento de representaciones diplomáticas y la firma de numerosos acuerdos y tratados en diversos campos, desde energía hasta cultura. Esta mayor cooperación se tradujo en acciones concretas, como la eliminación de requisitos de visado y la creación de empresas conjuntas en diferentes sectores económicos.
En 2023, el presidente iraní Ebrahim Raisi realizó una gira oficial por Venezuela, Cuba y Nicaragua, dando lugar a una serie de acuerdos de colaboración y relanzando la relación con la región. En paralelo, en Teherán, en julio de 2023 Bolivia firmaba un memorándum de entendimiento en temas de seguridad, defensa, narcotráfico y seguridad en fronteras.
Todas estas relaciones ayudan a ir instalando en la región una narrativa sobre la situación en Medio Oriente.
Pero veamos hasta dónde llega el daño y el largo brazo del relativismo justificante. En nuestro país, el Frente Amplio tuvo que emitir dos declaraciones tras los ataques del 7 de octubre, porque en la primera —ocurrida cuando toda la cobarde masacre era de público conocimiento— no hacía mención a un “ataque terrorista”. Y, en la segunda, emparda la acción terrorista con las acciones de Israel expresando que “rechaza y condena las acciones del gobierno de Israel, que está provocando un creciente número de muertos y heridos en la población civil” y “un bloqueo inhumano que deja sin acceso a agua, energía eléctrica y alimentos a más de dos millones de palestinos”.
El 7 de octubre el mundo, nuestro mundo occidental, fue atacado. Quien puso las víctimas fue Israel y otras 36 nacionalidades. No hay lugar para relativismos, justificaciones ni explicaciones de “contexto” para el terrorismo. Israel tiene que saber que no está solo, y Hamás tiene que saber que todos sabemos lo que son: un grupo de cobardes terroristas.