El filósofo y sacerdote belga Michel Schooyans acuñó a finales del siglo pasado la denominación de “invierno demográfico” para describir el fenómeno del que da cuenta nuestro reciente censo de población: más defunciones que nacimientos; una tasa de fecundidad que no deja de caer lejos por debajo del 2,1 hijos por mujer, el mínimo pacíficamente aceptado por los demógrafos para mantener el número de habitantes de un país.
Con similar catastrofismo otro clérigo, el británico Thomas Robert Malthus publicó hace más de 200 años la primera edición de Ensayo sobre el principio de la población. Alertaba que la población crecería en forma geométrica o exponencial, mientras que la comida lo haría en forma aritmética. Las hambrunas, pestes y guerras equilibrarían las cosas. Su teoría alertaba que la población tiende a crecer siempre que crezcan los medios de subsistencia y que ese crecimiento mantiene a la población en el límite del hambre y la pobreza.
Su coterráneo y contemporáneo Adam Smith, padre del pensamiento económico moderno, compartía la misma preocupación. La sustentabilidad de la población dependía de la acotada capacidad de producción de los clásicos factores de producción (tierra, trabajo y capital).
La Revolución Industrial y explosión demográfica
Lo que en su momento no pudieron apreciar ni Malthus ni Smith fue el impacto del nuevo mundo económico que nacía con el fenomenal incremento de capacidad productiva de la revolución industrial. En 1776, el mismo año en que Smith publicó su obra maestra La riqueza de las naciones, James Watt perfeccionaba la máquina de vapor que todo lo cambiaría, potenciando la fuerza del músculo a límites y aplicaciones entonces difíciles de concebir.
Durante miles de años, la población del mundo fue relativamente estable, por debajo de los 1.000 millones, hasta la primera Revolución Industrial: en los últimos dos siglos la población mundial se multiplicó por siete (ver gráfico Nº 1).
Gráfico N°1: Evolución de la población mundial.
Sin embargo, la “explosión” demográfica es un fenómeno del siglo pasado que desaparece en este. El crecimiento de la población mundial se detendrá y concentrará en África y en el entorno de la India. Según Naciones Unidas, nueve países reunirán más de la mitad del crecimiento proyectado de la población mundial en los próximos 30 años: India (que ya superó a China como el país más poblado del mundo), Nigeria, Pakistán, la República Democrática del Congo, Etiopía, la República Unida de Tanzania, Indonesia, Egipto.
Estados Unidos es el único país desarrollado cuya población todavía crece producto de la inmigración. Al mismo tiempo es también el único en el que —haciendo abstracción de la pandemia— la esperanza de vida se estancó e incluso decreció como resultado de lo que se ha dado en llamar “muertes por desesperanza”; un fenómeno que se refiere a las muertes prematuras causadas por la falta de motivación y sentido de vida. Es un término que se utiliza para describir situaciones en las que una persona, generalmente joven, pierde la motivación para seguir viviendo y desarrolla conductas autodestructivas que pueden llevar a su muerte, como el abuso de drogas, el alcoholismo o el suicidio (1).
Orientales de allá y de acá
La superpoblación fue el fundamento del experimento de la política del hijo único vigente durante tres décadas en China. Como consecuencia, el país en el que convive el marxismo con el hipercapitalismo envejece a una velocidad imparable y con consecuencias —incluso globales— todavía difíciles de evaluar.
En 2022, la población de China disminuyó por primera vez en décadas. Hasta ahora cosechó los dividendos económicos de una fuerza laboral joven y barata. Eso llegó a su fin. A diferencia de Europa, China envejece antes de ser rica. El Producto Interno Bruto per cápita chino equivale apenas al 60% del uruguayo.
Es todo un desafío sostener una población mayor con cada vez menos trabajadores en edad productiva. En unos 20 años China tendrá apenas dos personas en edad de trabajar por cada persona de más de 65 años, una situación que hoy no tienen ni siquiera los países más envejecidos de Europa. El énfasis en las tecnologías no es un mero capricho del Partido Comunista, es un imperativo de la productividad necesaria para sostener un nivel de vida que mejoró mucho, incluso en las zonas rurales.
En los análisis demográficos, un indicador resumido del envejecimiento es la edad mediana; el valor que divide a la población en dos grupos numéricamente iguales. En el año 2000, la edad mediana uruguaya era algo mayor que la china (ambas en casi 30 años). En estas dos décadas la relación se invirtió y la edad mediana china es algo superior a la uruguaya (38 contra 39) (2). En 30 años la edad mediana china alcanzaría los 50 años. Para el caso uruguayo se esperaba que estuviera unos cinco años por debajo antes de los datos del censo. Para tener el dato actualizado habrá que aguardar a que existan proyecciones de población a partir de la “foto” de este año.
Los resultados del censo confirman que Uruguay adelantó su fase de inicio de decrecimiento de la población. El achicamiento de nuestra población fue apenas mitigado por el saldo migratorio. En Uruguay la disminución de la población se esperaba dentro de unos 25 años en las proyecciones hechas a partir de los datos del censo de población anterior (2011).
En 2020 la Comisión de Expertos en Seguridad Social (CESS) requirió a su secretaría técnica, como primer insumo, una revisión de las proyecciones de la población a partir de los datos de natalidad observados, que se apartaban significativamente de los supuestos en las proyecciones disponibles. Cuando se hizo la presentación por el equipo técnico, el resultado —que ahora por lo menos confirma el censo— fue impactante y es el fundamento duro de la reforma previsional. Los resultados de esa proyección están en la nota técnica Nº 1 disponible en este enlace.
Uruguay ingresa al todavía reducido pero creciente “club” de una treintena de países que reducían su población.
Gracias a la inmigración algunos países, como en Estados Unidos, mantienen una alta proporción de población en edad de trabajar. En el caso de Uruguay la tan notoria y bienvenida inmigración apenas compensó el llamado “crecimiento” natural o vegetativo que hubiera sido negativo.
Sin la corriente de sabores, expresiones, acentos y voluntad de progreso de venezolanos, cubanos y otros latinoamericanos, seríamos menos que en el censo de 2011. Las penurias económicas, sociales y políticas de estos países han expulsado a millones de personas, de las que unas 60 mil han recalado en nuestras costas.
La explicación de nuestra dinámica demográfica está en la natalidad. Desde el censo de 2011 al de este año, hubo 40.000 nacimientos menos que lo esperado. Solo en 2022 fueron 12.000 nacimientos menos que los proyectados. En el 2011 hubo 14.000 nacimientos más que fallecimientos. En el 2022 los fallecimientos fueron 7.000 más que los nacimientos. Los resultados, aunque atenuados, no hubieran variado sin los fallecimientos como consecuencia de la pandemia de covid-19.
Quienes nacieron en Uruguay hace 60 años tuvieron la probabilidad de tener una media de dos o tres hermanos. Quienes lo hicieron hace 30 años tuvieron la probabilidad de tener un hermano, estadísticamente hablando. La mayoría de quienes están naciendo hoy, probablemente no tengan ninguno, aunque sea bastante más probable que puedan compartir con sus bisabuelos, cosa rara en generaciones anteriores.
Para pensar y diseñar políticas públicas hay que pasar de la foto a la película. ¿Cómo evolucionará esa población en las próximas décadas? ¿Cómo evolucionarán la fecundidad, la mortalidad y la migración? ¿Es esperable que la fecundidad aumente?
Entre los demógrafos existe cierto consenso de que la tasa de fecundidad tendrá alguna recuperación en las próxima décadas. Lo que se estaría viviendo sería una postergación de la maternidad. Sobre esa base, las proyecciones disponibles asumen que se pasará del actual 1,35 hijos por mujer en edad fértil a algo como 1,6 hijos en la segunda mitad de este siglo. Probablemente sea un supuesto optimista que igualmente no revierte la reducción poblacional.
En cuanto a la mortalidad futura, es muy difícil predecir los efectos que tendrá la revolución biotecnológica que está amaneciendo. La esperanza de vida se estima que continuará creciendo a un ritmo sostenido, incluso en ausencia de avances disruptivos que lleven a un aumento de la extensión de la vida. Ray Kurzweil, director de ingeniería y principal orientador en inteligencia artificial de Google, sostiene que todos los modelos económicos usados por las agencias gubernamentales son fundamentalmente débiles en su visión de las tendencias de largo plazo porque se basan en una visión lineal de la historia (la asunción de que el ritmo del cambio continuará a las tasas pasadas). En relación a las proyecciones aplicadas a la seguridad social, señala que el incremento de la longevidad va a superar ampliamente las modestas expectativas oficiales.
En el futuro próximo es altamente probable que haya una relevante alteración en la dinámica demográfica, en el sentido de acelerar el proceso de envejecimiento de las sociedades. Ninguno de los escenarios demográficos proyectados contempla hipótesis de esa naturaleza. Sin embargo, las innovaciones en el campo biotecnológico son impresionantes y seguramente tendrán impacto relevante en breve (3).
¿Qué no hacer?
Una primera y rápida reacción es “hacer algo para que tener más nacimientos”. La buena noticia sobre esta idea es que ya otros países lo han intentando de muy diversas formas, con lo que pueden evaluarse resultados. Las medidas generalmente adoptadas incluyen pagos a los nuevos padres, incentivos fiscales, subsidios, ampliación de las licencias por maternidad y paternidad, mayor disponibilidad y accesibilidad a opciones de cuidado y educación temprana.
La mala noticia es que ningún país ha logrado revertir esa tendencia. A lo sumo ha logrado contener la caída y probablemente otra cosa menos ambiciosa —pero muy importante— como es evitar que los nacimientos se concentren en los estratos socioeconómicos de mayor fragilidad.
Gráfico 2. Tasa de fecundidad de Corea del Sur, China, Francia y Uruguay.
Todos los países que se han propuesto aumentar la natalidad han fracasado ampliamente. Han sido políticas ineficaces e ineficientes, de bajísimo o nulo resultado y altísimo costo. Son lecciones de qué no hacer, y aprenderlas sería un paso en la dirección correcta. Para decirlo más claro, invertir grandes sumas de dinero en fomentar el aumento de la natalidad no es buena idea.
Corea del Sur destinó en los últimos quince años unos 215 mil millones de dólares a las políticas de fomento de la natalidad con resultados desalentadores, como surge del gráfico. Yoon Suk Yeol, presidente coreano desde 2022, reaccionó requiriendo: “[…] reevaluar con calma esa política y descubrir por qué fracasó con base en evidencia científica”.
China no ha logrado superar los catastróficos resultados generados desde 1980 por los planificadores del Partido Comunista durante el liderazgo de Deng Xiaoping (1904 -1997) (4). Pese a los incentivos a la natalidad establecidos en los últimos años se ha mantenido el descenso de los nacimientos. A partir de 2016 se autorizó a las familias a tener dos hijos. Ya en 2013 habían autorizado un segundo hijo si alguno de los padres era hijo único. En 2021, el cambio de política fue radical y se incentivó a que las parejas tuvieran tres hijos. Sin embargo, el tamaño promedio de los hogares ha seguido reduciéndose (de 3,1 a 2,6 personas por hogar) y la tasa de fecundidad sigue cayendo. Pasó de 1,77 en 2016 a 1,09 hijos por mujer en edad fértil en 2023 (5), bastante más baja que el 1,35 que —con razón— la que está alarmando a los orientales del Río de la Plata.
Francia es un país que puede exhibir algún resultado positivo, especialmente en atenuar o contener la caída de la fecundidad. Durante las décadas de 1950 y 1960 Uruguay tenía una tasa de fecundidad levemente superior a la francesa, algo por debajo de 3 en ambos casos. Sobre finales de la década de 1970 se inició un proceso de divergencia que tuvo su máxima expresión en 1976. La brecha de mayor natalidad en Uruguay fue de 1,15, cuando aquí era 3,01 y la francesa 1,86. A partir de allí fue achicándose hasta igualarse entorno a dos hijos por mujer en el 2010, para volver a distanciarse, pero en sentido opuesto, producto del desplome de la natalidad en Uruguay. Lo destacable del caso francés es que en los últimos 20 años logró mantener la fecundidad en el orden de 1,9 y 2 hijos. Las políticas de familia significan aproximadamente el 4% del PIB francés y la aportación de la inmigración se ha estimado en más del 40% del crecimiento demográfico desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
El primer esfuerzo es evitar que se haga lo que no hay que hacer. Me refiero concretamente al plebiscito que propone el Pit-Cnt y parte del Frente Amplio, incluyendo a su precandidata presidencial, la ingeniera Carolina Cosse. Como resumió con toda su aptitud docente Pablo Cayota en un posteo en Twitter: “Un plebiscito que es un temblaredal conceptual, sin un número calculado sobre lo que implica y pleno de soberbia, que clausura y no abre el diálogo social. El abismo para las políticas progresistas por todo el período”. Quien sí hizo números fue el Banco de Previsión Social (BPS). En unos 25 años, el BPS requeriría, por ejemplo, la recaudación de 20 puntos del IVA (subiría al 33%) o duplicar los aportes obrero-patronales, más lo que implique en las “cajas” militar y policial sobre las que no se conocen estimaciones. El dislate es evidente. La responsabilidad por evitarlo es del Frente Amplio en su totalidad, porque no basta con dar libertad de acción para hundir el país en el camino venezolano del “socialismo del siglo XXI”.
Se atribuye a la filósofa y escritora rusa nacionalizada estadounidense Ayn Rand (1905-1982) haber dicho que es posible ignorar la realidad, pero que no es posible ignorar las consecuencias de ignorar la realidad.
¿Qué hacer?
Aunque parezca contradictorio, el mayor énfasis de una política que atienda la baja natalidad no debe estar en el improbable aumento de los nacimientos. Las experiencias internacionales sugieren que ese es un camino poco o nada prometedor. Seguramente haya cosas por hacer para que las familias puedan tener el número de hijos que deseen, cosa que no siempre ocurre, pero no con la esperanza o el objetivo de lograr un improbable cambio de tendencia. En esa línea el caso francés puede mostrar algún logro.
Las políticas que imprescindiblemente deberá encarar Uruguay van por otro lado. El mayor esfuerzo debe hacerse en la infancia que ya corretea y en la juventud que peludea; en los que son una realidad y no una hipótesis.
¡Vaya si hay deuda con ellos! Estamos teniendo una infancia y juventud muy por debajo de su potencial y con gran desigualdad derivada de la cuna. En eso hay una responsabilidad colectiva y política. Sin promover al máximo su potencial se compromete el futuro de todos. Hacerlo no es solo un imperativo ético; es también una necesidad social y económica.
Los pocos niños y jóvenes que tiene y tendrá Uruguay son el capital humano y social con el que contará el país cuando el envejecimiento de la población pase la factura sin miramientos. Son su bien más escaso, su activo más valioso y lo estamos desperdiciando de muchas maneras. Salud, educación, valores, y oportunidades están en el debe con ya varias generaciones nacidas y criadas, en un porcentaje alarmante, en contextos sociales adversos. La incidencia de la pobreza en la infancia y juventud es del orden del 20%, mientras que es del orden del 2% entre los mayores de 65 años. Los resultados educativos, entre malos y modestos en general, son malísimos en los sectores socio económicos donde nace la mayoría de los uruguayos que deberán sostener el Estado de bienestar que nos enorgullece.
Una segunda línea de trabajo inmediato es la inmigración. La experiencia de estos últimos años es altamente positiva y todo hace pensar que países como Venezuela y Cuba seguirán expulsando población calificada. Uruguay se beneficiaría grandemente de contar con una política específica, como lo han hecho países como Nueva Zelanda y Canadá, por ejemplo. ¿Qué se necesita para ser un país atractivo para recibir inmigración calificada? ¿Qué casos de éxito pueden estudiarse? Un camino se inició con la Ley 20.191 de 23 de agosto del año pasado cuyo objetivo es fomentar la radicación de expertos en tecnologías de la información.
“La demografía es el factor más importante al que nadie presta atención, y cuando le prestan atención, no entienden el punto” (6), afirmó Peter F. Drucker (1909-2005), el mayor filósofo de la administración del siglo pasado. Los impactos del llamado “invierno demográfico” son un movimiento tectónico en las sociedades y economías a nivel global. Uruguay está a la vanguardia de esos impactos en el continente. Ninguna de las esferas de las políticas públicas, la sociedad y la economía queda incambiada.
La nueva estructura de edades que tendremos en este siglo tiene efectos en las personas como consumidores y productores de bienes y servicios. El número de personas en cada grupo de edad es importante por sus roles y conductas como consumidoras y como productores. Durante la infancia y la juventud somos básicamente consumidores de recursos para alimentación, salud, educación y esparcimiento. Esos ingresos provienen fundamentalmente de las propias familias, lo que traslada a la descencencia la situación de sus progenitores. No hay pie de igualdad en eso, sino diferencias notorias dependiendo de los entornos socio económicos familiares. El hecho de que niños y jóvenes sean menos por la baja natalidad es una oportunidad que facilita las cosas.
El otro sector al que por excelencia debe proveerse de recursos para su vida son las personas mayores. En países como Uruguay con amplios sistemas previsionales no capitalizados, satisfacer sus necesidades requiere transferencias en forma de aportes previsionales de las personas en actividad y recursos fiscales… que alguien tiene que generar. En este caso se da el fenómeno inverso, el número de personas que tendrá Uruguay en esta situación sólo crecerá en las próximas décadas. Al decir de Umberto Eco (7) (1932-2016) en relación a Italia: “Tendremos, pues, un país casi sin jóvenes y con muchísimos ancianos, prósperos y lozanos… Pero, entonces, ¿quién trabajará para pagarles la pensión?” (8).
Pero los cambios, por si fuera poco, no quedan ahí. No solo importa el número de personas que integran cada grupo de edades. Más importante aún es cuán diferentes son esos grupos en aspectos cualitativos, como consumidores y productores de bienes y servicios. El número de integrantes de cada grupo de edad es más o menos predecible, aunque no del todo como lo evidencian los resultados del censo. Pero no son para nada predecible sus conductas y preferencias, las que dependen de la disponibilidad de nuevos bienes y servicios. En el 2011 seguramente pocas personas mayores aspiraban a tener un teléfono inteligente lanzado por Apple cuatro años antes. Seguramente hoy pocos mayores aspiren a acceder a una terapia contra el alzhéimer, pero en breve muchos querremos acceder a Leqembi (9) u otras terapias contra enfermedades hoy devastadoras.
La demografía afecta las cuentas y el balance de cada hogar, cada empresa, cada industria y cada país. Esto se debe a que los consumidores y los trabajadores son el núcleo de los ingresos y costos de cada unidad de producción, ya sea a nivel del hogar, de las empresas, de la industria o a nivel nacional (10).
Los datos del censo no pueden sino “refrescar” al más ebrio de demagogia. Al decir de Martín Fierro:
“No hay cosa como el peligro
pa refrescar un mamao,
hasta la vista se aclara
por mucho que haiga chupao.”
1. Anne Case y Angus Deaton. Muertes por desesperación y el futuro del capitalismo. Planeta, 2020.
2. Edad mediana por países y datos preliminares del censo uruguayo 2023.
3. El número de agosto de 2019 de la “MIT. Technology Review” se titula “Old age is over”, lo que podría traducirse como que la vejez ha terminado. La publicación está dedicada a las innovaciones en curso en ese sentido.
4. La caída vertical de la natalidad en China en los años 1958-1962 es el resultado de la hambruna provocada por el “Gran Salto Adelante” planificado por el Partido Comunista liderado por Mao. La economía es algo que no se les da con facilidad a los partidarios de esa ideología.
5. “¿Hasta qué punto son graves los retos demográficos de China?” y “La debilidad de la economía y el auge del covid podrían reducir de nuevo la población china en 2023”.
6. Los desafíos de la gerencia para el siglo XXI. Ed. Norma, Bogotá, 1999.
7. Semiólogo, filósofo y escritor italiano, autor de numerosos ensayos y de varias novelas. La más famosa entre ellas, “El nombre de la rosa”.
8. De la estupidez a la locura. Crónicas para el futuro que nos espera, 2016.
9. La FDA concede la aprobación acelerada a un tratamiento para la enfermedad de Alzheimer.
10. Amlan Roy. “Demographics Unrarelled. How demographics affect and influence every aspect of economics, finance and policy”. Wiley, 2022.