Contenido creado por Manuel Serra
Ope Pasquet

Escribe Ope Pasquet

Opinión | MLN-T en Pando: un acto para exaltar errores que costaron sangre, dolor y muerte

Cuando hoy exaltan los errores de ayer, el peligro está en que algunos jóvenes desorientados vuelvan a cometerlos.

09.10.2020 13:36

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2020-10-09T13:36:00-03:00
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El MLN-Tupamaros convoca una vez más a un acto político conmemorativo de lo que la épica del grupo denomina "la toma de Pando". Las consignas de la convocatoria son: "Levantemos nuestras banderas - Enfrentemos el ajuste - Por el Che y los compañeros caídos en Pando". Los oradores: Alejandro "Pacha" Sánchez, Daniel Caggiani y Rocío Martínez.

Muchas veces, desde el restablecimiento de la democracia en 1985, los Tupamaros han recordado en clave de homenaje los hechos ocurridos en Pando el 8 de octubre de 1969. Esta es la primera vez que lo hacen, sin embargo, después de que el Frente Amplio pasó a la oposición tras 15 años de ejercicio del gobierno. Desde el llano, los tupamaros convocan a "enfrentar el ajuste". Los oradores no son los líderes históricos del grupo, sino figuras destacadas de las nuevas generaciones.

La conjunción de estos elementos reclama atención.

Los hechos de Pando fueron delitos de los que resultaron muertos un vecino de la ciudad, Carlos Burgueño, que recibió una bala perdida cuando iba al sanatorio a conocer a su hijo recién nacido; un agente policial, Enrique Fernández, y tres tupamaros: Alfredo Cultelli, Ricardo Zabalza y Jorge Salerno.

La sangrienta acción guerrillera conmovió a un país que, en un marco internacional caracterizado por la Guerra Fría entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, seguía siendo un enclave democrático entre las dictaduras militares imperantes en Argentina y Brasil. El presidente Jorge Pacheco Areco había llegado al cargo por la vía constitucional tras el fallecimiento del titular, Gral. Oscar Gestido, en diciembre de 1967; en el Parlamento se destacaban figuras de la oposición como Wilson Ferreira, Zelmar Michelini y Rodney Arismendi; en la prensa, el diario del Partido Comunista, El Popular, y el semanario Marcha, entre otros medios, criticaban duramente al gobierno. La Justicia actuaba todavía con independencia (aunque los tupamaros pretendieron amedrentarla con secuestros como los del juez penal Daniel Pereyra Manelli y el Fiscal de Corte de la época, Dr. Guido Berro Oribe). Las Fuerzas Armadas no participaban aún de la lucha contra los tupamaros y se mantenían subordinadas a la autoridad constitucional; hasta abril de aquel año de 1969, el Jefe de la Región Militar 1 había sido el General Líber Seregni, quien renunció a su cargo y pasó a retiro por cuestiones administrativas, no políticas.

En aquel Uruguay democrático, que en 1971 asistió a la fundación del Frente Amplio, no tenía sentido ni justificación la lucha armada como medio para imponer un proyecto político. El resultado de la acción guerrillera no fue el triunfo de la revolución socialista, sino el debilitamiento de las instituciones democráticas y la creación de un clima de inseguridad y temor en la población que ambientó el golpe militar de 1973. Cuando se instaló la dictadura los tupamaros no lucharon contra ella, porque ya estaban todos presos o fuera del país; sólo lucharon contra la democracia. Los hechos de Pando no fueron ninguna gesta heroica que hoy quepa exaltar, sino un raid delictivo que no produjo más que muertes y dolor y que sólo debiera lamentarse.

Pasó más de medio siglo desde aquellos sucesos y el MLN-Tupamaros, núcleo duro del MPP que es a su vez el sector mayoritario del Frente Amplio, no sólo no los señala como un trágico error, sino que los reivindica, y los reivindica además en el mismo acto en que convoca a enfrentar a un gobierno que asumió sus funciones hace poco más de siete meses y en circunstancias notoriamente difíciles y exigentes.

Los tupamaros nunca han hecho una autocrítica pública, seria y rigurosa de su empleo de la violencia política en el Uruguay democrático de los años sesenta. Lo que hoy dicen, palabra más o menos, es que los métodos a emplear varían con cada etapa histórica y que en las actuales circunstancias no se justificaría recurrir a la violencia, lo que deja implícito que siguen pensando que en el pasado esa justificación existió. De ahí, la exaltación de los hechos de Pando. De ahí, también, las dudas entre la metralleta y la credencial cívica todavía entre 1985 y 1994, como lo estudió Adolfo Garcé en su libro Donde hubo fuego...

En el Parlamento no hay, felizmente, ningún grupo político que reivindique la dictadura. Tampoco hay actos conmemorativos, en sentido laudatorio, de los sucesos de febrero ni de junio de 1973. El líder de Cabildo Abierto ha sido muy enfático al decir y reiterar que su partido no justifica la dictadura ni defiende las atrocidades cometidas por ella.

Los tupamaros, en cambio, nunca se bajaron del caballo.

Seguramente, los dirigentes son conscientes de la gran distancia que media entre la evocación del pasado sangriento en busca del soplo épico que hace, por desgracia, a la identidad del grupo, y la acción política adecuada al Uruguay de hoy. El peligro está en que algunos jóvenes entusiastas y desorientados confundan las cosas y sientan que para "enfrentar el ajuste" quizás estén llamados a emular algún día las acciones de antaño.

Si así llegara a suceder, enorme será la responsabilidad de quienes, con la perspectiva que da no el diario del lunes, sino medio siglo de historia, insisten en defender lo indefendible.