Por primera vez desde que asumió la Presidencia de Estados Unidos, Joe Biden realizó esta semana una visita oficial a Israel, primera parada en el viaje regional que incluyó también encuentros con los palestinos y cuya última estación -la más compleja por cierto- es Jedda, en Arabia Saudita.
Es oportuno comentar algunos puntos concretos.
1) Contrariamente a lo que alegan quienes comparten algunos videos editados de Biden, en los que parece torpe y, a pesar de sus reciente equivocaciones en la lectura de sus discursos y de su caída de la bicicleta hace pocas semanas, Biden no está senil y tiene bien claro lo que hace. Si bien seguro que más de uno habrá contenido el aliento hasta que terminó de bajar la escalerilla del avión en el aeropuerto internacional Ben Gurion, a lo largo de toda la visita supo combinar declaraciones contundentes con un buen sentido del humor. Lo duro y serio con lo más “light”, los temas complejos con las emociones.
2) Dejó en claro que la relación especial entre Israel y Estados Unidos no es sólo cuestión de valores y moral, sino de seguridad. Washington, tanto con administraciones demócratas como republicanas, considera que un Israel seguro es clave para la estabilidad regional y, por ende, para la seguridad nacional del propio E.E.U.U. Esta vez, se “ancló” el tema en un documento conocido ya como la Declaración de Jerusalem, que hace referencia explícita a varios elementos importantes en la agenda bilateral.
3) Biden es un verdadero amigo de Israel y el pueblo judío. Y, al arribar, reiteró una famosa frase que acuñó y dijo ya años atrás: “no es necesario ser judío para ser sionista”. Ser sionista es reconocer el vínculo inquebrantable entre el pueblo judío y Sion, o sea, la tierra de Israel, y confirmar que allí está el centro de la vida nacional judía. Biden siempre lo defendió y ahora lo volvió a recalcar. Un elemento clave en este sentido fue el énfasis que puso en el compromiso de Estados Unidos para con la seguridad nacional de Israel y su superioridad estratégica en una zona en la que aún tiene enemigos que lo quieren destruir.
4) Pero quedó claro también que, como en la vida, amigos pueden discrepar. No demonizar y difamar como hacen algunos alegando que es legítima discrepancia, sino no concordar en puntos determinados. Y esto se dio con Biden -lo cual no sorprendió- en lo relativo justamente al tema más importante para Israel: Irán. Israel y Estados Unidos comparten el objetivo de frenar el esfuerzo nuclear de Irán, aunque los peligros que llegan de Irán son también en el plano convencional. En lo que discrepan es acerca de cómo lograr la meta. Biden quiere diplomacia y el retorno al acuerdo nuclear del 2015, e Israel considera que ese acuerdo es un craso error, y que es imperioso lanzar una advertencia terminante en términos militares que realmente pueda disuadir a Irán. El gran problema es que la chance que Biden da a la diplomacia -y de todos modos no es seguro que finalmente se firme el acuerdo- es indudablemente aprovechada por Irán para continuar con su esfuerzo nuclear, violando el acuerdo.
5) El tema palestino no estaba concebido desde un comienzo como central en la agenda, pero no podía estar ausente. Ya en su primer discurso Biden dijo que su visión para solucionar el conflicto israelo-palestino es la fórmula de los dos Estados. Eso se refiere claramente a la creación de un Estado palestino independiente y soberano junto al Estado de Israel. Pero él mismo dijo explícitamente que entiende que eso no se puede concretar a corto plazo.
La profunda desconfianza entre las partes ha ido en aumento, aunque se mantiene la coordinación de seguridad en la que tanto israelíes como palestinos tienen interés. En Israel la percepción es que no tiene un interlocutor con el que se pueda llegar a la paz, por la falta de legitimidad del Presidente palestino Mahmud Abbas que fue electo hace 17 años y nunca más volvió a las urnas, por su línea de pagos a terroristas que cometen atentados mortales contra Israel y por el hecho que Gaza está gobernada por la organización terrorista Hamas. Esto, por decirlo en forma resumida. Por otra parte, la continua crisis política en Israel, gobernado ahora por un gobierno de transición y sin certeza de que después de las elecciones del 1° de noviembre se podrá formar una coalición estable, tampoco da legitimidad al gobierno de turno para tomar decisiones dramáticas en caso que se volviera ahora a negociar.
6) Uno de los temas recurrentes tanto en las declaraciones generales como más que nada en el ambiente general que esperaba al presidente Biden en Belén, territorio gobernado por la Autoridad Palestina, era el de la periodista palestina-nortamericana Shirin Abu Aqleh, muerta el 11 de mayo mientras cubría para Al Jazeera un enfrentamiento entre soldados israelíes y palestinos armados. Como es sabido, los palestinos dijeron de inmediato que había sido “asesinada” por Israel . Antes de analizar la bala, sin prueba de ningún tipo, no sólo determinaron que Israel la mató sino que había sido intencional.
Lo interesante es que desde un comienzo, aunque estimaba que había sido un disparo del lado palestino el responsable de su muerte, Israel no descartó la posibilidad alternativa, que haya sido una bala de su lado. Era evidentemente una de las dos opciones. Pero su posición oficial era que resultaba imperioso hacer un análisis forense de la bala para determinar de qué arma había salido, a lo cual los palestinos se negaban.
Finalmente, los palestinos aceptaron entregar la bala a Estados Unidos. Y el comunicado del Departamento de Estado al respecto, señalaba que no se podía determinar con claridad de qué lado había sido disparada la bala mortal. Los palestinos reaccionaron airados y el Presidente Abbas exhortó a Biden a rever el tema.
Los palestinos decidieron de antemano que Israel la había matado, agregando inclusive que había sido intencional, y los hechos y pruebas les resultan irrelevantes. ¿Qué mejor para demonizar a Israel que asegurar que mató a propósito a una periodista?
7) Otro de los puntos de discrepancia-aunque Israel no dijo nada en contra públicamente- fue la decisión de Biden de anunciar una ayuda de 210 millones de dólares a UNRWA, la agencia especial de la ONU para los refugiados palestinos, a la que su antecesor Trump le había quitado los fondos. Con esto, superan los 600 millones las sumas aprobadas por Biden para UNRWA desde que llegó a la Casa Blanca. Destacó la importancia de apoyar a los refugiados palestinos y garantizar su bienestar.
Aunque ineludiblemente recuerdo que si los árabes no hubiesen atacado a Israel cuando nació, en 1948, no habría hoy ni un refugiado palestino, concuerdo con que a nivel humano, personal, los refugiados mismos tienen derecho a vivir dignamente. Dicho sea de paso, fueron los países árabes los que lo impidieron durante décadas , perpetuándolos en campamentos miserables, para usarlos como arma política contra Israel.
Pero el problema con UNRWA no es que se ayude a los refugiados, sino la línea que siguen en sus escuelas , incitando en sus libros de estudio a la violencia contra Israel, demonizándolo, y recurriendo inclusive a elementos abiertamente antisemitas. El instituto de investigación Impact SE analizó varios libros de estudio que son parte del programa curricular en las escuelas de UNRWA y confirmó que esa línea se mantiene. No debería llegar ni un dólar a instituciones de ese tipo, que fomentan la violencia y el odio y con ello dañan a los niños en esas mismas escuelas, enseñándoles inclusive que es legítimo aspirar a morir atacando israelíes.
El camino al infierno, afirma el dicho popular, está lleno de buenas intenciones. Eso podría aplicarse también a algunas de las decisiones de Biden.
8) Dicho todo esto, el punto más clave del viaje para Biden, es Jeddah, Arabia Saudita, y el encuentro con el príncipe heredero Muhammad Bin Salman, esperado con mucha tensión. Biden había convertido a Arabia Saudita casi en un estado paria apenas asumió, tanto por la violación de derechos humanos como por el asesinato del periodista Jamal Khashoggi en Turquía, atribuido al propio Ben Salman. Pero he aquí que estalló la guerra en Ucrania, los precios del petróleo subieron mucho, eso le complica a Biden en el plano interno, y quiere lograr que Arabia Saudita acepte incrementar su producción petrolera. Por eso, decidió ir a lo del viejo aliado de Estados Unidos en la zona, tragar saliva y tratar de resolver el problema.
Esto deja en claro que también gobernantes con altos valores y principios auténticos y loables, tienen que prestar atención a sus intereses.
Creo que esto ajusta lo que Israel siempre supo: que por mejores alianzas y amistades que tenga, en definitiva, debe ser capaz de defenderse solo, según sus propios intereses de seguridad nacional.