Días pasados organizamos una instancia de intercambio político y académico acerca de las tendencias globales en economía y relaciones internacionales y los desafíos para la región y el Uruguay. Es este un tema de enorme relevancia que impacta prácticamente en todas las dimensiones de la realidad económica, social y cultural de nuestro país.

Enrique Iglesias suele decir que “no estamos en una era de cambios, sino en un cambio de era”. La penetración de China en el mundo implica un desafío, además de una cuestión estructural, en lo comercial, en lo financiero, en las inversiones, en lo político, en materia de valores. Enrique Iglesias lo pone en términos de valores civilizatorios. ¿Cuánto le llevó a China a penetrar en el mundo? Nada si pensamos que China se integra a la Organización Mundial del Comercio en el 2000.

No se trata de concebir la geopolítica del mundo actual con una lógica de Guerra Fría, pero tampoco hay duda que existe un creciente conflicto geopolítico Estados Unidos-China y ello repercute a nivel global y también en las decisiones que toma Uruguay. Basta reparar en cómo vio Estados Unidos que el Ministerio de Defensa se encaminaba a comprar lanchas de patrullaje oceánico a los chinos. El gobierno tuvo la suerte de que eran caras y pudo desistir. ¿Hubo o no hubo reacción de Estados Unidos? ¿Por qué están visitando el cono sur en los últimos tiempos como quizás nos pasaba desde hace un largo tiempo? Claramente hay un contexto político que condiciona todos los posicionamientos.

En el año 2002, con el Centro de Estudios Estratégicos 1815, que conducía el general Líber Seregni, hicimos tres seminarios sobre inserción. Las discusiones y el mundo eran otros, pero —en el fondo— los dilemas de Uruguay no eran muy distintos ¿Cuán cerca o cuán lejos del Mercosur estamos? ¿Cuán integrantes o pertenecientes a ese Mercosur somos? Entonces no era ni zona común, ni zona de libre comercio, ni mercado común, ni unión aduanera. Cuando a veces se habla de una moneda común, yo digo que no existe la mínima base para alcanzarla. Para Uruguay, el Mercosur representó una restricción venciendo una lógica de las burguesías locales que eran super proteccionistas. Un proteccionismo que ni la dictadura logró bajar. La dictadura tenía como objetivo de bajar aranceles hasta el 35%; no lo logró, en cambio con el Mercosur pasamos de largo el 35% en poco tiempo: o sea fue una economía política porque acuerdos comerciales con Argentina y Brasil ya teníamos y entrábamos casi todos los productos con arancel cero o muy bajo, el CAUCE [Convenio Argentino-Uruguayo de Cooperación Económica] y el PEC [Protocolo de Expansión Comercial].

De aquellos seminarios que organizamos con Seregni, recordamos siempre las palabras de un gran embajador uruguayo, Elbio Rosselli, quien planteaba que Uruguay es un país pequeño y tiene que insertarse en el mundo. En el mundo hay un millón de conflictos y nosotros como país chico tenemos que dialogar con todo el mundo, cual malabarista girando las pelotitas en el aire. La relación con el Norte-Sur, la relación con Estados Unidos, la relación con Europa y ahora la relación con Asia. Ese es el destino de Uruguay.

Precisamos políticas de largo plazo que cuiden los activos intangibles del Uruguay. Nadie se lo cuestiona; la credibilidad, la reputación en todos los terrenos. Uruguay necesita todos y cada uno de los sellos de credibilidad posible. El primero es el del respeto a los derechos humanos. Cuando hay lugares donde se violan los derechos humanos no podemos preguntar ¿son de izquierda, son de derecha? No, porque antes de ser de izquierda o de ser de derecha está el respeto a los derechos humanos. Este debe ser un anclaje clave incluso en el debate político doméstico. Debemos cuidar el respeto a los contratos, desde honrar las deudas, mantener el grado inversor, hasta ser cooperativos en materia de información tributaria, de combate al lavado de activos, de financiamiento del terrorismo. Desde allí hasta Marset. Son todos elementos que hacen a la reputación del Uruguay.

La estabilidad política es fundamental, la estabilidad social es fundamental, el respeto a los contratos, el rol del sistema de partidos políticos que da estabilidad. En América Latina los partidos políticos se han debilitado y las políticas son cada vez más inestables. Cada vez son menos los gobiernos que culminan sus mandatos. O las perspectivas de reversión en sociedades cada vez más polarizadas, con el debilitamiento de los partidos, son cada vez más difíciles. En un contexto en el que América Latina es cada vez más irrelevante a nivel global, sin liderazgos políticos que nos coloquen en el centro del mundo. Porque para liderar una región hay que ser más generoso, como fue Alemania.

Hay tendencias muy importantes, tecnológicas, ambientales, con impactos muy fuertes. El tema ambiental o las patentes son parte de tratar de poner un freno al avance de China y allí América Latina ahí tiene una oportunidad. Las tendencias tecnológicas son brutales. En todos los países hay desarrollo tecnológico, de capacidades, de inteligencia artificial. Pero no todos lo usufructúan, transformándolo en valor para sí mismos.

Las tendencias tecnológicas impactan sobre lo que se produce, cómo se produce, y sobre las relaciones laborales. Condiciona todas las políticas, la tributaria por ejemplo: ¿a quiénes podemos cobrar impuestos? ¿Cómo podemos sostener la seguridad social? ¿Cómo sostener políticas sociales en este mundo donde ya no habrá relaciones laborales a la vieja usanza? Hoy todo lo hacemos en base a herramientas que van a ir desapareciendo. ¿Cómo va a ser por ejemplo el transporte y la materialidad de los productos cuando el futuro es mandar un archivo y que se imprima el producto? Vamos a empezar a importar casas porque la industria de la construcción ya va a camino a que las casas se produzcan con impresoras 3D entonces. Otro mundo en el cual importa la energía, el diseño, la creatividad.

Son tiempos de cambios drásticos. Cuando veamos que cada vez sea más fácil hacer un tratado comercial será cuando importen menos. Para entonces habrá fracasado el orden internacional del libre comercio, porque si hay cientos de acuerdos comerciales bilaterales, es porque el libre comercio no existe. Cada vez más pesan los servicios y la tecnología y eso fluye sin acuerdo comercial. ¿Acaso importan los aranceles cuando Uruguay importa servicios? El principal comprador de servicios de Uruguay es Estados Unidos, sin embargo no tenemos ningún TLC con Estados Unidos.

Si lo comercial, lo que uno produce, lo que uno vende, la inserción en el mundo son fundamentales, la clave está en cómo se inserta la gente en el nuevo mundo laboral. Hay enormes desafíos para todo el sistema de educación y generación de capacidades que tiene fuertes presiones a la inequidad. Es impostergable una verdadera reforma educativa que repare en los contenidos, en esas nuevas formas de aprendizaje en un mundo en donde el conocimiento importa cada vez menos porque se vuelve obsoleto rápidamente y lo que cuenta es la capacidad de aprender, de generar, incorporar conocimiento e información de manera sistemática toda la vida. Esto desafía el sistema educativo, y es además un proceso con una fuerte presión a la desigualdad. Es cada vez más difícil mantener esa formación necesaria de manera socialmente equitativa, lo cual nos obliga a reflexionar y diseñar políticas públicas.

Para un país como el Uruguay con una apreciación por la equidad, donde la inequidad aún nos duele y nos resultan insultantes las desigualdades y la pobreza, sostener ese valor en un desafío tan grande como ineludible.