Domingo al atardecer, el Presidente de la Federación Ancap, Gerardo Rodríguez daba sus últimos detalles a la carta que haría pública el día después. Se trata nada más y nada menos que una misiva al Presidente de la Republica, para que de alguna forma intente acallar a dos de sus senadores más combativos. En pocas horas, aquella virulencia manifestada al inicio de la semana donde en forma impostada y rodeado de compañeros tuvo el mal momento de querer atropellar al mandatario en Minas, quedo atrás. Luis, siendo Luis, le dio un nuevo revés en las decenas de errores y horrores cometido en los últimos tiempos por Gerardo, una de las principales caras y voces del referéndum del próximo 27 de marzo.
En la inauguración de la UTEC en Lavalleja, en forma gratuita, Rodríguez hizo que la población recordara su complicidad con las administraciones frentistas a la hora de hacer pudrir un horno de portland en la planta de Paysandú.
La Federación Ancap, altamente sensibilizada a la hora de sacar declaraciones altisonantes en defensa de las empresas públicas, sigue sin mostrar sus resoluciones contrarias a todo ese escándalo visible, palpable y recordable. Es el mismo sindicato que hoy está inversamente radicalizado al momento en que el pueblo uruguayo capitalizara en 800 millones de dólares un ente monopólico en la cercana época dorada de las administraciones progresistas en Uruguay.
Mientras Gerardo Rodríguez terminaba de pergeñar los puntos y las comas de la victimización, allá lejos de su casa, bastante lejos en la refinería, otras cosas estaban pasando.
Alguien o algunos, uno o varios, estaban por iniciar la madre de todas las conquistas del voto rosado. La pantera rosa dejo de ser un dibujito animado, para transformarse en realidad.
Una brigada agazapada entre las penumbras esperó el momento justo para poder subir los miles de escalones de la chimenea de la refinería y, de esa forma, poder puntillosamente colocar a su alrededor una pancarta de color rosa que sintetizara la lucha de la clase trabajadora. Lucharon contra la temperatura de la chimenea que emana cientos de grados de calor, lucharon contra el vértigo y lograron en forma ejemplar cumplirle el sueño de Michelin de pintar todo de rosado, incluso la salida de los gases donde se transforma el petróleo. Nada les importo, ni la chimenea, ni la seguridad, ni las consecuencias de una ráfaga de viento más fuerte y menos, absolutamente menos, las consecuencias impredecibles que un sabotaje de estas características generaría en la gente de Pueblo Victoria y La Teja.
Estas líneas podrían ser una caricatura de la realidad, pero lamentablemente son parte del entorno con que Gerardo Rodríguez y su sindicato han impregnado esta última etapa de la campaña de su referéndum, donde han obligado a la población a tener que pronunciarse sobre 135 artículos de una ley que no solo no trajo perjuicios, sino que por lo mismo no le interesa a una sociedad saliendo de una pandemia que vive las consecuencias de un mundo en guerra.
Propios y extraños, celestes y rosados, hemos sido rehenes de los caprichos de este personaje desde el mismo día de la promulgación de la ley. Nunca le importó más nada que sus intereses y con un manejo cuasi extorsivo fue generando las alianzas que llevaron a la izquierda al embarque de esta cruzada rosada. La historia está escrita, hay testimonios, hechos y declaraciones que atestiguan el nivel esotérico de aislamiento que manejó Rodríguez en su comodidad de siempre, mientras el pueblo uruguayo se debatía entre la incertidumbre, el desempleo y las irreparables consecuencias del COVID-19 y que la historia está a días de adjudicar la debida responsabilidad.
Mientras la taba está en el aire, vamos a darle elementos a Gerardo Rodríguez para que cumpla de una buena vez sus amenazas y me inicie todos los juicios que se le antoje, donde concurriré sin fueros a decir las verdades que detallaremos.
No nos vamos a cansar de denunciar los abusos de los dirigentes sindicales, fundamentalmente de los organismos públicos que tienen por conducta no trabajar. Gerardo Rodríguez, en el año 2021, solamente concurrió a cumplir sus obligaciones laborales dos días, el equivalente a 48 horas o 2880 minutos.
No nos vamos a callar en denunciar la falta de autoridad moral de Gerardo Rodríguez que, en el correr del año 2021, solamente tuvo un descuento de 12 horas por motivo de paros, mientras en promedio todos los trabajadores de ANCAP que adhirieron a las distintas medidas gremiales tuvo 80 horas de descuento.
No vamos a dejar de gritar a los cuatro vientos que durante el desfalco que se propició al pueblo uruguayo, que tuvo que disponer de 800 millones de dólares para poder capitalizar un ente monopoólico como ANCAP, Rodríguez y su sindicato hizo la vista gorda, avalando el más cruento desmantelamiento que se recuerde de una empresa pública en el Uruguay.
Es por eso que esperamos con ansiedad el cedulón, por que por más que para muchos haya que generar fuegos de artificio para dar un poco de manija previo a la elección, para nosotros, el manejo de la austeridad, el respeto por los dineros públicos, y la promoción del trabajo y del esfuerzo con la verdad no son temas electorales, son temas sacramentales.