La prensa nacional en general atribuye el buen resultado para el Partido Nacional en las elecciones departamentales y municipales al buen desempeño del gobierno nacional.
El buen desempeño del gobierno es innegable y va más allá de toda luna de miel con la consideración pública. La cuestión es si allí está la principal causa de la victoria generalizada.
En el mes de octubre del 19 el Partido Nacional obtuvo 696.452 votos. En las elecciones departamentales consiguió 844.504 votos. La diferencia alcanzó los 148.052 votos. La explicación podría estar en esa buena performance de su dirigencia nacional en el gobierno.
Al descomponer el resultado esta teoría queda cuestionada. El Partido Nacional no creció parejo en todo el país. En el interior pasó de 380.360 a 552.321 con un crecimiento de 171.961. En la zona metropolitana pasó de 316.092 a 292.183 con una caída de 23.909. En el interior fue un 31,13% mejor que en las elecciones nacionales y en la zona metropolitana fue un 8,18% peor.
La performance departamental del interior fue mejor que en la elección nacional y la de la zona metropolitana peor. Esta realidad cuestiona la lectura simplista. El interior ganó por el interior. La buena performance del gobierno ayuda y mucho. No explica la victoria. Razonando por el absurdo llegamos con claridad a esta afirmación. Si la explicación de todo fuera la buena gestión del gobierno nacional, ello hubiera sido así en todos lados.
Como mínimo, en ningún caso hubiera existido caída. Sin embargo, ésta se produjo y en los lugares de más influencia del gobierno.
En Cerro Largo, más allá de la aplastante victoria frente a un candidato de innegable peso político, más allá de ese 86% de los votos válidos, el Partido Nacional duplicó (104% más) en las departamentales su votación de setiembre. En Treinta y Tres el crecimiento superó el 76%, en Soriano superó el 67%, en Tacuarembó el 57%. En todos lados, salvo en zona metropolitana y algún otro departamento, se creció como mínimo un 30%. Esto habla de una vocación, de un conocimiento, de capacidades políticas de las dirigencias departamentales que debemos respetar.
La elección de setiembre también se ganó desde el interior. De allí emergió la diferencia, y antes la movilización que produjo el quiebre. El resultado me hace pensar en al menos tres líneas de acción necesarias.
La primera, el reconocimiento de las capacidades políticas y de gestión instaladas en el interior de la República. Si el Partido reitera victorias electorales es porque la gestión satisfizo las demandas ciudadanas en cada departamento y en cada municipio. No se gana tanto si no se hizo bien. El gobierno nacional debe también satisfacer estas demandas para volver a ganar. También debe reconocer que quienes gestionaron con conocimiento afinado de las demandas y de las herramientas para satisfacerlas en la materia departamental, también son capaces de conducir lo nacional. El gobierno nacional se ha perdido la oportunidad de contar con esa gente en la primer camada de nombramientos de responsables de las diferentes áreas. Tal vez pueda reconsiderar criterios para futuros nombramientos. No necesariamente el mejor académico es el mejor administrador. De poco vale el conocimiento teórico si no se conoce al destinatario de cada acción. Así como se confía en esa gente para juntar los votos, se le debe tener fe para gobernar.
La segunda línea es coherente y tal vez parte de la primera. Se debe reconocer y respetar el voto ciudadano de cada departamento. Por algo algunos tuvieron la preferencia popular. Cuando se trata de administrar la materia nacional en cada departamento es imprescindible cuidar estas proporciones. Los resultados dicen quienes fueron capaces de edificar una oferta electoral compatible con las demandas ciudadanas de cada porción del territorio. No considerar este resultado tendría consecuencias malas en el mediano y largo plazo. En lo partidario desalienta el esfuerzo. En lo ciudadano quita credibilidad y sensación de respeto. En la gestión disminuye su calidad.
La tercera línea tiene que ver con el trabajo político en Montevideo y Canelones. Cada cinco años nace una figura, que en general valoramos bien, sobre cuyos hombros ponemos la responsabilidad de compensar el desconocimiento partidario sobre el área metropolitana y la falta de trabajo político con respaldo de todo el Partido de todo un lustro. Esto tiene que cambiar. Nuestras banderas deben ser natural vista en cualquier rincón del paisaje capitalino. Nunca una sorpresa y menos una mala sorpresa. Tenemos que estar siempre, y debemos hacer admitir nuestra presencia. Seguramente nuestro desplazamiento tiene un principal culpable, que somos nosotros mismos. Debe empezar otro tiempo. El de la permanencia en todos lados. Llegó la hora de respaldar a esos compañeros del Partido que están los cinco años en los barrios más alejados de la costa. Allí está el valor.
Leer bien los resultados evitará desilusiones e injusticias, y nos llevará a hacer lo que hay que hacer para ganar más seguido, y no sólo cuando los otros pierdan.