Cada día que pasa se vuelve más imprescindible que nuestro país se plantee una estrategia nacional de desarrollo. Para eso, existen ciertos sectores fundamentales y estratégicos que necesitan ser cuidados, especialmente durante el desarrollo de dicha estrategia. Debemos, sin duda, pensar en cómo lograr la transformación productiva de nuestro país y, de esa forma, poder forjar un proyecto distinto, sustentable y viable en un mundo cada vez más desafiante y complejo.
A esta altura de las circunstancias, no tengo dudas que este asunto deberá ser uno de los focos del debate nacional de cara a las próximas elecciones. En la antesala de ese debate existen algunas cosas que se pueden ir haciendo o, incluso, no haciendo si es que puede llegar a atentar contra esa estrategia. Porque el país del futuro se va construyendo día a día.
¿Qué pasa con el Tratado de Cooperación en materia de Patentes?
Cada vez que hablamos de patentes, me viene a la cabeza el ejemplo de Corea del Sur. Un país exitoso, que ha contribuido de forma activa a la innovación productiva y ha puesto la investigación científica al servicio de dicha estrategia de desarrollo. Ese país, según los datos de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), ocupó el cuarto lugar en el número de solicitudes de patentes internacionales. La lista la encabeza Estados Unidos, seguido por China y en tercer lugar Japón.
Como se sabe, las tendencias en materia de patentes dan cuenta que estas son presentadas —principalmente— por los países más desarrollados. Todo esto es conteste con el hecho de que las solicitudes de patentes de invención, además, son encabezadas por las principales empresas multinacionales. Todo un combo de parte de las principales potencias mundiales.
En cuanto al Tratado de Cooperación en materia de Patentes, no tenemos dudas que tiene por finalidad defender los intereses de los países y las empresas más poderosas del mundo. Este punto lleva, indefectiblemente, a promover a favor de ellos una serie de derechos monopólicos a nivel mundial, que podrían cercenar nuestras posibilidades de desarrollo.
Por otro lado, no queda clara la conveniencia de hacer una cesión de soberanía a favor de las disposiciones del Tratado de Cooperación en materia de Patentes, en perjuicio de nuestra legislación nacional. Esto resulta bastante claro si se analiza la posición objetiva de nuestro país en el concierto internacional. Si Uruguay fuera un país líder en materia de innovación y patentes, capaz que este instrumento internacional contribuiría a profundizar nuestro desarrollo. Lamentablemente, todavía estamos muy lejos de eso.
Entonces, cabe la pregunta: ¿No sería mejor, en lugar de ratificar este Tratado, pensar en ayudar a nuestras empresas de capital nacional? Porque este reconocimiento en materia de patentes —a través del Tratado—, podría dificultar seriamente a nuestras empresas que operan dentro del mercado local. La consecuencia de esto es clara: la afectación de los puestos de trabajo de quienes apuestan a generar emprendimientos a nivel nacional.
Otro aspecto notorio del Tratado de Cooperación en materia de Patentes es que del mismo no se vislumbra ninguna ventaja que beneficie a los empresarios nacionales. Antes de aprobar un instrumento internacional pensado a la medida de las multinacionales y los países desarrollados, tal vez habría que pensar en cómo se logra posicionar a nuestra producción en el resto de los países. Por lo pronto, no parecería ser a través de la ratificación de este Tratado.
¿Qué hacer entonces?
Antes de ratificarlo debemos preguntarnos si este se condice o no con el proyecto de país que queremos. ¿Hay necesidad urgente de aprobar un instrumento internacional de estas características sin analizar las implicancias que pueda tener para nuestro país? Entiendo que no, pero debemos al menos dar la discusión de manera profunda y responsable.
En honor a la cautela y la seriedad, es que debemos analizarlo en profundidad, estudiando cada una de sus implicancias y sus consecuencias.
Como decía José Batlle y Ordoñez, “el que se precipita, se precipita”.
Apurarse a ratificar este tratado podría traer consecuencias muy negativas.
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