No se puede medir ni la importancia del impacto positivo ni negativo de una campaña electoral, pero se puede seguir su evolución y cómo influye en las encuestas de intención de voto. Y todos protestamos, pataleamos, pero las encuestas son un insumo muy importante. Sobre todo cuando se tiene acceso al conjunto de la información y se las complementa con los grupos motivacionales y se las estudian con rigor y modestia. No hay nada peor que tratar de discutir y enseñarle a las encuestas.

En el balance de las campañas no alcanza con analizar la propia, también hay que considerar la de los adversarios, no es una partida de pelota frontón con un solo jugador, es una disputa muy cerrada entre varios contrincantes que disponen de sus propias estrategias, medios, discursos y actividades.

Terminado el ciclo electoral 2019-2020, conocidos los resultados, hay que apurarse a realizar los balances porque, luego todo se lo lleva el viento de los nuevos acontecimientos. Algunos partidos como el Frente Amplio incluyeron en su reciente documento una parte específica sobre la campaña electoral.

Las elecciones no se ganan exclusiva ni fundamentalmente por la campaña electoral, pero ayudan bastante a perderlas si están mal hechas. Sobre todo en un país con una larga tradición y con 14 meses desde la primera votación en las internas y las departamentales-municipales.

Tengo experiencia en campañas electorales, desde la de 1989 (elección de Tabaré Vázquez como intendente de Montevideo y la lista 1001 con casi el 50% de los votos del FA), hasta la del 2014, en diferentes posiciones no me perdí ninguna. También varios referéndum y realice varias campañas en Argentina (Cámara de diputados, gobernación de Santa Fe, presidencial) y en Paraguay.

Esta es la primera campaña electoral desde la caída de la dictadura en que no tuve ninguna participación. No niego que puedo tener una visión subjetiva, pero no por ello me voy a callar.

La campaña nacional del Frente Amplio en su conjunto tanto para las internas como para las dos nacionales de octubre y noviembre, fueron malas, sin ideas, sin personalidad, sin lograr responder las principales interrogantes que planteaba el electorado. Eran muy difíciles y complejas y hay que admitirlo.

El 3er gobierno del FA terminó con bajos niveles de aprobación y altos de insatisfacción, con un FA lleno de preguntas sin respuestas ante la gente, con un sector de ex militantes y adherentes descontentos y con un muy bajo nivel de compromiso militante que fue siempre un punto de fuerza histórico del FA. Del otro lado había una estrategia bien diseñada, que se planteaba un solo objetivo central: CAMBIAR, SACAR AL FA DEL GOBIERNO y en eso coincidían todos: blancos, colorados, Cabildo Abierto, Partido de la Gente y Partido Independiente.

La campaña del FA volvió a concentrarse, en otra situación en "el cuarto gobierno" en "otro gobierno" es decir a resaltar uno de los defectos más criticados, la omnipotencia en el poder y el poder como elemento básico de todos sus objetivos. Y le salió mal.

El FA no se derrumbó, pero en las legislativas perdió 43% a 57%, una derrota importante. Y la campaña electoral en su conjunto, en la comunicación del candidato presidencial, de la fórmula, de las principales fuerzas integrantes, el discurso fue confuso, sin centros claros, sin asumir ninguna de las debilidades y tratar de darle respuesta a la ciudadanía, una publicidad anodina, una baja militancia en las calles y en las redes y sin ninguna estrategia de comunicación central y coordinada. Ayudaron a perder las elecciones.

¿Alguna recuerda, una propuesta central, una idea fuerza, una pieza publicitaria, algo de la campaña? Esa mediocridad se paga muy cara. Las campañas tienen que jugarse, arriesgar, buscar el impacto en la gente y no manejar la mediocridad. No tienen nada que ver con la venta de productos comerciales. En el Uruguay menos que menos. Son política pura.

Del otro lado tampoco hubo una campaña deslumbrante, pero no se cometieron errores, se construyó una fórmula que era lo mejor que podía ofrecer la oposición y el Partido Nacional, aprendieron de otras campañas, inclusive el candidato a presidente y su comunicación funcionó bien. En su conjunto, con campañas caras que dieron muy bajos resultados, sin que ningún partido, excepto Cabildo Abierto, tuviera resultados espectaculares, al contrario, todos fueron mediatizados y otros se hundieron, pero logró imponer la idea central de sacar al FA del gobierno, al menos del dominio del Poder Ejecutivo y del Legislativo. Por 30 mil votos ganaron la presidencia en el ballotage, nada que resalte.

No hubo debates políticos con vencedores netos, no hubo piezas para el recuerdo, de parte de nadie, pero en su conjunto triunfó en la mayoría de la ciudadanía ese concepto clave para la oposición: sacar al FA del gobierno. Lo lograron.

¿Se podía evitar? Ni la estructura del FA, ni sus líderes, tuvieron la capacidad política para asumir a tiempo, antes incluso de las elecciones, los cambios necesarios, en las políticas del gobierno, en el elenco ministerial, en el discurso y en la comunicación para cambiar la situación. Una presidencia absolutamente pagada de sí misma y que se consideraba imbatible, contribuyó a agravar la situación. "Nos vemos en las urnas" espetado a un productor rural, fue una sentencia y el interior y el campo encontraron al FA en las urnas y lo revolcaron, en octubre y sobre todo en setiembre del 2020.

La campaña electoral debe ser un punto de cuestionamiento, de ajuste, de crítica creativa y exigente con la labor política y de gobierno, cuando hace 15 años que se gobierna y con mayoría parlamentaria. No lo fue, le falto el nivel político para asumir ese papel. Cumplió una simple labor profesional y punto.

¿Hay errores personales? En un país donde el caudillismo, el papel de los dirigentes es tan fuerte como en el Uruguay, no puede ser que solo sea para bien y para aplaudirlos, el que quiere cruzar el amplio océano hacia el poder, se tiene que mojar de lo lindo y arriesgar de lo lindo. Y poner a prueba sus capacidades anteriores de político y de gobernante y su capacidad de comunicar, de transmitir los principales mensajes. Y debe arriesgarse en serio, ser capaz de ajustar el tiro. Y no se hizo, esa es responsabilidad del candidato, de la fórmula, del entorno y del equipo de campaña.

Hay situaciones extremas, los errores de la campaña de Daniel Martínez en las elecciones departamentales del 2020 fueron muy grandes y el aprendizaje y la campaña de Carolina Cosse fue la contracara. A Álvaro Villar además de manosearle el resultado con la lista 6009, que es un escándalo tragado como un gran sapo, por los que lo saben perfectamente, le pesó mucho la desproporción entre el apoyo de la 609 MPP y todos los demás grupos que lo apoyaban que aportaron bastante poco. Y eso definió la situación. No levantó el vuelo que debía levantar y para el que tenía méritos y condiciones. Además de que lo bombardearon desde adentro y desde afuera. Lo digo con conocimiento de causa.

Las derrotas del FA en el interior, se produjeron en diferentes condiciones, en los departamentos que había gobiernos del FA, (Río Negro, Rocha y Paysandú) no hubo caída de votos, hubo un alineamiento ideológico-político de los colorados y votantes de Cabildo Abierto con los candidatos blancos, sin acuerdo, espontáneamente. En Salto, mérito de Andrés Lima y su discurso, muy bien elaborado, de su gobierno de cercanía, no como eslogan sino como realidad y la feroz disputa entre blancos y colorados, se logró mantener el gobierno. Una experiencia que el FA debería estudiar atentamente y sin prejuicios.

En otros departamentos el FA retrocedió notoriamente, tanto respecto a octubre del 2020, como a las anteriores departamentales del 2015 en Maldonado, Cerro Largo, San José, Artigas, Treinta y Tres. En los restantes departamentos, si bien en su conjunto aumentó la votación del Partido Nacional, el FA no se desfondó como los mencionados anteriormente.

En Canelones es el único departamento donde el FA creció en forma importante en relación al 2019 e incluso en relación al 2015, no es casual, fueron los resultados concretos del gobierno departamental anterior, del candidato y de la campaña.

La soberbia del poder es letal en las elecciones, lo fue por ejemplo en la campaña de la segunda candidatura de Vázquez, en el 2014, cuando sus discursos, sus fotos, su publicidad eran la de alguien que parecía haber sido elegido antes de que la gente votara por algún poder superior. Se corrigió a tiempo.

Las campañas electorales, tienen siempre un protagonista fundamental: el ciudadano, el que define con su voto, el monarca de los votos y de las decisiones, al que hay que respetar mucho y tratar de convencer, la más difícil de las tareas de la política. Las campañas son parte de ese proceso. Importantes o insignificantes.