Una de las frases más trilladas de los últimos años: “dato mata relato”, es usada de manera reiterada por los integrantes del partido de gobierno, en un burdo intento por demostrar que todo lo que se dice sobre esta administración no es cierto y que debe utilizarse la evidencia para demostrar tales afirmaciones. Sin embargo, la sucesión de hechos lamentables y escabrosos que ha protagonizado este gobierno —en conocimiento de la opinión pública— también son datos y no de cualquier tipo, sino de esos que forman opinión y permiten que los temas se instalen, más allá de su voluntad por ocultarlos.
Un alto porcentaje de la población cree que el gobierno viene fracasando —o ha fracasado—, como consecuencia de la sucesión de escándalos y los magros resultados de la gestión. Es por esto, que recurren al recurso de responsabilizar al Frente Amplio de todos los males. Esta estrategia es seguida a rajatabla por todos sus personeros, quienes una y otra vez eluden cualquier pregunta de los periodistas que pueda implicar un cuestionamiento al oficialismo.
Como los temas incomodan, ante la realidad de que fracasaron de manera estrepitosa, prefieren hablar del otro, de un pasado que ya fue saldado por la ciudadanía en 2019.
Archivo mata relato
El propio presidente incumplío su palabra sobre atribución de responsabilidades pasado el primer año de gobierno. Según Lacalle, luego de 2021 él sería el único responsable.
El Frente Amplio ya pagó en las urnas, la ciudadanía habló con su voto. Errores que se asumieron y lo han llevado a poner la cara, sin intermediarios y hablándole a los ojos a la gente, en recorridas a lo largo y ancho del país para escuchar y corregir sus errores. Por eso, el Frente Amplio no le teme a ningún debate, porque ya tuvo sus procesos de discusión y estuvo abierto a la ciudadanía. Nuestra fuerza política también tiene muy claro que los mayores avances del Uruguay —ocurridos en las últimas décadas— se produjeron en los gobiernos frenteamplistas. En definitiva, asumimos nuestros errores, pero destacamos y reconocemos nuestras virtudes y esto la gente lo sabe muy bien.
Si el gobierno y los candidatos oficialistas quieren comparar, estamos dispuestos a ese debate. Estamos dispuestos a discutir el proyecto de país del Frente Amplio y compararlo con el suyo, estamos dispuestos a discutir nuestro programa, que fue elaborado por la gente en sus diferentes ámbitos de discusión, de manera abierta y democrática. También vamos a discutir sobre su gestión, la que será evaluada por la ciudadanía como aspecto fundamental para decidir el voto. Por eso, vale la pena también ahondar con datos, esos que matan relatos, de la gestión del gobierno.
Los datos
En seguridad pública el fracaso fue de mayor magnitud que las promesas que hicieron en 2019. Prometieron que se acababa el recreo, que venía la paz social, que iban a ser duros con la delincuencia. El resultado de su gestión es la tragedia que día a día sufren los uruguayos con los altísimos niveles de violencia que se instalaron en la sociedad. Lejos de reducirlos, estos aumentaron y se notan día a día con el vertiginoso aumento de los homicidios. Hoy podemos afirmar que este gobierno terminará con más homicidios que la administración anterior.
A este problema, debemos sumarle el aumento del crimen organizado y el narcotráfico. Enrabado con lo anterior y sumado a un país que cada vez brinda menos oportunidades a los sectores más vulnerables, las redes mafiosas del crimen organizado crecen en los barrios más pobres. Una cosa está atada a la otra: disminuyen las oportunidades y aumenta la delincuencia más sangrienta, porque el delito encuentra su camino en los lugares donde el Estado no llega.
La inseguridad permeó todos los ámbitos y circula libremente por las carreteras nacionales —eliminaron el Sistema Integral de Control del Transporte de Carga (Sictrac)—, dando vía libre a una forma de traslado que ha contribuido a que hoy el Uruguay sea un país de acopio y no de tránsito de la droga, por citar uno de los efectos de esa increíble desregulación del transporte carretero nacional.
Como todo está atado y relacionado, no podemos olvidarnos que en el Uruguay de hoy aumentó la pobreza infantil y hay más gente en situación de calle. Esta realidad nos golpea día a día y se debe al abandono de políticas públicas que se habían consolidado durante la era frenteamplista. Duele ver el aumento de niños pidiendo limosna en la calle. Según los datos, la pobreza entre los menores de seis años pasó a 20,1%, cuatro décimas por encima del nivel que tenía en 2022 (19,7%; estable en términos estadísticos). Para peor, estos datos estadísticos se encuentran 3,1 % por arriba del registro correspondiente a 2019. Un país más pobre, donde los más dañados y vulnerables son los niños, o sea, el futuro del Uruguay.
En materia de educación, la tan mentada “transformación educativa” fue apenas un elemento decorativo que escondió una dura y triste realidad: este gobierno recortó de manera decidida los recursos para la educación pública. El resultado de esto se ve en cada local donde se enseña: falta de docentes, ausentismo, problemas edilicios que no se solucionan, entre otros.
La pérdida de salario sumada a la carestía provoca que dos de cada tres uruguayos no lleguen a fin de mes. Resulta evidente que este es un país caro y esto lo sufre día a día cada uruguayo que decide hacer un surtido en el almacén y ve como no le rinde el fruto de su trabajo.
Lejos quedaron los avances generados por el Frente Amplio en materia de salud. El sistema integrado de salud, que le permitió a miles de uruguayos poder acceder a una salud de calidad, se ha deteriorado como nunca. Una gestión de la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE) que ha sido deficitaria, errática y arbitraria, le deja al futuro gobierno un problema de dimensión mayúscula. Es notoria la falta de medicamentos de primera necesidad a lo largo y ancho del país. Esto como ejemplo, sin mencionar los contratos ilegales observados de manera reiterada por el Tribunal de Cuentas dotando de opacidad a una gestión que de por sí ya es deficitaria.
No nos olvidemos de la corrupción de quienes prometían transparencia y honestidad. A esta altura, basta con mencionar algunas palabras salteadas para que el lector saque sus propias conclusiones: Astesiano, Marset, Salto Grande, Puerto de Montevideo y podríamos seguir.
Antes del final, quiero detenerme en un aspecto sumamente preocupante que se vincula directamente con la corrupción y es la degradación institucional que provocó este gobierno, utilizando las instituciones a su servicio y no dudando a la hora de degradar al sistema de justicia, atacándolo y presionándolo de manera constante. Lo mismo con la prensa. Este gobierno será recordado por los constantes “aprietes” que sufrieron varios de los trabajadores de los medios de comunicación. En definitiva, no solo pusieron el Estado al servicio de sus intereses personales, sino que minaron la institucionalidad del país, la cual deberá ser recuperada por el próximo gobierno.
Podríamos seguir mencionando el legado de los supuestos mejores cinco años de nuestras vidas, pero la columna se haría eterna. Mirando la realidad y analizando el legado, queda en evidencia la razón por la cual prefieren seguir hablando del Frente Amplio y no de sus acciones. Porque sinceramente, no tienen nada bueno que mostrar, entonces buscarán distraer la atención. Pero ante tanto olvido, habrá que recordarles cuánto nos duele el Uruguay que nos dejarán.