A 50 años de aquella hazaña que admite sin excluir variadas calificaciones: tragedia para todos y especialmente para quienes perecieron y para sus familiares, a los que rendimos sentido homenaje; tragedia aun para quienes sobrevivieron y para todo uruguayo, por el sufrimiento emocional y físico que nos unió en la zozobra durante los 72 días en que transcurrió la para nada improvisada sociedad de la nieve, como Pablo Vierci la nominara, y más allá de ese lapso; milagro de sobrevivencia inexplicable que excede toda explicación de lógica humana; testimonio de valentía, coraje, fortaleza, solidaridad, generosidad, amor y esperanza; prueba de la fortaleza física, anímica, emocional y espiritual del uruguayo.
Este último concepto es el que explica nuestro título, en un leit motiv que en el símbolo y con el poder del significado encerrado dentro las palabras, ha venido resonando en mi cabeza desde hace 50 años, desde la aparición de la imagen de los sobrevivientes junto al fuselaje del avión que aún gritaba al mundo entero que lo hallado en Los Andes hablaba de La Fuerza Aérea -en su acepción de anímica, emocional, espiritual, el soplo o halo de vida- uruguaya.
Puede parecer “tirada de los pelos” esta asociación lingüística. Puede ser. Pero permítaseme explicar el por qué de dicha no arbitraria asociación. El término “espíritu” viene del latín spiritus y éste del verbo spirare, que quiere decir “soplar”. No tan tirado de los pelos, ¿verdad? Se asocia a una raíz indoeuropea (s)peis, que quiere decir “soplar” y que, según el diccionario etimológico consultado, sería una onomatopeya del sonido que uno hace al espirar. De spirare nos llegan también las palabras aspirar, inspirar, espirar, respirar, suspirar, transpirar. “La relación entre alma y respiro es muy común” nos dice el Thesaurus, y nos manda a ver las implicaciones de los términos alma y ánima, por su estrecha vinculación.
Y abunda, destacando que es importante explorar todos los sentidos que adquirió en latín el término spiritus. Es soplo, vinculado al aire que se respira y “acaba significando la fuerza vital, también el coraje y el ánimo, y en las concepciones animistas, el alma como principio y esencia de la vida, y también la esencia de las cosas. Es por eso que inspirare acaba significando también, no sólo tomar aire al respirar, sino insuflar en otro la idea creadora, la esencia de algo. Es por eso también que exspirare acaba significando no sólo expulsar el aire al respirar, sino expulsar la fuerza vital, la esencia de uno, y por tanto morir y dejar escapar el último soplo retenido.”
Siempre sostuve que las palabras hablan mucho más allá de lo que su sentido literal dice; hablan desde sus raíces, desde la historia de su formación. Y aquí el mensaje a gritos de “FUERZA AÉREA URUGUAYA” nos habló y sigue hablando del espíritu tanto de quienes espiraron allá y dejaron escapar su último soplo, como de quienes inspiraron a exploradores y compañeros para como grupo buscar la salvación de todos, física y anímica. Porque, como muchos de los sobrevivientes han dicho, la montaña no se quedó en Los Andes, y acompañó a todas las víctimas -los del accidente y sus familiares y amigos- y los sigue acompañando. Aspiraban salir y ver a sus familias, aspiraban poder contener a las familias de quieren quedaron en la montaña, fueron uruguayos que tuvieron la FUERZA anímica y espiritual para desafiar un destino que aparecía testarudo, y lo lograron torcer. FUERZA AÉREA URUGUAYA.
Dice el diccionario etimológico consultado, abundando —que no puede ser casualidad, es de Chile— que “En términos religiosos cristianos se utilizó la expresión Spiritus Sanctus para designar al soplo divino que informaba la materia y la vida”, que “acabó formando parte de la trinidad cristiana”. ¿Nos hablan las palabras?
Los caídos hace 50 años eran los jugadores de un equipo de rugby del Colegio “Stella Maris”, conocido como “Christian Brothers”, junto a algunos familiares y entrenadores, además de otros pasajeros. El trébol que es símbolo del Colegio tiene su origen en Irlanda y fue el escogido por San Patricio durante el siglo V para introducir el cristianismo en su pueblo, y representar en él el concepto de Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Representa también tres esenciales virtudes humanas: amor, esperanza y fe.
Todo ello estuvo en Los Andes. Y la FUERZA AÉREA —anímica, espiritual— URUGUAYA fue la que unió al grupo, acompañó a quienes perecieron, consoló a sus familias y movió —como un soplo, pero apoyado en la fortaleza, el amor, la esperanza y la fe— a los sobrevivientes a mantener su halo de vida, y devolver el aliento a sus seres queridos. También a los de quienes perdieron a los suyos allá, que pudieron conocer cual había sido su destino.
Mi profundo y sentido homenaje a unos y otros.