Este domingo presencié el acto de lanzamiento de la campaña electoral del Frente Amplio en La Paloma. No digo nada nuevo pero la tecnología debe considerarse en todas sus posibilidades en una campaña electoral. No solo para los partidos y candidatos, sino sobre todo de los ciudadanos.
Es bueno y forma parte de nuestras mejores tradiciones el protagonismo militante al que se refirieron todos los pre candidatos, pero la posibilidad de que cualquier persona en todo el territorio nacional, incluso en el exterior pueda asistir a actos, conferencias y diversas actividades electorales debe ser considerado un valor democrático y no solo electoral clásico.
Uno de los tremas que naturalmente estuvo en el centro del acto fue la unidad. Era además un acto aniversario, a 53 años de la creación del Frente Amplio. Y es, sin duda, un valor distintivo de la izquierda uruguaya, una creación particular, tanto desde el punto de vista político, programático, como organizativo.
La sola mención de la palabra unidad, cuando se comienza una etapa electoral interna del FA, de disputa entre cuatro precandidatos, tiene un significado particular. Es un zurcido delicado, complejo, que tiene dos obligaciones. Por un lado, brindarles a todos los potenciales electores del 30 de junio de este año, donde se define un aspecto fundamental de las elecciones. Y, por otro lado, mantener el clima unitario y de respeto y generosidad.
Y eso se construye con los discursos, con las propuestas y también con los gestos y el aporte de cada uno al triunfo en el mes de octubre, las elecciones nacionales.
El acto de La Paloma fue una primera muestra de ese equilibrio y esa generosidad, y de discursos que realmente apunten al centro del debate necesario con nuestros adversarios, que son sin duda los otros protagonistas de todo el proceso político electoral y no van a entregar una pulgada de terreno.
Hay un concepto que quiero rescatar de ese acto y de la oratoria: la grieta. Los multicolores, cada tanto les viene un viento, un reclamo de que debemos evitar la grieta. Aunque en sus filas militen y hablen algunos de los insultadores y agresores profesionales más notorios, sobre todo en el Partido Nacional. Ni siquiera es necesario nombrarlos.
Pero si reducimos la disputa a quien es más delicado y cuidadoso para evitar la “grieta” tan mentada, partimos mal. En el discurso del domingo en La Paloma, Yamandú Orsi introdujo un concepto que considero muy importante: la brecha no son las palabras, son los hechos. Es la visión del país, son las diversas políticas que promueve la izquierda y la derecha y la centroderecha.
Hay grieta, una grieta que se ha ido profundizando, entre las prioridades sociales, políticas y económicas de los dos bloques que se han formado en el país.
Y, aunque quisiéramos utilizar las más dulces de las palabras, no cambiaría nada. Hay una grieta en la política económica que se aplicó y sus consecuencias, en las inversiones en políticas sociales, en la salud en caída libre en sus prestaciones y en sus instituciones, en la enseñanza y su nueva situación mucho más pobre y sin recursos.
El corazón de esa grieta, como lo afirmó Orsi, es el proyecto político que aplicó el gobierno desde el principio, con la LUC, en la planificada entrega del puerto por 60 años en monopolio a una empresa belga, y esto tiene una gravedad extrema y que todavía no hemos logrado que asuma ese carácter ante la ciudadanía. No es solo o principalmente un problema legal, es un gigantesco negociado que dejará al país encepado por 11 nuevos gobiernos. ¿Cuánto costó ese negociado?
Hay una grieta profunda entre lo que prometieron en la campaña electoral y con la LUC y la dramática situación de inseguridad, el crecimiento del narco delito con todas sus consecuencias.
Hay una grieta en haber introducido la amoralidad y la inmoralidad a nivel nacional y en muchos departamentos en proporciones nunca antes conocidos. Y esa es una grieta que no se puede ni se debe silenciar. No solo es plata, escándalos, acomodos, lavado de dinero, negocios con narcos a diversos niveles y que no han sido aclarados, es un tobogán institucional y cultural, cuyos efectos devastadores podemos apreciarlos muy cerca nuestro, en países que han sido devastados por la inmoralidad.
Este gobierno tuvo desde antes de asumir un rumbo bien claro y se orientó con esa brújula de forma constante. Y las consecuencias sociales de 40 meses de pérdida de salarios, de que uno de cada cuatro niños esté en la pobreza y con un futuro profundamente comprometido, es una consecuencia inevitable de la política gubernamental en su conjunto. Y lo que proponen para el próximo gobierno desde el 2025 es continuidad y profundizar la grieta.
Todo el discurso que el oficialismo ha tratado de instalar, de que hay que combatir la grieta, es un artilugio. ¿Acaso podemos silenciar los datos económicos del fracaso, del desequilibrio, que mientras cientos de miles de trabajadores, jubilados, pequeños y medianos empresarios vieron reducir su nivel de vida o no mejoraron en absoluto, mientras un reducido sector que dispone de cuentas corrientes con depósitos superiores a los 250.000 dólares o los miles de millones que el mismo reducido sector socio económico envió a sus cuentas corrientes bancarias en el exterior?
Hay una grieta en la sociedad uruguaya y ese es un rumbo, un modelo y es la seguridad de la decadencia.
Hay una brecha entre las incertidumbres que este gobierno ha navegado y las seguridades de un proyecto nacional que reanude el crecimiento económico, pero también de distribución justa para darle constancia y sostenibilidad a un crecimiento virtuoso.
El debate será cada vez más precisamente sobre la grieta y sobre el rumbo que quiere continuar la coalición y que representa un grave retroceso para el Uruguay.