Contenido creado por Gonzalo Charquero
Alejandro 'Pacha' Sánchez

Escribe Alejandro Sánchez

Opinión | La revolución de las cosas simples

La bandera sigue siendo la de un país más productivo, pero que reparta las mieles de manera justa.

12.07.2024 13:04

Lectura: 6'

2024-07-12T13:04:00-03:00
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El pasado domingo 30 de junio más de 400 mil uruguayos y uruguayas elegimos al Frente Amplio en las elecciones internas. En esa misma noche, definimos la fórmula presidencial: Yamandú y Carolina, el binomio más potente de los presentados. A su vez, tenemos un programa único de gobierno que construimos entre miles de militantes y técnicos, en un documento que está en circulación para que todos y todas puedan conocerlo desde hace más de seis meses.

Esto sin duda nos llena de esperanza y alegría, pero también de responsabilidad. Nosotros y nosotras nos hemos definido como norte para gobernar hacer la revolución de las cosas simples, entendiendo que, como en la física y en la química, los pequeños cambios generan transformaciones radicales y, sobre todo, cuando de la vida humana se trata. Cuando un par de metros cuadrados, las comidas diarias y la pilcha limpia pueden transformar la realidad. La realidad de unos, sumada a la de otros en distintas áreas de nuestra sociedad, producen un cambio radical en la sociedad, siguiendo aquello de que una gota, con ser poco, con otra se vuelve aguacero.

Hay ejemplos de países en los cuales cambios pequeños y sostenidos han modificado la sociedad y su modelo de desarrollo: Corea, Japón, Singapur y Finlandia son claros ejemplos de ello. Países que a mediados del siglo pasado eran subdesarrollados y que hoy se encuentran entre los países más ricos del mundo. Si bien todos tienen modelos de desarrollo diferentes, se pueden dar algunos puntos en común: todos invirtieron en ciencia, tecnología, infraestructura pública y educación. A su vez, el Estado fue partícipe principal de su desarrollo, promoviendo y financiando actividades prioritarias, o directamente interviniendo con empresas públicas o mixtas. Nadie puede imaginar que Toyota en 1978 era una empresa dedicada a la maquinaria textil, o que Samsung se dedicaba a exportar vegetales, pescado y fruta. Ambas empresas fueron fuertemente protegidas, financiadas y subvencionadas por sus Estados antes de ser los gigantes en la industria que son hoy.

No hay recetas mágicas ni manifiestos para copiar modelos de desarrollo, pero no se puede obviar lo que han hecho los países en su historia para desarrollar su economía, y por lo tanto mejorar el bienestar de su sociedad.

Hoy estamos viendo cómo el mundo crece y lo seguirá haciendo fuertemente, en población en África, y, en ingresos en Asia. El mundo que viene va a requerir alimentos de calidad para las nuevas clases medias de Asia, medicinas a un costo accesible en África y energía limpia en todo el mundo. Si hoy ya somos un país exportador de alimentos para el mundo, si ya exportamos medicina para uso de los humanos y otros animales, si ya exportamos nuestra energía eléctrica a nuestros vecinos ¿Por qué no incrementar la producción, calidad y valor de nuestras exportaciones?

Vamos a poner el ejemplo de la soja, un producto que exportamos con poco valor agregado, pero del que se pueden desprender productos derivados, como el aceite y la harina para la industria alimenticia, los insumos para la producción de alimentos o fertilizantes y remedios en la industria química. Para producirla se necesita maquinaria que produce la industria metalmecánica y esa máquina necesita de la industria informática y robótica. Como este ejemplo, podemos pensar en varios a los que se les puede agregar valor y que son y serán necesarios para el mundo. La clave estará en hacer notar este crecimiento a través de la distribución de la riqueza que generarán de forma justa.

Ahora nos enfrentamos a otra sociedad que nos plantea nuevos problemas. No estamos frente a la sociedad del 2005 con 50% de niños y niñas pobres y el 30% de uruguayos y uruguayas desempleadas. Son otros los reclamos, son otras las preguntas y, por lo tanto, son otras las respuestas que tenemos que dar. A pesar de ello, la bandera sigue siendo la misma: un país más productivo, pero que reparta las mieles de manera justa a los y las responsables de generarlas, es decir, los trabajadores y trabajadoras. Necesitamos construir una democracia que sea capaz, o al menos lo intente, de resolver los problemas de la gente, pero que sea esa misma gente quien participe activamente de la solución. Solo así construiremos, entre todos y todas, una sociedad más libre, porque tendremos menos compatriotas sumidos en las angustias económicas.

La única fuerza política que tiene este planteo de proyecto de país para todas y todos es el Frente Amplio. Un Frente Amplio que debe tener, necesariamente, las tranqueras abiertas para incluir a todos y a todas las que comparten la idea del país de las maravillas tan simple como un pedazo de pan.

Para ello, proponemos contraponer nuestro proyecto político al modelo de la desigualdad que ha instalado el gobierno actual, con una fragmentación social consolidada y con altos niveles de violencia e inseguridad. El modelo de que el Estado es un botín para el reparto y devolución de favores políticos y económicos, donde las decisiones políticas son vetadas por embajadas extranjeras, entregando soberanía a las multinacionales como lo hicieron con el puerto.

Por lo tanto, asumimos nuevos desafíos: erradicar la pobreza infantil y disminuir sustancialmente el déficit habitacional, no nos podemos permitir que el 20% de nuestros niños y niñas vivan en situación de pobreza, y que 200 mil uruguayos y uruguayas vivan en asentamientos. Nos desafiamos a volver a una economía que produzca más y mejor, pero, fundamentalmente, que distribuya equitativamente la riqueza en nuestra sociedad ampliando las cadenas productivas de nuestro país, de manera que se genere empleo nacional. Debemos impulsar una banca pública de inversión, para que tengan dónde apoyarse las empresas nacionales para incorporar tecnologías y ampliar sus mercados.

Debemos incrementar el presupuesto para la educación pública, la ciencia y la tecnología, con el objetivo de aumentar fuertemente la productividad de nuestra economía. Además, debemos hacer un uso sostenible de nuestros dos recursos estratégicos más importantes: el agua y el suelo. Recordemos que de estos dos recursos dependen la mayoría de nuestros productos de exportación, la alimentación de nuestra población, y la actividad de 50 mil productoras y productores agropecuarios en nuestro país.

Necesitamos nuestras empresas públicas más fuertes que nunca. Es de orden que mejoren la calidad y el costo de sus servicios, pero también que sean protagonistas en el desarrollo de infraestructura nueva, es necesario incorporar a las telecomunicaciones las nuevas tecnologías de manera que el cambio tecnológico sea un beneficio para el común de la gente y no para que sea apropiado por un pequeño sector de la economía.

En fin, desarrollar una serie de acciones y propuestas que entendemos que sólo el Frente Amplio puede impulsar, y que creemos que el compañero Yamandú es quien puede liderar mejor este proyecto. Es decir, constituir un país para todas y todos cuyo objetivo sea la búsqueda de la pública felicidad y, en palabras de Pepe, afirmamos que “el desarrollo no es sólo sumar riquezas y aumentar consumo, es la lucha por la felicidad humana”.