"El amor en los tiempos del cólera" es una excelente novela de Gabriel García Márquez. En ella cuenta como las cosas cotidianas cambiaron totalmente durante una epidemia de cólera: cambiaron las relaciones entre las personas, los hábitos alimenticios, las costumbres desde mucho tiempo antes arraigadas e incluso el amor, todo se modificó a influjos del desarrollo de la enfermedad.
Hoy, en Uruguay, se podrían cambiar las palabras amor por política y cólera por pandemia, y veríamos como ha cambiado todo. Pero no solo por obra y gracia de las nuevas circunstancias, sino también por la voluntad de los que quieren presentarnos una caricatura de la sociedad en que vivimos. Se ha extremado todo, se han exagerado todas las características esenciales, y tratan de presentarnos una sociedad donde no hay problemas principales y problemas secundarios. Todo es igual y tremendo y, a falta de identificar a los verdaderos responsables, se trata de encontrarlos en el gobierno que hace más de un año fue sustituido por el actual.
En las redes sociales, con los trolls a la cabeza, intentan trastocar las cosas y presentar un gran absurdo que, en lugar de clarificar, confunde cada vez más. Además, cuentan con los grandes medios y un ejército de "comunicadores" que amplifican todo.
Antes los homicidios se cometían contra personas de bien y el gobierno era el responsable, ahora se cometen contra delincuentes y lo que están haciendo es sanear la sociedad de amenazas indescriptibles; antes, cuando el gobierno decía que el sesenta por ciento de los homicidios se realizaban entre delincuentes, se afirmaba que era para sacarse la responsabilidad de arriba, ahora se ha instalado la práctica que lleva a que cuando aparece un homicidio lo primero que se publica son los antecedentes penales de la persona asesinada, y si no los tenía no se habla de homicidio, se habla de la persona que apareció muerta...
Con respecto al coronavirus se han establecido grandes equívocos. Se han confundido los conceptos de contención y de inmunidad. Y entre los elementos de contención se ha establecido la diferencia entre distintos tipos de aglomeraciones: las que surgen de manifestaciones en defensa de los intereses de los trabajadores o de los vecinos, que son las verdaderamente proscriptas, y las que no son convenientes, pero se miran con mucha más condescendencia. A las primeras se las trata de evitar con la policía, con respecto a las segundas se apela a la libertad responsable para que no se produzcan, y si se producen, mala suerte: qué se le va a hacer, la condición humana es muy veleidosa.
Los trolls y sus seguidores se las ingenian para eso.
Ahora todo es blanco o negro, frío o caliente, todo o nada: desaparecieron las tonalidades y los matices intermedios, muchas veces imprescindibles para interpretar lo que está pasando en estos tiempos convulsionados.
Sin embargo, hay que destacarlo: esto sucede en toda la sociedad. A veces nos pasa a los que estamos ejerciendo el papel de oposición y, por pegarle "a todo lo que se mueve", perdemos la capacidad de centrarnos en lo verdaderamente importante, en lo decisivo, en lo que determinan las cosas que están pasando.
El gobierno tuvo aciertos y errores. Por pegarle a todo, a menudo dejamos de hacer centro en los errores estratégicos, los que determinan los errores tácticos que sobrevienen después y se transforman en las decisiones cotidianas.
Además, están las decisiones que no son producto de errores, que son producto de una concepción ideológica que necesariamente se van a transformar en hechos que van a perjudicar a los sectores más débiles y desprotegidos de la sociedad.
El primer error estratégico que cometió el gobierno en la lucha contra el coronavirus fue repetir una y otra vez que nuestra mejor vacuna era el tapabocas.
Falso.
En la lucha contra el coronavirus hay dos aspectos: la contención y la inmunidad. El tapabocas forma parte de los elementos de contención, pero la inmunidad solo la pueden dar las vacunas.
Esa confusión se produjo por tratar de justificar que no se estaban haciendo algunas cosas, no por carencias, sino como producto de una estrategia determinada conscientemente, y llevó no solo a no aclararle a la población el papel del tapabocas y el papel de las vacunas, sino también a plantearse la estrategia de forma equivocada.
Cosa que, dicho sea de paso, sigue haciendo. Ahora está tan jugado a que las vacunas van a solucionar todo rápidamente, que olvida que todavía hay que seguir fortaleciendo el papel de la contención y no toma las medidas adecuadas.
El segundo error estratégico -reforzó el primero- lo cometió el Prosecretario de Presidencia cuando dijo que no se iba a comprar la vacuna más barata ni la más accesible; vamos a comprar la mejor... Cuando se dijo eso se pensaba que la mejor vacuna era la Pfizer y la peor o una de las peores era la China. Ello ayudó a demorar enormemente la compra de las vacunas. Sin olvidar que el CASMU solicitó autorización para traer un millón y medio de dosis de la vacuna rusa, y el gobierno se la negó.
Terminaron trayendo lo que pudieron -la más accesible- y ella fue la que consideraban una de las peores: la sinovac. Y digo esto, no porque lo fuera -que no lo creo-, sino porque era lo que pensaba el gobierno.
El tercer error, que en realidad fue el primero que se cometió- fue no haber tomado las medidas económicas y sociales de contención para los que iban a sufrir las consecuencias terribles de la pandemia. Las medidas que se tomaron fueron, y siguen siendo, insuficientes, así como fueron insuficientes los sectores que se afectaron para crear el Fondo Coronavirus.
El gobierno se negó a afectar a los que más tienen y a los que más han ganado dinero durante la pandemia. Y lo justificó con la ridícula afirmación de que no hay que afectar a los "malla oro" porque ellos iban a ayudar de mejor forma a recuperar la economía.
Fue ridícula la comparación con el ciclismo porque el "malla oro" es el que va adelante y se quiere separar cada vez más de los que vienen atrás, y fue ridícula porque los "malla oro" a los que se refirió el presidente eran, precisamente, los que se estaban beneficiando de la pandemia, en condiciones de pandemia, y tenían que contribuir para subsidiar a los que necesitaban que la pandemia terminara para poder empezar a levantar cabeza.
El gobierno, en medio de su soberbia, rechazó toda sugerencia, toda intención de colaborar: rechazó todos los planteos de llamar a una mesa de diálogo para encontrar soluciones, porque quiso asumir solo la conducción y también asumir en soledad el éxito que iba a lograr. Era su derecho y lo ejerció. Corrió el riesgo y ahora va a tener que asumir solo las consecuencias de sus errores.
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