Andrés Cañizález*
Latinoamérica21
En Venezuela, por varios años, el chavismo había logrado sacar el tema migratorio del debate político. En las elecciones presidenciales de este 2024, sin embargo, ha pasado a ser una cuestión relevante y posiblemente uno de los factores principales, desde la perspectiva de la gente, que juegan en contra de la permanencia de Nicolás Maduro en el poder por otros seis años.
A inicios de este mes de junio la plataforma R4V —que reúne los esfuerzos de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) y de la Organización Internacional de las Migraciones (OIM) para atender los efectos de este éxodo a países vecinos— informó que 7,7 millones de venezolanos y venezolanas han salido del país desde 2015.
Esta salida masiva coincide con el período en el poder de Maduro, quien ocupa la presidencia de Venezuela desde diciembre de 2012 y quien, en una campaña electoral donde usa los recursos del Estado y se ha impedido la presencia de observación de la Unión Europea (UE), busca su reelección para permanecer en la presidencia hasta 2030.
Más allá de que la migración, como fenómeno social y en este caso masivo, es multicausal, entre los venezolanos prevalece la percepción de que “la gente se empezó a ir” durante los años de Maduro en el poder.
El gobernante heredó una crisis en gestación, sin duda, pero la inercia que caracterizó sus primeros años, que le impidieron romper prontamente con “el legado” de su padre político, Hugo Chávez, condujo al país a una crisis humanitaria compleja que estalló justamente hacia 2015 con una escasez generalizada de alimentos y medicinas junto a desequilibrios macroeconómicos similares a los que registran países tras una guerra o desastre natural.
Para el chavismo en el poder, como ha hecho largamente la dictadura en Cuba, la emigración masiva fue interpretada como una válvula de escape. Con millones de personas menos dentro del país, habría más margen de maniobra ante la crisis mayúscula que terminó afectando a todos los resquicios de la vida social venezolana.
La estrategia oficial, en general, fue evadir el tema y negar cualquier responsabilidad. Se miró para otro lado ante un proceso masivo: en menos de una década una cuarta parte de la población literalmente huyó de Venezuela, en la gran mayoría de los casos con lo poco que podía cargar sobre sus hombros o espaldas.
Narrativamente, como ha comentado recientemente el periodista venezolano JeanfreddyGutiérrez, radicado en Bogotá, se pasó por varias etapas. Desde el chavismo primero dijeron que “nadie había migrado”, y con posterioridad hablaron de “actores” que se hacían pasar por migrantes, especialmente cuando abundaron los duros testimonios desde el paso por la selva del Darién.
En otras ocasiones el gobierno de Maduro los calificó de “sifrinos” (de clase media-alta y ostentosos), o se dijo que en realidad los migrantes “eran hijos de europeos y colombianos retornando”.
Los duros testimonios, en la mayoría de los casos espontáneos, del duelo migratorio que atraviesa Venezuela, pasaron a ser un tema central en la campaña electoral, que rápidamente han capitalizado los actores de la oposición prodemocracia.
Esta agenda electoral, atravesada por el duelo migratorio y en la que muchos casos el chavismo se muestra reactivo más que propositivo, ha obligado al gobierno de Nicolás Maduro a voltear la cara hacia la sociedad y ofrecer algún tipo de respuesta. Este 17 de junio anunció la creación del Viceministerio de Atención a la Migración Venezolana, adscrito a la Cancillería.
Con una dupla opositora formada por María Corina Machado, la líder conservadora pero impedida por una decisión administrativa de participar como candidata, y el candidato legalmente inscrito, el exembajador Edmundo González Urrutia, el tema migratorio suele estar casi que en cada acto político en la Venezuela de estos días.
Machado ha encabezado infinidad de actos políticos en zonas apartadas del país, poblaciones intermedias en las que el efecto de la migración se ha vivido con mayor dureza. De forma espontánea se le acercan hombres mayores, mujeres o incluso niños y adolescentes, y comentan, tanto a la líder opositora o incluso tomando el micrófono en un mitin, el dolor que les embarga por familiares que están fuera del país.
Testimonios del adolescente que ha vivido la mitad de su vida con su mamá en otro país para sostenerle a él y a su abuela; el hombre mayor ya enfermo que suplica tener vida para ver el regreso de sus varios hijos, todos migrantes; o la mujer que volvió a Venezuela sin alcanzar a ver a su madre con vida y sentencia: “Apenas pude llegar para enterrarla”.Diversidad de mensajes de este tenor se han hecho presentes en los actos de la alternativa democrática que tiene en Machado a una figura que dinamiza y moviliza.
Espontáneamente hombres suben a sus brazos a sus hijos pequeños y le piden a Machado que las cosas cambien para que sus hijos no se vayan, o madres se quiebran en llanto pidiendo que se reunifique la familia. El duelo migratorio ha atravesado la campaña y, aunque en sus testimonios nadie mencione expresamente al régimen de Maduro, todos coinciden en la necesidad de un cambio político para evitar que prosiga la salida masiva de venezolanos y venezolanas.
Una encuesta reciente de la firma de opinión pública Delphos mostraba que el 25% de los consultados tenía algún plan de emigrar, pero si no ocurre un cambio político este año en Venezuela, en las elecciones del 28 de julio, un 45% de estos aseveró que definitivamente se convertirán en migrantes.
En relación con el retorno al país, es una arista en la que insiste el discurso oficial. Un estudio de la agencia estadounidense Bloomberg, de febrero pasado, mostraba que una mejoría económica en el país pero con Maduro prolongando su mandato no era razón suficiente para volver. Un 65% sostuvo que un eventual retorno a Venezuela estaba vinculado primordialmente a un cambio político democrático.
Esta última cifra echa por tierra el eje central de lo que el chavismo anuncia como política pública. El enfoque que se le da a la migración masiva, desde el poder, es el regreso al país. Y no constituye una casualidad que, después de tantos años ignorando o evadiendo el tema migratorio, se anuncie la creación de una dependencia pública para esta problemática justamente cuando se han hecho virales duros testimonios durante la campaña desde el lado opositor.
“Trabajemos por los miles que tenemos anotados en las listas [para ser repatriados]. Muchos quieren regresar, pero no tienen los recursos. […] Se fueron de trabajar dignamente aquí a lavar pocetas [inodoros] en el exterior”, dijo Maduro en su mensaje este 17 de junio, que fue rápidamente cuestionado.
Se llegó a un anuncio oficial, de cara a atender a la migración venezolana, pero en ese mismo mensaje se insiste en estigmatizar y descalificar al migrante: “Se los etiqueta de engañados [por el capitalismo] y lavapocetas”, indica Gutiérrez, quien sigue el tema de la presencia masiva de venezolanos en Colombia.
* Andrés Cañizález es periodista y politólogo. Doctor en Ciencia Política por la Universidad Simón Bolívar, (Caracas). Investigador asociado de la Universidad Católica Andrés Bello. Fundador y director de Medianálisis.