Contenido creado por Gonzalo Charquero
Navegaciones

Escribe Esteban Valenti

Opinión | La máscara

Uno de los mayores fracasos de algunas grandiosas ideas transformadoras fue separarse demasiado de la espiritualidad del ser humano.

09.08.2023 15:14

Lectura: 6'

2023-08-09T15:14:00-03:00
Compartir en

Ayer me hicieron una máscara especial para iniciar un tratamiento de radioterapia-radiocirugía. No voy a detenerme en los aspectos técnicos, en los portentosos avances de la ciencia y de la tecnología científica, sino en los aspectos humanos.

Cuando uno entra en el mundo de la medicina a ese nivel, y yo lo he hecho en muchas ocasiones, se siente el ser más débil y dependiente del mundo. No lo digo por mí, sino por lo que he conversado antes y ayer durante las horas de espera.

Por ello hay un aspecto que importa mucho: cómo te tratan los médicos, las médicas, y los enfermeros y enfermeras. Estás en sus manos, dependés de ellos, de su capacidad, de su dedicación, de su atención y de su estado de ánimo, en todos los procedimientos. También en el trato, en las explicaciones, en como afrontan tus dudas.

Yo no tengo de que quejarme, al contrario. Pero me estoy refiriendo a que hacer una tarea todos los días, de la que depende la vida o la calidad de vida de tus pacientes, seres humanos que llevan al consultorio, al laboratorio todos sus miedos, sus esperanzas, sus agotamientos y hasta sus entregas, necesitan a su lado alguien que los apoya, los anima y los cuida, y mucha gente que espera las noticias.

Si hay una profesión que debe derrotar todos los días la burocratización, una rutina sin alma ni corazón, esos son los médicos. No debe ser fácil, porque la salud y la vida de sus pacientes es una carga muy pesada.

A mí me hicieron una máscara de materiales plásticos, que sustituyen técnicas anteriores con marcos metálicos que te inmovilizaban la cabeza y te dejaban marcas y hasta heridas leves en el cráneo. Es una sensación particular sentirte atrapado dentro de una espesa máscara de plástico blanco y luego con un marco rígido que complementa la inmovilización para asegurar la máxima precisión de los rayos que te entrarán en el cerebro.

Yo tengo mis buenas experiencias “cerebrales” en el año 2003 cuando mi querido amigo Miguel Estable me operó de apuro de un derrame subdural. Allí fue a la antigua, abrir la cabeza, reparar el derrame, dejar salir una parte importante de la sangre y del líquido acumulado, más de medio litro, y cerrar la herida. Aquí estoy, 20 años después.

En esta oportunidad pude hablar, ver, compartir un rato en la sala de espera con otros pacientes, casi todos ellos a la espera de un tratamiento de radio terapia por tumores malignos. Es otra cosa, y aunque hoy se obtienen resultados muy positivos, hay un fantasma que ronda en las conversaciones y en el aire de esos consultorios: el cáncer.

Se siente en el ambiente, en las conversaciones, en la actitud de los pacientes y de sus acompañantes. Todos somos sensibles, todos somos más débiles y frágiles, pero ellos lo sienten mucho más. Es una enfermedad cruel, que ha mejorado muchísimo en sus tratamientos y sobre todo en sus resultados, sus curas, en la sobrevida, pero sigue allí, rondando como un fantasma.

Lo conozco porque en varios estudios de resonancias magnéticas, de tomografías computadas e incluso de análisis de sangre, estuve esperando los resultados con el fantasma respirando en mi espalda. Como a la mayoría de los mortales. Tengo mucha experiencia y tuve cáncer en otra parte del cuerpo, así que sé cómo suena cuando te lo anuncian.

Y tengo de la otra, de las decenas de amigos y amigas que se fueron, que nos dejaron a todos más solos y amargados por sus muertes, precisamente por ese maldito fantasma. Le tengo respeto y odio, y me atrevo a decir que es uno de los elementos en los que estoy siempre en guardia, alerta, no tanto por mí, que ya superé el límite de guardia y nunca creí que llegaría a esta generosa edad, es por todos los míos, parientes, amigos y compañeros y debo confesar que incluso en algunos adversarios. ¿A ustedes no les sucede algo parecido?

Las conversaciones en las salas de espera todos tratamos de orientarlas en otras direcciones pero, al final, terminamos en el motivo de nuestra presencia. Me impactó el caso de una madre de dos mellizos de 8 años que llevaba a su madre de 90 años a una nueva sesión de radioterapia al cerebro, y dijo que ahora tenía otra hija, su mamá, para atenderla en todo. Lo dijo con una gran sensibilidad, un gran sentido de humanidad. Era una mujer joven y ya tenía bastante experiencia de esas esperas.

Fui a ver las máquinas que utilizarán en mi tratamiento. Impresionan, parecen de película de ciencia ficción. Uno está quieto, inmovilizado por la máscara, y el marco y la máquina se mueve en todas direcciones y también la camilla para que los rayos lleguen exactamente a los pocos milímetros del tumor y que tienen que llegar y no afectan zonas sanas. Como en todo, las máquinas y los técnicos y médicos son fundamentales, pero sin un software en permanente evolución, que se alimenta de los datos de la resonancia magnética y de la tomografía, todo sería a nivel artesanal. El software es el que calcula la intensidad de la radiación, la dirección, las zonas adecuadas para que los rayos penetren en el cerebro y aquellas que deben preservarse. Tener un equipo de última generación, sin un software adecuado y muy avanzado es como usar un smoking pero andar descalzos.

Hay un último aspecto que es fundamental, irremplazable: la compañía. Quien te lleva, te acompaña, te hace sentir el cariño necesario en esos momentos, el de ella, Selva, pero el de todos los míos, en el más amplio sentido de la palabra, y también la gente conocida o desconocida que uno encuentra por casualidad en esas esperas y son parte de esa fracción humana que afronta esas circunstancias. No son extraordinarias, hay millones de seres humanos en la misma o peores situaciones, pero cada uno es cada uno, es único e intransferible. Algunos dirán “por suerte”, otros comprenderán esta reflexión, aparentemente tan alejada de mis temas habituales. No tanto, uno de los mayores fracasos de algunas grandiosas ideas transformadoras, fue disociarse, separarse demasiado del ser humano concreto y de su espiritualidad, que no deriva solo de la economía o la política.


Te puede interesar Opinión | Algo positivo