La sala podía parecer la de un auditorio común repleto de gente que conversaba en diversos idiomas, de cara al comienzo de una película de interés general. Hasta que se apagó la luz y apareció en pantalla el título : “La masacre de Hamás”.
Silencio.
Quizás varios compartían el temor con el que yo había respondido a la convocatoria de la Oficina de Prensa del Gobierno de Israel y el portavoz de las Fuerzas de Defensa de Israel, a participar en la proyección de parte de los materiales gráficos de la matanza. No de todos, sino solo una pequeña parte de las horas que quedaron registradas en las cámaras que los terroristas llevaban en su cuerpo, que documentaban sus propias atrocidades. A ello se sumaron imágenes captadas por celulares de los terroristas, de sus propias víctimas, las cámaras de seguridad de las casas atacadas, de las calles, de los automóviles israelíes atacados a balazos por los terroristas, y de los equipos de rescate cuando llegaron a los escenarios del horror.
Algo más de 44 minutos de espanto.
Y hay muchos más, de escenas que decidieron ni siquiera mostrar. Esto, aclarando de antemano que no podemos filmar, aunque de todos modos tuvimos que dejar nuestras computadoras y celulares afuera.
¿Cuál es la lógica? Que hay escenas horrorosas que temen lleguen a las familias de las víctimas, a las que no se quiere agregar dolor. Sea de los muertos, de los desaparecidos o secuestrados.
¿Para qué mostrarlos entonces? Para que la prensa internacional lo vea, para que cuando informa sobre lo que ocurre en Gaza —y no es que Israel esté alegando que del otro lado no hay destrucción, sufrimiento y muertos— no se ose volver a comparar entre eso y lo que hizo Hamás. En Gaza hay una guerra contra terroristas que instalan sus infraestructuras en medio de los civiles. Aunque Israel trata de reducir al mínimo el riesgo para estos últimos por ejemplo avisando en muchas ocasiones antes de bombardear, claro que hay muertos. Pero es una guerra en la que Israel se defiende de un terrorismo atroz. Lo que hizo Hamás fue una barbaridad sin precedentes. Asesinatos, ensañamiento con los cuerpos, mutilaciones, decapitaciones, violaciones, torturas, secuestro de bebés y ancianos. Y hay escenas cuya descripción nos resulta muy difícil compartir. Son dos mundos absolutamente distintos.
“Dudamos varios días si mostrar estas imágenes o no”, confesó el brigadier general Daniel Hagari, portavoz de las Fuerzas de Defensa de Israel, antes de echar a andar los videos. “Una de las razones por las que decidimos que sí, es que nosotros mismos debemos entender en esta guerra por qué estamos luchando. Hace mucho que nos enfrentamos al terrorismo, pero esto es otra cosa. Estos no son crímenes de guerra sino crímenes de lesa humanidad. Esto es una lucha del bien contra el mal, un enfrentamiento entre la muerte y la vida”, afirmó.
“Decimos que Hamás actuó tan cruelmente como ISIS o más”, comentó Hagari. “Pero lo que tiene Hamás de fondo es la idea que están dispuestos a cualquier cosa contra la existencia de Israel y de lo que hay en Israel, incluyendo gente de otras religiones, beduinos, árabes israelíes, extranjeros”, dijo. Y agrega: “Hamás entendía claramente qué es lo que estaba haciendo y también sabía qué pasaría en Gaza después, y cómo esto infectaría a toda la región. Por eso, se debe comprender que no podremos aceptar que un gobierno con esta ideología, que no es el Islam, viva al lado de nuestro territorio. Esto no es solamente un problema de Israel sino de toda la humanidad”.
Y se pregunta retóricamente: “¿Dónde dice en el Islam que hay que decapitar bebés? ¿Dónde dice que se puede secuestrar ancianos, gente discapacitada, enfermos de cáncer, violar mujeres y matar niños?”.
Poco antes de lanzar la proyección, el portavoz de las Fuerzas de Defensa de Israel hace una promesa: “Hamás osa presentarse como una organización humanitaria porque liberó a algunas rehenes. Pero nosotros no permitiremos que el mundo olvide esta masacre”.
Y se dirigió a los periodistas presentes en un llamado directo y muy tajante.
“Nosotros alentamos a que haya cobertura periodística abierta, tratamos de ser exactos en nuestros informes, creíbles, y no es que cuando se informa de algo problemático saltamos a decir que no fuimos nosotros sin investigar en forma seria. Pero hay que recordar quién da la información desde Gaza: Hamás”.
Con el rostro serio y también con la voz afectada por la emoción, resumió: “Después de esto, nosotros tendremos que elaborar nuestra memoria colectiva en las décadas venideras, teniendo en claro quiénes somos como país, como democracia liberal, ante este horror. Lo precisamos, para hoy y para el futuro”.
Y comienza la proyección con escenas de los terroristas armados, en sus vehículos, gritando enardecidos “Alá hu-Akbar” (Dios es grande), ya en camino hacia las comunidades civiles de la frontera. A cara descubierta. Disparan por doquier. A todos los vehículos de civiles que transitan y ni se imaginan que está en curso un asalto terrorista de gran magnitud que marca un antes y un después en la historia de Israel.
Se los ve por todos lados en sus distintos vehículos, van por la carretera central de la zona, la 232, entran en todos los caminos y abren fuego a todo aquel que sale a su paso. En algunos casos sacan los cuerpos sin vida de los coches y los dejan tirados en el piso como bolsas de basura. Jóvenes, muchos jóvenes. Se ven escenas de algunos civiles que tratan de esconderse detrás de sus automóviles, pero no tienen chance ninguna de salvarse. Y si alguien se mueve un poco después de uno o varios disparos, aunque yace en el piso, los terroristas se acercan de nuevo y vuelven a abrir fuego.
La primera parte no son las peores escenas de charcos de sangre, pero estremecen al ver a la gente que en segundos es asesinada, sorprendida por la muerte en el lugar que pensaban seguro, junto a sus casas o en camino a ellas.
A la entrada de la ciudad de Sderot dos camionetas repletas con terroristas vestidos de negro, muchos de ellos encapuchados, cada uno con un rifle pronto para disparar, van por una rotonda. Un coche que viene de lejos y cuyo conductor al parecer se percata de algo extraño, trata de huir haciendo marcha atrás. Cabe suponer que no lo logró. Imaginamos el pavor aún sin ver su rostro.
A cada rato se oyen los gritos de alabanza a Alá en medio de la orgía de horror. Hay gritos de felicidad de los terroristas a medida que avanzan, mientras siguen juntándose cuerpos por doquier.
Se ve a numerosos terroristas dentro de los pueblos civiles, los patios a la entrada de las casas particulares, sin un alma. Cabe recordar que ya antes habían sonado intensamente las alarmas y la población se había refugiado, ya antes de comprender que esta vez es otra cosa, no los ataques de cohetes a los que están acostumbrados desde hace años.En una de las escenas el terrorista rompe la red de la ventana, abre y logra entrar. Va pieza por pieza y no hay nadie. Está claro que todos están en el refugio. En otra casa, divisan desde afuera a alguien sentado en el salón, cuya cara no se ve en pantalla. Pero cuando el terrorista levanta el arma, apunta y dispara, se oye un gemido leve de alguien que cae al instante.
Los jardines bien cuidados de las casas contrastan con la matanza.
En una casa, ven una ambulancia estacionada y le disparan a los neumáticos.
En algunos casos se oye los nombres de los terroristas, cuando se llaman entre ellos. Alguien se dirige a Ahmed, alguien dispara al perro de una familia que ve extraños y sale ladrando, un terrorista prende fuego a elementos a la entrada de la casa para que todo comience a arder…y tanto más.
La cámara de seguridad de una casa en uno de los pueblos fronterizos capta lo que ocurre en su interior. Un padre con sus dos hijos, todos en paños menores, que entienden claramente que algo distinto de lo de siempre está ocurriendo y mientras hay disparos alrededor, tratan de refugiarse. Un terrorista les tira una granada, el padre se desploma, los niños quedan heridos y el terrorista los empuja hacia dentro de la casa mientras ellos sangran y lloran. El terrorista abre la heladera tranquilamente, toma agua de una botella y sale, no está claro adónde. El diálogo entre los dos hermanos, que parecen tener cerca de 10 años, es espeluznante. “Quiero a mamá”, grita uno. “Hoy vamos a morir”, dice el otro, y se da cuenta que su hermano tiene una herida en el ojo. Le pregunta si ve algo y el hermano menor le responde que en ese ojo no ve nada. Trata de curarlo y luego clama: “¿Para qué estoy vivo?¿Por qué no estoy muerto”. La imagen pasa a la llegada de la madre a la casa, al parecer más tarde, acompañada de dos personas de rescate. Ve a su esposo que yace muerto en el piso y pierde el equilibrio. Los dos jóvenes que la acompañan tratan de contenerla. No está claro qué ocurrió con sus hijos.
Los terroristas continúan sacando cuerpos de los autos atacados. Algunos de los automóviles ya sin cadáveres —en imágenes al parecer registradas luego de ser retirados— se ven las manchas de sangre y los vidrios rotos sobre las sillas de bebés.
Una de las escenas más atroces es de un hombre que yace muy malherido, aunque aún se mueve, y uno de los palestinos —vestido de civil— trata de decapitarlo golpeándolo sin cesar con una pala de jardín. Ansioso por concretar el horror, pide a gritos a otro que le traiga un cuchillo, mientras no duda en pedir a un tercero que saque fotos. El hombre en el piso parece tener facciones extranjeras.
Terroristas tratan de entrar a un kibutz, que resultó luego ser uno de los peores escenarios del ataque. No logran abrir el portón eléctrico. Se acerca un automóvil, los terroristas disparan a mansalva a quien conduce, un hombre joven, que se desploma, choca contra el portón y éste comienza a abrirse. El kibutz queda expuesto al horror.
Aparece una de las escenas más sangrientas de los videos, captada al parecer por las cámaras de los equipos de rescate cuando llegaron al lugar. Un refugio repleto de gente mal herida, en charcos de sangre.Un hombre joven de ojos claros tiene expresión de espanto total. Parecería que se trata de una “migunít”, una de las estructuras protectoras que están dispersas por doquier en la zona adyacente a Gaza para permitir que quien está fuera de su casa cuando suena la alarma, pueda resguardarse y no resultar herido por una esquirla de un cohete que caiga cerca. Pero no tienen puerta, no podían proteger de terroristas que lancen allí granada cuando el lugar está lleno de gente.
En otra imagen, una horrenda estela de sangre que la cámara sigue conduce hacia el interior de un lugar que parece una especie de depósito. Cabe suponer que los terroristas se llevaron de allí secuestrados que estaban mal heridos.
Aparecen fotos y videos de cuerpos absolutamente carbonizados, que no parece haya probabilidad ninguna de poder identificarlos. También de bebés. Dos jóvenes soldados sin cabeza, junto a los cuales danzan felices palestinos que parecen ser civiles, que reciben a sus “héroes” cuando vuelven a Gaza. En otra escena similar, el cuerpo sin vida y evidentemente muy dañado de un soldado es sacado de un jeep y palestinos comienzan a gritar exaltados y a patearlo festejando.
Una niña o jovencita escondida en una casa debajo de la cama. Le disparan.
Escenas del festival de música por la paz, de jóvenes bailando felices y luego atrapados en medio del infierno. Pilas de cuerpos junto a los coches a los que intentaron huir. Allí fueron asesinados por lo menos 260 jóvenes.
Una jovencita con las manos atadas a la espalda es sacada de la parte trasera de un coche ya en Gaza. Tiene una gran mancha de sangre en sus pantalones . Pensamos de inmediato que fue violada con crueldad. Alrededor, civiles vitorean.
Equipos de rescate entran a una casa y cuentan diez cuerpos sin vida, algunos totalmente quemados. Y yo sigo mirando muda. Y me pregunto… ¿cómo alguien nacido de un vientre materno puede hacer algo así?
Y ahí aparece la llamada grabada en el celular de una de las víctimas, que hace su asesino, un terrorista llamado Mahmud, a sus padres en Gaza. Les dice, feliz y orgulloso que está en un kibutz y acaba de matar con sus propias manos a diez judíos. Les exhorta a mirar las fotos de los muertos que les mandó al WhatsApp. Y yo creo que estoy oyendo mal….“Hamdulilá”, dice el padre alabando a dios… Le pide a su hijo que vuelva y él, exaltado totalmente, insiste: “Papá, tu hijo acaba de matar a diez …esto es victoria o Shaháda”, o sea martirologio. En otras palabras, morir matando. Algo muy similar, con su madre.
Y tanto, tanto más. Y ya no puedo seguir describiendo porque no veo la pantalla.
Las imágenes son absolutamente horrendas. Pero a mí termina de desarmarme esa llamada de un terrorista a sus padres, seguro de que se sentirán orgullosos de lo que hizo. Él sabrá cómo lo criaron.
Que no me vengan a hablar de paz, de estado palestino y de soluciones negociadas con esa gente. Es absolutamente imposible. Esto no es una discusión sobre fronteras, territorios y gobiernos. Es una lucha de la luz contra la oscuridad.