El atentado estadounidense que mató al general iraní Qassem Soleimani y la previsible retaliación por parte del régimen de los ayatolás ha puesto a la opinión pública de Occidente a cultivar uno de sus más entrañables e infecundos pasatiempos: mirar al dedo que señala la luna. Y hablar de la guerra.
Nada en Medio Oriente se parece a la paz, pero mientras las víctimas sean iraquíes o sirios, nuestra elite buenista sólo emite lamentos esporádicos y difusos. Es la sensación de que la carnicería será masiva, y tal vez cercana, lo que excita estas conciencias. No la realidad ni los temas de fondo, que dejan en evidencia su incomprensión casi absoluta sobre los problemas, sino el dedo que las saca de la molicie.
Buena parte de los periodistas y formadores de opinión hablan de misiles y víctimas potenciales de esta nueva "escalada bélica", y la palabra "guerra" vuelve a asomar en el léxico mediático, seguida esta vez con los adjetivos "tercera" y "mundial", que la vuelven aún más apocalíptica. Pero dejemos el dedo por un instante y hablemos de la luna.
Irán no es un actor ajeno a la región. Su enemistad con Estados Unidos lo ha hecho aliarse con sectores de la izquierda revolucionaria, desde el chavismo venezolano a Podemos en España, a quienes apoyó de múltiples maneras, tanto logísticas como financieras.
Así las cosas, no es de extrañar que el mismísimo Diosdado Cabello concurriera a la embajada de Irán en Caracas para estrechar la "mano amiga" tras el asesinato de Soleimani, mientras el diputado chavista Pedro Carreño, en un arrebato de cursilería y sobreactuación, miraba la foto del general fallecido y golpeando la mesa, exclamaba: "tu muerte será vengada, camarada".
Casi al mismo tiempo, tal vez porque el destino suele gastar bromas pesadas, asumía en Madrid el primer gobierno integrado por comunistas desde 1936, llevando a Pablo Iglesias, antiguo asalariado del régimen iraní a través de la cadena HispanTV, a la vicepresidencia del país.
El impacto de este "gobierno Frankenstein" sobre la política exterior española es inestimable, pero seguro que resultará más funcional a lo que queda del "socialismo del Siglo XXI" y al discurso antiestadounidense, antiisraelí, anticapitalista y antiliberal en el resto del mundo, y no al revés.
El regreso a las cavernas, en suma, de la mano de un régimen que ahorca homosexuales y castiga a latigazos a las mujeres por quitarse el hiyab en público, y que habría asesinado a Cabello, Carreño e Iglesias si promovieran sus ideas en Teherán, como hizo con todo los "camaradas" de izquierda que en su día lucharon con los ayatolás contra el Sha Reza Pahleví.
La pista de los atentados terroristas contra la Embajada de Israel y la AMIA en Buenos Aires, también proyecta la sombra del general Soleimaní en nuestro continente, con la inquietante comprobación de que algunos de sus terroristas de la Fuerza Quds, tuvieron en Montevideo una de sus bases de operaciones.
Es conveniente pensar en todo esto siempre. Caigan o no misiles en Medio Oriente, hay que luchar por la libertad, el Estado de Derecho y el respeto integral a los derechos humanos, todos los días y para todas las personas. No vaya a ser cosa que nos agarren desprevenidos, mirando el dedo.
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