La cruel guerra relámpago rusa que amenaza con destruir a Ucrania como nación soberana debería ser una llamada de atención para Uruguay.

La tragedia ucraniana es una clara señal de que el orden mundial posterior a la Segunda Guerra Mundial se está derrumbando. Y en su lugar, las naciones más pequeñas con valor estratégico, como Uruguay, son vulnerables a choques que habrían sido inimaginables hace solo unos años.

Uruguay está bendecido con muchos amigos y ningún enemigo. Su larga historia como una isla relativamente pacífica en un continente tumultuoso le ha dado una rara ventaja: legitimidad geopolítica y estabilidad.

Pero tenemos que pensar en este mundo no como era, o como nos gustaría que fuera. Más bien, debemos entender que las megatendencias, como el cambio climático y la relativa debilidad de los Estados Unidos, están creando una nueva dinámica global que podría desbordar la posición privilegiada de Uruguay en el orden mundial.

Evaluando la invasión rusa de una nación soberana en el centro de Europa, debemos entender que esas viejas reglas establecidas para no repetir la sangrienta historia de las guerras mundiales ya no están operativas.

Y también debemos entender que la soberanía de cada país está garantizada en última instancia por sí misma. Ningún conjunto de amistades, bloques comerciales o relaciones históricas (como la de Uruguay y Estados Unidos) puede salvar a un país de un ataque estratégicamente disruptivo.

Además, los países que existen fuera de los sistemas de defensa de tratados, países como Ucrania y Uruguay, son especialmente vulnerables a las presiones extranjeras.

Uruguay es una nación rica. Alimenta a millones y millones de personas en todo el mundo. Somos ricos en otros bienes preciosos, como agua dulce y energía renovable. En un mundo futuro donde el cambio climático haya afectado la producción de alimentos, un mundo donde la sequía, los huracanes y los incendios sean la norma, el valor estratégico de Uruguay es evidente, lo que lo hace especialmente vulnerable a la influencia extranjera.

Ahora me doy cuenta de que este análisis puede parecer paranoico. ¿Quién atacaría a Uruguay? ¿Quién usaría la amenaza de la fuerza armada para cambiar las decisiones del Gobierno democráticamente electo de Uruguay?

No tenemos que especular demasiado sobre eso. La historia reciente nos recuerda que el presidente Tabaré Vázquez estaba lo suficientemente preocupado por la posibilidad de un movimiento armado argentino en el conflicto de 2006 por la planta de celulosa como para llamar a la Casa Blanca en busca de garantías de seguridad.

Y si bien esa fue una situación extrema, con elementos muy particulares en la Argentina de entonces, apunta a una realidad: Uruguay no puede aspirar a defenderse con su actual política de efectivo desarme unilateral.

Recientemente, hubo una polémica en el Parlamento sobre la compra de aviones de transporte de segunda mano a España. Esta modesta adquisición para la Fuerza Aérea de Uruguay estaba destinada a darle al país una capacidad de transporte táctico. Esta es una capacidad que tienen casi todos los países del mundo. Es esencial para que el Estado pueda funcionar en un mundo moderno.

Y aunque se puede debatir la sabiduría de comprar estos aviones en particular, la idea de que la compra de aproximadamente 25 millones de dólares fue un desperdicio es absurda. Pensemos sobre el estado de la Fuerza Aérea Uruguaya. Es un cuerpo con gente fantástica y aviones que pertenecen a un museo. El país es básicamente incapaz de patrullar su propio espacio aéreo durante un largo período de tiempo.

Yendo al dominio del mar, miremos la Armada. Tristemente, está compuesta por cachilas del mar. El reciente anuncio del presidente de que Uruguay adquirirá patrulleros de alta mar (OPV) es una señal positiva. Pero no es suficiente. La zona economía exclusiva de Uruguay es rica en recursos y muy deseable en este mundo venidero de recursos escasos. La falta de capacidad del país para controlar su territorio soberano es una invitación al saqueo, a la injerencia y a la creación de dependencias.

Claramente, el desarme estratégico de Uruguay es una amenaza a la soberanía nacional y al futuro de un Uruguay libre. Sin embargo, más allá de la adquisición de equipos modernos, existe la necesidad de un diálogo nacional sobre defensa libre de consideraciones ideológicas. Después de una orgullosa historia de lucha por la independencia de múltiples imperios, ¿vamos a permitir realmente la erosión continua de la soberanía nacional?

Y si bien ese diálogo sin duda será difícil, porque en democracia hay diversas opiniones sobre política de defensa, debemos llegar a un consenso nacional sobre cuán indefensos estamos dispuestos a estar.

Ucrania puede parecer exótica y lejana, pero las megatendencias que afectarán al mundo durante las próximas décadas son fuerzas que también afectarán a Uruguay. Subestimar este riesgo pone a Uruguay en peligro estratégico.

Por Fernando Espuelas desde Washington DC.