Contenido creado por Gonzalo Charquero
Ana Jerozolimski

Escribe Ana Jerozolimski

Opinión | La emoción de ver a dos Celestes en la cancha

El sol y la estrella de David, para nosotros siempre estuvieron entrelazados, juntos, y sentirlos en los 22 futbolistas será muy especial.

06.06.2023 11:05

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2023-06-06T11:05:00-03:00
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Este jueves será un día muy especial para Uruguay e Israel. Los seleccionados juveniles de fútbol desean ganar la semifinal de la Copa del Mundo, y sería hermoso que el campeonato que se lleva a cabo en Argentina permitiera el empate, para que pudiéramos ver a los dos equipos que deseamos abrazar, festejando juntos la victoria de ambos.

Claro que suena hasta ridículo mencionarlo ya que, como sabemos, eso es imposible. Pero lo que deseamos compartir en estas líneas son algunos pensamientos y sentimientos inspirados por esta situación singular al saber que nuestros dos países, Uruguay e Israel, estarán enfrentados en la cancha.

En primer término, aunque uno de los equipos tenga que vestir la camiseta alternativa en lugar de su propia Celeste, serán para nosotros dos Celestes allí brillando al correr detrás de la pelota. El sol y la estrella de David, para nosotros siempre estuvieron entrelazados, juntos, y sentirlos allí en los aguerridos 22 futbolistas que pelearán con firmeza pero pacíficamente por los goles, será muy especial.

La verdad es que antes de saber quién golea primero, lo que más espero es verlos a todos en la cancha, cada equipo cantando su himno. ¡Nuestro “Orientales la patria o la tumba” y nuestro “Hatikva”, el himno nacional de Israel, juntos en la cancha! ¿Qué más podemos pedir los que amamos a nuestras dos patrias, el Uruguay en el que nacimos y la Madre Patria del pueblo judío, Israel?

"El seleccionado Celeste nos espera", dice esta foto de la Asociación de Fútbol de Israel.

Siempre recordaré la emoción y la sensación de imponencia que me causaba el himno nacional cuando lo cantábamos en la escuela. Y el orgullo que sentí cuando el entonces embajador uruguayo José Luis Pombo entró hace muchos años a Beit Hanasí, la residencia oficial del presidente de Israel en Jerusalem a presentar credenciales, y al tocar la orquesta de las Fuerzas de Defensa de Israel nuestro himno, uno de los miembros del equipo de protocolo me comentó que era el más largo que había escuchado y también uno de los más hermosos.

Y la emoción que siempre inspira el corto himno israelí, de pocas estrofas y mucho significado. También éste va de la mano de recuerdos, como aquel que me contó el director de orquesta Yoav Talmi, días antes de partir a una gira a Latinoamérica que incluía una presentación en el Sodre en Montevideo. Era 1987, Talmi era el director musical de la Orquesta de Cámara de Israel, tiempos en los que se comenzaba lentamente a agrietar la cortina de hierro del mundo comunista. Fue invitado a tocar en Budapest, Hungría, en la Academia de Música y luego en la gran sinagoga de Budapest.

“Los 3 mil lugares estaban ocupados, no había ni un lugar libre”, recordó Yoav Talmi. “Naturalmente, la mayor parte de los presentes eran judíos. Cuando el concierto terminó, hubo fortísimos aplausos, rítmicos, que no cesaban. Volvimos con un bis. Aplausos. Otro bis. Aplausos. Un tercer bis..aplausos..Ya no teníamos prontas otras piezas prontas para tocar al final. Tuve que subir de nuevo al escenario y dudaba qué hacer…Y le dije a la orquesta: ´Vamos a tocar el Hatikva´, aunque en Hungría podía aún ser delicado. En general, cuando se toca el himno, todos los músicos tocan de pie. Pero yo les indiqué que permanezcan sentados. No queríamos un incidente diplomático, tener problemas por ello”, rememoró.

“Comenzamos pues a tocar el Hatikva... y me doy cuenta de que a los músicos les caen lágrimas de los ojos. Me doy vuelta y veo que también al público. El público lo transmitió a los músicos, y los músicos a mí. Todos estábamos llorando. De fondo había un silencio absoluto. La orquesta se puso de pie y comenzaron los aplausos. El público comprendió solo, nadie dijo una palabra , no era necesario decir públicamente que era el Hatikva. Todos lo comprendieron solos”, afirmó.

Volvamos a la Celeste.

Es indudable que será un partido con garra. Con la Celeste uruguaya, eso ni hay que decirlo. Viene en la sangre. Años atrás, creo que fue antes del Mundial en el que salimos cuartos, fui a entrevistar en su casa al legendario Motale Shpigler, el único que hizo goles por Israel en el único Mundial en el que Israel participó, México 1970. Él describía con alegría la pasión Celeste que captaba en la cancha —no se refería sólo a aquel Mundial sino al desempeño de Uruguay en general— y le dije: “Esto que describes, es lo que los uruguayos llamamos garra”. Rió tratando de pronunciar la doble erre, y siguió dando ejemplos de por qué le gusta tanto el fútbol uruguayo.

Shpigler puso énfasis en un aspecto muy particular y muy cierto: “Cuando ellos juegan, la sensación es que los tres millones de uruguayos están allí en la cancha”.

Recordemos parte de aquella emocionante entrevista.

Ahora, para la semifinal en Argentina, quisiéramos que Uruguay tenga la felicidad de la victoria no sólo el jueves sino también en la final, porque estos chiquilines de las juveniles la merecen, y porque imaginamos 18 de Julio, la rambla y tantos otros sitios, repletos de gente feliz, en caravana con banderas. También quisiéramos esa alegría para Israel, porque nunca llegó a un lugar así en un campeonato mundial de fútbol. Por otra parte, es tan impresionante que la sub-20 israelí haya derrotado a Brasil y haya llegado a la semifinal, que ya con eso todos quedarán felices, conscientes con razón del enorme logro ya alcanzado.

Quiero ver felices a los jugadores jóvenes de la Celeste uruguaya, sabiendo que son el futuro del fútbol nacional, llevando alegrías al pueblo entero sin banderas partidarias.

Anan Khalaili es una de las figuras de la sub-20 de Israel. Foto: Asociación de Fútbol de Israel

Anan Khalaili es una de las figuras de la sub-20 de Israel. Foto: Asociación de Fútbol de Israel

Y la verdad, sobre la Celeste israelí, lo que más quiero es que nuevamente sean variados los goles, que los logren tanto judíos como árabes musulmanes, como en el partido contra Brasil. Quiero ver los saltos de alegría de Hamza Shibli, el beduino israelí, número 11, festejando como loco los goles y haciendo gestos divertidos a la cámara.

Y las poses ante cámara de Anan Khalaili, el número 7, cuando él logra un gol. Y al director técnico, Ofir Haim, abrazando a sus chicos, todos ellos suyos, a los judíos y árabes que juegan juntos con la misma camiseta.

Lo seguro es que este es el único partido en el que muchos gritaremos felices todos los goles, los de los dos equipos. A las dos Celestes, aunque una vaya de blanco, el mejor de los éxitos, de todo corazón.


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