La mayoría de los uruguayos, sobre todo los más jóvenes, no conocen un dato importantísimo. Uruguay se encuentra en el escaso y selecto pelotón de países que goza de una democracia plena, situación que solo vive el 6,4 % de la población mundial. Algo que, sin duda, debe llenar de orgullo a los uruguayos de todos los partidos políticos.
Según el último índice de Democracia anual de la publicación británica The Economist, publicado en febrero del 2022, Uruguay ocupa el primer lugar en América Latina y el puesto número 13 en el mundo.
El informe que analiza la situación de 167 países evalúa medidas como: proceso electoral y pluralismo, funcionamiento del gobierno, participación política, cultura política, democrática y libertades civiles, revela que Uruguay avanzó casilleros pasando de 8,61 a 8,85 sobre 10.
Hoy somos ejemplo para el continente y el resto del planeta.
A pocos días de celebrarse el referéndum sobre 135 artículos de la Ley de Urgente Consideración, aprobada en el invierno de 2020, este gran país modelo en términos democráticos se encuentra inmerso en una discusión entre los partidarios del No y los del Sí. La democracia está vibrante.
En los programas de televisión, en las radios, incluso en las redes sociales, diversos actores del sistema político copan minutos y minutos con discusiones. Unos defienden una ley que consideran buena, otros argumentan que es mala. En el medio, cientos de miles de uruguayos observan un espectáculo disonante de debates muchas veces crispados.
La Ley de Urgente Consideración no nació de un repollo ni la trajo la cigüeña desde París. Los 476 artículos que la constituyen, muchos de ellos votados por todas las fuerzas parlamentarias -incluso el Frente Amplio-, recogen demandas del electorado.
Esas demandas en seguridad, educación, alquileres, adopciones, portabilidad numérica, derecho a trabajar, a la libre circulación, a nuevas paramétricas para fijar los precios de los combustibles entre otros, tienen que ver con los reclamos de la sociedad y se encuentran entre los 135 artículos que la oposición busca derogar el 27 de marzo. Fueron cambios que el actual presidente Luis Lacalle Pou y los partidos de la coalición tenían en sus programas, ante la falta de respuestas en esos temas por parte del gobierno que lo antecedió.
Aprovechando un mecanismo válido en nuestro ordenamiento jurídico como lo es el mecanismo de la urgente consideración, el gobierno cumplió con lo prometido y aprobó la LUC. Es evidente que es un mecanismo atípico, que acelera los procesos legislativos, con el objetivo de poner en marcha rápidamente cambios que escapan al habitual ritmo uruguayo de toma de decisiones.
Aquellos que promueven la derogación de 135 artículos de la LUC argumentan que la forma no es la adecuada, que una ley “ómnibus” no puede ser aprobada en un trámite urgente y que muchos de esos temas requieren de mayor tiempo de discusión. Por el lado de quienes defienden el No, se argumenta que, precisamente, para acelerar algunos cambios indispensables es que la gente los votó.
Todo lo que está sucediendo en estos días es positivo, aunque duelan los oídos. Los políticos a favor y en contra debieron salir a dar la cara en los medios y a las calles a explicar motivos. Nadie puede estar en contra de un debate frontal y apasionado sobre política. Lo ideal es que discurra por los cauces de la civilidad y el respeto al que piensa diferente.
Lamentablemente en estas últimas semanas no ha ocurrido así. Se le quiere achacar a la LUC todos los males habidos y por haber -en cualquier momento la van a culpar de la invasión de Rusia a Ucrania-.
La discusión de los 135 artículos -que, admitamos salvo en la gobernanza de la educación son bastante tibios y no han perjudicado a nadie, todo lo contrario- se ha vuelto muy agresiva y hasta inconducente. La policía encargada de cuidar a todos los uruguayos quedó en el medio de la contienda. Esto es un problema a futuro. ¿Es que alguien en su sano juicio puede estar en contra de una policía con mayor respaldo político y más fuerte para combatir la delincuencia y la cultura narco que crece día a día? Quiero creer que no.
Resulta un poco inconcebible el lugar hacia donde viró la discusión de la LUC. No es poniendo el accionar de la policía en jaque, tampoco acusando a la LUC por la inflación, o el aumento de la harina. No tiene nada que ver. El debate debería ir por otro lado y no salir del foco de dónde debe estar.
Diferentes encuestas de opinión coinciden al afirmar que casi un tercio de la población tiene poca idea de los contenidos de la LUC o directamente no le importa, por ende, está indecisa. Por eso, estrategias electorales que buscan golpes de efecto por encima de contenidos no hacen otra cosa que calentar los micrófonos, pero vacían de sustancia la discusión y empobrece el debate.
Es lo que a veces tiene la preciada democracia. No se puede predecir hacia dónde puede virar la conversación y los temas que hacen a la agenda nacional. Entonces, por vivir en una de las pocas democracias plenas del mundo cada uno debería abstraerse del barullo y las chicanas distractoras, sincerarse frente al espejo y preguntarse: ¿sirven o no sirven estos 135 artículos?