Una de las maneras más miserables de mentir es juguetear con la verdad, como lo dijo en forma más brillante Mario Benedetti. Le dan vueltas, la tuercen, la tapan de arena y humo hasta que la verdad es irreconocible. Este gobierno es el mayor especialista.
Su método más utilizado es el de la saturación. Ni siquiera creo que sea una estrategia publicitaria o de comunicación; es que simplemente se le viene encima un escándalo, una explosión después de otra, y ayuda a crear un clima de tal entrevero que todo se va pareciendo y es difícil distinguir los problemas importantes de los otros.
Un 1° de marzo, desde la alta tribuna del Parlamento, el presidente de la República, sin ningún pudor, anunció que sin cumplir los requisitos obligatorios de la Ley de Puertos, había decidido entregarle por 60 años el control monopólico del puerto de Montevideo a la empresa belga Katoen Natie. No era una prolongación a los 10 años que quedaban del contrato anterior, sino directamente un nuevo contrato, que incluía el Reglamento de atraque y otros beneficios “monopólicos”. Ahora, a muchos meses de la gentil entrega que no fue gratis en absoluto, lo repito, nadie cree que fue una entrega gratuita. Conociendo las partes, las gremiales empresariales más diversas hablan de monopolio: los exportadores, las rurales, la Cámara de Industrias, las Zonas Francas. ¿Quién falta?
El Tribunal de lo Contencioso y Administrativo (TCA) aceptó la observación de dos senadores de la república y estamos esperando que se pronuncie antes de que se congele el Ecuador.
Estamos hablando de una promesa de inversión en 60 años de 600 millones de dólares, que ahora resultaron ser 470 millones de dólares, y donde los uruguayos vamos a pagar 540 millones de dólares para dragar hasta 14 metros el ingreso al puerto. Un oprobio de los peores que se recuerdan. Además, como lo anuncié hace tres años, no tenían el permiso requerido de las autoridades argentinas para iniciar ese dragado.
Cuando explotaba ese escándalo, llegó nada menos que otra exclusividad: el jefe de la custodia presidencial, designado por el propio presidente y su prosecretario de la Presidencia, era Alejandro Astesiano. El delincuente de frondoso prontuario de casi dos décadas además se dedicaba a vender pasaportes uruguayos falsos, a espiar a senadores, a impulsar empresas de exmilitares en licitaciones, y en el cuarto piso de la casa de gobierno funcionaba una asociación para delinquir, que incluía una parte de la cúpula policial.
Semanas enterándonos de brutalidades de todo tipo. Y llegó el pescado, 470 kilos de pescado enviados por valija diplomática desde Dubai, “famoso” exportador ictícola. La carga fue guardada en un frigorífico de carne vacuna de un amigo de Álvaro Delgado, contraviniendo todas las normas sanitarias en la materia. Una parte de la carga “presidencial” se donó a los comedores populares (una porquería que no servía para nada) y otra no se sabe dónde fue a parar. ¿Raro no?
Mientras tanto el presidente inauguraba quioscos, carnicerías, refacciones, participaba en todo tipo de desfiles uniformados. Y se declaraba engañado y desilusionado, aunque nunca, absolutamente nunca repudió a su fiel custodio…
Y se vino otra nueva. La entrega de un pasaporte en forma super rápida y extraordinaria al mayor traficante de drogas de la historia uruguaya (este gobierno está para batir los récords), Sebastián Marset, con complicidades varias del Estado, en el Ministerio del Interior, de Relaciones Exteriores, y diversos funcionarios. Y allí anda Marset tomándole el pelo a varias policías, escapando lujosamente y actuando como estrella de las redes. Y aquí no pasa nada, se lo televisa.
Todavía no se había acallado este escándalo que le costará mucho acallarlo, porque además está emparentado nada menos que con el gran narcotráfico, que salta el affaire del senador Gustavo Penadés y su fiel asistente profesor de la escuela militar. El asunto no es que nuevamente lo engañaron al presidente y a unos cuantos más, sino que además él y el ministro del Interior salieron a defender a Penadés de inmediato y explícitamente.
Heber no es de teflón, pero Lacalle parece que si, porque el barro y las porquerías no se le pegan aunque esté directamente inmerso en ellas. Les guste a sus focas y sus selfies, está hasta el cuello, y que el Uruguay se haya paraguayisado al nivel de convivir con esas porquerías, nos enloda como nación, como sociedad.
Nada de lo que dije anteriormente es de mi invención o de la oposición; es creación pura y dura del gobierno y en primer lugar del presidente. Y siguen jugueteando con la mentira, no con la verdad.
La política exterior, que debería estar un poco por encima de tanto barullo es una sucesión de fracasos, de soledades, de aislamientos, de promesas que no avanzaron un milímetro y discursos vacíos, y sin ningún aporte más que hacer bandera. Flácida, además.
¿En qué sector de nuestras relaciones políticas, económicas y comerciales avanzamos un milímetro en todos estos años multicolores? ¿Qué fue? ¿La pandemia, la sequía, o la guerra de Ucrania?
En la salud, además del escándalo de la liquidación a domicilio y con destinatario asegurado de Casa de Galicia, ahora la Administración de los Servicios de Salud del Estado tiene un contencioso importante por contratar servicios de ambulancias a una empresa de servicios marítimos, sin licitación y sin respetar ninguna norma legal. Otra más.
La reforma de la enseñanza, no necesita humareda, vive en la fumosidad total. Tiene las críticas más despiadadas de especialistas y docentes y ni un solo resultado que no sea: aumento del número de estudiantes por grupo, reducción del presupuesto de la enseñanza pública en su conjunto, y un torrente imparable de declaraciones del presidente de la Administración Nacional de Educación Pública, Robert Silva García, que parece que no se detendrá hasta alcanzar su máxima meta pedagógica: la precandidatura por el Partido Colorado.
En el 2019 todos los partidos políticos en el Parlamento votaron un ley de apoyo al teatro independiente en todo el país. No se reglamentó, pasaron cuatro años, se está votando la última Rendición de Cuentas, pasó la pandemia y los teatros están al borde de la quiebra. Y no se les mueve un pelo. Es su forma de encarar la batalla cultural y citar a Gramsci. No lo duden.
En el medio de todo esto y durante meses, cuando todos los anuncios de los diversos servicios meteorológicos preveían serias dificultades con las precipitaciones hídricas, en el campo y en todo el país, al punto que en octubre del 2022 se declaró la emergencia agropecuaria, en la zona metropolitana afrontamos una situación insólita: la carencia de agua potable durante varios meses. Y el gobierno corriendo de atrás, con la planta desalinizadora viajando en canoa, y el manotazo de ahogados del río San José. Y las cañerías, los calefones, los bolsillos de la gente reventando. ¿La improvisación total o la preparación del clima para el negociado de Arazatí?
Y todo esto tratando de encubrirlo detrás del desastre argentino, la explosión de fracasos políticos, económicos, sociales de nuestros vecinos y hermanos. Que además de dolernos como pueblo hermano, nos duele porque le sirve a los inmorales de por aquí, a los fracasoados uruguayos de encubrirse y compararse de mala manera.
El Uruguay no vive una situación económica y social como la Argentina, no tenemos peronismo desde hace tantas décadas, ni Macris, pero le andamos cerca, ni tránsfugas como Bullrich, ni gatos disfrazados de leones como Milei, pero no por ello deben ser nuestra referencia, sino al contrario.
Ellos han hecho de la mentira, del manoseo de la más elemental de las verdades, su método y su vicio. Nosotros tendríamos que aprender con mucho más rigor y menos batido de palmas de las focas multicolores.