A principios del siglo pasado, se dio una encendida polémica en nuestro país, cuando se presentó la moción de retirar los crucifijos de los hospitales de caridad, por entenderse que al mantenerlos se violaba la opción no religiosa de quienes allí fuesen internados.
El hecho produjo un debate fermental en el que José Enrique Rodó se explayó demostrando lo jacobino del planteo, frente a una concepción liberal que respeta todas las orientaciones, sin censurar por acción u omisión determinada expresión. La lectura y relectura de Liberalismo y jacobinismo, es asignatura obligada, permanentemente.
Pasados más de 115 años de aquel episodio, con otros actores y otros prejuicios, el debate regresa.
La censura que acaba de realizar la directora del Teatro Solís, Malena Muyala, avalada hasta el momento por su superior jerárquico, la intendente Carolina Cosse, pone de nuevo esta cuestión sobre la mesa.
El artista —y polifacético— Claudio Rama pretendió realizar una exposición en ese emblema de la cultura montevideana y nacional que es el Teatro Solís. Un espacio que nada tiene que envidiarle a los mejores teatros de la región y del mundo. Pero, para lograrlo, debía adaptar su obra y realizarla al amparo de la dictadura genital de estos tiempos. Tenía que ser “en lenguaje inclusivo”.
Hace poco pudimos ver en los medios, el lanzamiento del mes de la diversidad, por parte de la intendencia, en ese mismo centro cultural. Para nosotros, los liberales, fue algo normal, porque estamos convencidos que todas las expresiones pueden hacer uso de las instalaciones públicas para tal fin. Pero no piensan igual los jacobinos, policías del pensamiento, que si la obra no es de su agrado o si no se adapta a la hegemonía pensante que nos quieren imponer, es censurada.
El hecho es muy grave. Supongo que la Institución Nacional de Derechos Humanos ya está tomando cartas en el asunto.
En el Solís de Muyala y Cosse, Alfredo Zitarrosa no podría actuar, a menos que ellas le eligieran el repertorio. No fuera cosa que entonara estas estrofas: “A la mujer cuando es buena/ no hay plata con qué pagarle/ pero cuando sale mala/ no hay palo con qué pegarle” (…) “La mujer es como el diablo/ parienta del alacrán/ cuando ven al gaucho pobre/ alzan la cola y se van”.
Ni tampoco Joan Manuel Serrat podría hacerlo, a menos que cambie el texto de sus canciones, por ejemplo, debería ser “niñe, deja ya de joder con ese…” y cambiar el juguete para no determinar con la pelota las inclinaciones futuras del infante.
Para seguir con el totalitarismo de lo políticamente correcto, ni la propia Muyala podría cantar algunas canciones que van en contra de la vigilancia anti tabaco, por cantar una apología a ese hábito: “Fumar es un placer genial, sensual/ Fumando espero a la mujer que quiero/ Tras los cristales de alegres ventanales/ Mientras fumo, mi vida no consumo…”
Ridículo. Así de ridículo e inquisidor es lo que le han hecho a Rama.
Malena, la cantante, canta casi como ninguna. Se trata de una buena artista que he disfrutado en vivo y cotidianamente en los diversos dispositivos.
Muyala, la directora del Solís, ha demostrado no estar a la altura del cargo que representa, evidenciando que por el hecho de ser artista, no tiene por qué necesariamente ser una buena gestora cultural.
Se podrá pedir disculpas. La intendente podrá decir que la directora del Solís se equivocó y pedirle el cargo, pero el daño ya está hecho.
También podrá apoyar lo que hizo su subordinada y despejar las dudas respecto a que ese es el accionar del Frente Amplio en Montevideo. O podrá hacer silencio, lo que al fin de cuentas es lo mismo.