Hoy los líderes necesitan liderar a sus equipos en la adversidad. El mundo pos-covid19 nos dejó algunos aprendizajes, reflexiones, y nos hizo conscientes de nuestra vulnerabilidad. La adversidad irrumpe intempestivamente, nos golpea, nos moldea, nos hace ser quiénes somos. Por eso, no es mala, es lo que es. Su carácter omnipresente en nuestras vidas es lo primero que debemos aceptar como líderes.

Con esto en mente, no malgastes tu tiempo en lamentos, huidas o escondidas. A la realidad se le hace frente, es un camino de aprendizaje duro, pero necesario. Llegó la hora de pararte frente al espejo y decirme cómo te ves como líder: ¿víctima o protagonista?

Entendiendo qué rol desempeñás, comprenderás mejor el grado de responsabilidad que asumís frente a la adversidad. La víctima proyecta un mecanismo de autodefensa hacia afuera. Culpa a lo externo (a otras personas o su entorno) de los que le sucede. Se queja de terceros, de que no tiene tiempo, recursos o las ventajas que otros sí. ¿Te suena familiar? No hace nada para resolver el problema. Sólo se queja y se ahoga en un mar de frustración. “Por qué tengo tanta mala suerte”, “el mundo está en mi contra”.

En cambio, el protagonista no acepta las cosas como son, se hace cargo y siente que puede hacer algo al respecto en vez de quejarse. Invierte esa energía en intentar modificar la realidad. No actúa como un llorón al que pobrecito todo le pasa. Prioriza qué cosas puede gestionar y deja de lado lo demás. Ojo que ser protagonista no significa ser un superhéroe, sino tener el control de lo que nos pasa e intentar dar respuesta a ello.

En plan protagonista, apagando las excusas y centrándose en las variables controlables. Los buenos líderes nunca sucumben ante la adversidad. Se sobreponen a la fatalidad, salen fortalecidos de ella. Sean emprendedores, políticos, entrenadores deportivos, religiosos o agentes de cambio social.

El emprendedor, por ejemplo, debe desarrollar lo que hoy se conoce como resiliencia. Esto es la capacidad de enfrentarse con éxito a las condiciones adversas del mercado, los competidores, proveedores, empleados, etc. Si no es capaz de tolerar la incertidumbre del “qué pasará mañana”, no es un luchador y, por ende, no es un emprendedor.

Si pienso en un líder político, me resulta indignante escuchar discursos en los que se le echa la culpa a un antecesor (“Ah, pero…”) o también a factores externos como la pandemia, la sequía que arruinó una importante cosecha o la invasión a Ucrania que hizo subir el precio del petróleo. Todas esas son excusas que de ninguna manera justifican una mala gestión. Justamente, a través del voto se elige a un político para que resuelva los problemas del pueblo. No para que busque razones pomposas para probar que no pudo hacerlo.

De igual modo, un director técnico que tiene a cargo un equipo de futbolistas está luchando o mejor dicho adaptándose constantemente a las adversidades de: jugadores lesionados, algunos que bajan el rendimiento, otros que son vendidos en medio de una temporada. Sería adecuada una respuesta del coach del tipo: “Perdimos el campeonato porque Funes se nos fue al Manchester", ¿qué creen?

Las excusas nunca le hicieron ganar un partido a Rafa Nadal, tal cual lo contó su tío y entrenador en una charla TEDx. Suena obvio ¿Por qué no elegir actuar como protagonista en vez de víctimas? Porque es difícil hacerlo. Hay que arremangarse, involucrarse y no todos están dispuestos a resignar una cuota de su deseada comodidad.

Los buenos líderes actúan con responsabilidad y adaptabilidad a los cambios. Son responsables de conducir a la gente hacia la victoria (cumplir los objetivos) también de desarrollar a las personas que dirigen. Y son responsables de la imagen que proyectan de su organización hacia afuera. En segundo orden, la capacidad de adaptarse a los cambios no es nada nuevo. Desde Darwin sabemos que sobrevive el más apto. Quién sabe olfatear las oportunidades, intuye los cambios al inicio y se adapta rápidamente para aprovechar la ventaja temporal.

En un contexto donde todo cambia a ritmo exponencial, ser un buen líder no es ocupar un lugar determinado en la mesa o tener seguidores en redes. Es señalar el rumbo y liderar con el ejemplo. Tener la templanza, buen humor y actitud positiva para conducir al equipo en momentos críticos o poco claros que nos tocan vivir.