Por Pablo Mieres | @Pablo_Mieres
Más allá de los resultados electorales y del triunfo de un nuevo gobierno que implica la alternancia y el predominio de la voluntad de cambio de los uruguayos, lo cierto es que, también, los recientes resultados electorales pusieron de manifiesto otros mensajes adicionales desde la ciudadanía a los políticos que es necesario atender.
En primer lugar, la sensible reducción del apoyo de los ciudadanos hacia la democracia. En efecto, las mediciones permanentes del Latinobarómetro indican una firme tendencia a la reducción del porcentaje de los uruguayos que indican que la democracia es el mejor régimen político. Este porcentaje se redujo al 61% en la última medición. Esto es muy preocupante porque indica que, aunque aún es mayoritario, lo cierto es que cada vez son menos los uruguayos que expresan una valoración por la democracia.
En segundo lugar, la confianza en los partidos políticos ha llegado también a los niveles más bajos de los últimos años, apenas una cuarta parte de los uruguayos expresa que confía en los partidos políticos, lo que los ubica entre los últimos lugares de las instituciones públicas.
Esta afectación de la imagen y apoyo a los partidos políticos es particularmente impactante para un país como el nuestro en el que las organizaciones partidarias han tenido siempre un peso muy relevante en la vida política democrática. En efecto, Uruguay se ha caracterizado, a diferencia de otros países latinoamericanos, por la fortaleza y estabilidad de nuestros partidos.
Justamente, el escenario electoral fue el reflejo de estas tendencias registradas en las mediciones de opinión pública. Hay dos indicadores fuertes en este sentido. En primer lugar, la reducción del respaldo electoral a los partidos con representación parlamentaria y, en segundo lugar, la atracción y éxito que recibieron los candidatos nuevos que ingresaron a la vida política en los últimos tiempos.
En efecto, todos los partidos con representación parlamentaria durante el período legislativo que termina, perdimos respaldo electoral. Los cinco partidos que en 2014 representaron prácticamente el 100% de los votos, en esta oportunidad obtuvieron el 81%. Es decir que uno de cada cinco uruguayos votó una alternativa partidaria diferente a los partidos que representaban el sistema institucional de representación cinco años antes.
Este hecho demuestra el desgaste de la relación entre los ciudadanos y los partidos establecidos. Es una señal de cierto grado de crisis de representación.
El segundo componente va en la misma dirección. Cada candidato nuevo que ingresó a la arena política, generó ilusión, apoyos y expectativas. Así fue ocurriendo con Ernesto Talvi, Juan Sartori y Hugo Manini Ríos sucesivamente. Y así ocurrió en los primeros tiempos del surgimiento de Edgardo Novick, cuando fundó el Partido de la Gente.
Estos hechos, inéditos en la historia política del país, en donde se ha tenido por bueno que los partidos o candidatos nuevos tenían un largo período de incorporación antes de recibir la confianza electoral de los ciudadanos, demuestran que han cambiado mucho las cosas en el vínculo entre ciudadanos y partidos.
Estas circunstancias están en línea con algunas tendencias que se observan a nivel mundial. La fragilidad de las adhesiones políticas, la dinámica cambiante de la información que ahora incorpora fuentes cada vez más variadas, en donde las redes sociales han cambiado de manera radical los criterios de decisión de los ciudadanos. El valor de lo nuevo que fascina y atrae sustituyendo a la importancia de la experiencia o la tradición.
Finalmente, el éxito electoral de Cabildo Abierto es también otro indicador de cambio muy profundo. Por primera vez en la historia del país, un partido absolutamente nuevo alcanza un resultado electoral importante.
Hasta ahora en nuestro país, todo partido nuevo "pagaba derecho de piso" en su primera elección alcanzando resultados muy escasos. El crecimiento electoral llevaba años de acumulación para ganarse la confianza del electorado.
Esta forma de vinculación entre ciudadanos y partidos ha cambiado radicalmente, en línea con las tendencias mundiales, caracterizadas por lo efímero, lo cambiante y lo novedoso.
Más allá de estas apreciaciones, lo cierto es que para los partidos políticos, viejos y nuevos, se plantea un profundo y complejo desafío que consiste en recrear líneas de vinculación más estables y permanentes con los ciudadanos. Su fortalecimiento y la recuperación de vínculos estables con los ciudadanos es un reto imprescindible para el sistema político uruguayo.
Porque una situación de niveles altos de volatilidad y de importante aumento de la imprevisibilidad en los respaldos políticos, puede ser, simultáneamente, un componente adicional de crisis de la valoración de la democracia y de los partidos políticos, con los consiguientes riesgos institucionales.
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