Mis amigos me exhortan a no insistir, a moderarme, a no echar leña al fuego. Es un mal camino, ninguna sociedad progresó tragándose sapos y culebras y en forma callada. Hay que hablar, opinar y eso sí: hay que firmar, no ser uno más de los muchos cobardes de las redes que ni siquiera asumen sus opiniones.
Este es un momento de prueba, hubo otros. Antes de continuar opinando asumo que yo defendí causas políticas que se demostraron equivocadas y que me costó mucho, realmente mucho reconocerlo. Por eso soy un experto. En algunos casos fueron naufragios gigantescos de los que formé parte. Algunos náufragos, no se contarlos, decidieron hacerse los desentendidos. Yo no lo logro. No será un mérito, pero no lo considero un defecto.
Otros casi ahogados que contribuyeron con sus silencios, sus aplausos, a que su fuerza política marchara directo hacia el iceberg, confunden apoyar, defender, opinar, con aplaudir cualquier cosa bajo el sutil argumento que reconocer mentiras, errores y horrores es ayudar al enemigo o al adversario. La historia no les enseñó nada. La lección más grande es que al final siempre llega la verdad, el premio o el castigo por las burradas o cosas peores de la política. Y que la peor derrota es dejar de ser de izquierda, aparentarlo.
Los malos políticos se refugian detrás de dos especímenes: las focas, que aplauden cualquiera cosa y luego distribuyen responsabilidades, y los lambetas, cuya función principal es su caricia húmeda al poder. Supuestamente "su" poder. Yo trato todas las mañanas de sacarme esos vicios y opinar sin rendirme a ninguno de los dos especímenes. Cuesta, pero vale la pena.
La situación de la pandemia que en Uruguay comenzó el 13 de marzo del 2020 y durante varios meses fuimos un ejemplo a nivel mundial, hace tres meses que viene cuesta abajo, cada día peor. No es una meseta, es un desbarranque. Los datos del lunes de noche no los entienden solamente los que tienen la lengua tan larga que les tapa los oídos y los ojos. Tuvimos 2700 contagiados y 19 fallecidos y nada augura mejoras a corto plazo.
El 8 de marzo del 2021 teníamos 8.404 casos activos, el 22 de marzo llegamos a 14.418 casos y creciendo todos los días, teníamos 87 personas en los CTI y ahora tenemos 188 y estamos rozando el 1% de los fallecimientos. Pero lo más grave es que índice de positividad, es decir de casos positivos por hisopados superó el 18%. Y la respuesta del gobierno y de los lambetas es hablar de las vacunas y ahora seguro responsabilizarán a la variante P1, brasilera. Cuando era absolutamente previsible que llegara, hasta para el más tonto de los tontos.
Vacunas depositadas y prontas en Uruguay para aplicarse suman más de un millón y medio y vienen más, gracias a dos cosas: al gobierno chino y al Presidente de la República, porque si hubiera sido por los intermediarios estábamos en el horno. Algún día sería bueno saber quiénes fueron los famosos intermediarios fallidos.
Comenzamos a vacunar el 27 de febrero del 2021 y al 21 de marzo hay vacunados a las 10 y 30 del 23.3.21 un total de 350.374 personas. Y quedó totalmente demostrado que no faltaban brazos, sino inteligencia. Ahora parece que se superó el problema. Supongamos que se vacunen 30 mil personas por día (el promedio en estos 23 días del 27.2. al 21.3 fue de 13.838 vacunados, así que soy muy optimista, y que queremos vacunar con dos dosis al 70% de la población. Necesitamos aproximadamente 4.600.000 dosis de vacunas. Vacunando siete días por semana (estamos vacunando cinco días) se necesitan 153 días, es decir 5 meses. No sucederá, así que si todo sale bien necesitaremos más de 7 meses para suministrar las dos dosis. Y soy absolutamente optimista.
No hay que ser ni un infectólogo, ni un estadístico para afirmar que dentro de 30 días se nos saturan los CTI y que además todo el sistema sanitario, es decir las otras patologías postergadas en su tratamiento por muchos meses entrarán en una grave crisis. Un tema semi-oculto, con más de 50 mil operaciones y actos médicos varios postergados.
Y las perillas para esta situación no las tiene la gente, las tienen las autoridades, el gobierno en primer lugar, que hizo las cosas muy bien al principio y las está haciendo muy mal y tarde en este momento. No es obviamente por mala voluntad, ni por irresponsabilidad, es porque eligieron muy mal los tiempos y las perillas prioritarias. Se prendieron de la economía y al final nos costará mucho más caro.
Las autoridades no tomaron medidas drásticas en las peores zonas del país (la frontera), como han hecho varios países exitosos (Australia, Corea del Sur, Nueva Zelanda y otros), y dejó pasar el tiempo cuando el GACH le recomendaba tomar medidas para llevar los contagios diarios a 200 en el mes de febrero. Estamos con cifras record en todos los indicadores. Y siguen hablando de las vacunas, como si se pudiera detener el aumento exponencial con las vacunas.
Los lugares de vacunación son pocos y eso no se arregla con abundancia de discursos y publicidad. Son pocos y no funcionan 5 días por semana. Se desconocieron los pedidos, los informes de los que saben y esa es una responsabilidad del gobierno. Y lo repito se lo digo a este o a cualquier gobierno, de cualquier color.
Y no sirve refugiarse en las tragedias ajenas, en los otros países que están peor que nosotros. Nosotros partimos con notorias ventajas, entre otras razones por la rapidez con la que actuó el gobierno y ahora corremos con la desventaja de no querer ajustar todas las perillas. La que más dolerá siempre, serán los muertos, los enfermos y mucho pero mucho después, el dinero. Tenemos reservas para invertir ahora y superar esta situación excepcional.
El país tiene 16.000 millones de dólares de reservas y 8.000 millones de esos son de libre disponibilidad y estamos hablando de unos pocos cientos de millones de dólares, de ampliar el fondo coronavirus y de impedir que otras cientos de miles de personas se precipiten en la pobreza y la miseria y miles de empresas cierren y dejen a más uruguayos en la calle y sobre todo que se cumpla la previsión del propio presidente Lacalle, cuando nos recordó hace muchos meses la situación de Costa Rica. Ahora estamos peor que ellos.
No tengo el complejo del juego del pastor mentiroso, que de tanto gritar a la llegada del lobo, ahora que los aullidos son fuertes y próximos sus gritos suenan a hueco.
Estamos a tiempo, pero por más que el restallar de las lenguas suene a fanatismo, lo que hay que hacer es aprender de los errores y de las debilidades. A mí no me pueden acusar de estar haciendo campaña por nadie, ni cuando critiqué a un gobierno que había ayudado a elegir (gratis...) o cuando apoyé explícitamente la rápida e inteligente respuesta inicial del actual gobierno.
Ni las focas ni los lambetas, nos ayudarán a salir de esta grave situación, al contrario, nos precipitarán.