La dirigencia oficialista está teniendo unos días terribles. Se comience por donde se comience, parece obvio que la falta de autocrítica, de aceptación de la derrota de noviembre y de sus inevitables consecuencias, les está jugando una mala pasada.

Así, tenemos a voceros oficiosos criticando en Twitter el concepto de "apariencia delictiva" sin reparar que la Ley de Urgencia se refiere a los hechos y no a las personas; mucho menos reparan en que es la Constitución de Cuba, faro que ilumina el corazón de todo buen revolucionario, la que persigue el "estado peligroso" de las personas.

El bochorno argumental coincide con la decisión de la dictadura venezolana, liderada por ese numen llamado Nicolás Maduro, de privatizar la empresa petrolera del país, o lo que queda de ella.

Pero la lista sigue y las declaraciones de la elite frentista ensombrecen la convivencia democrática.

Otro episodio penoso de estos días es la reacción furibunda y maliciosa contra Isaac Alfie por su participación en el juicio contra el Estado uruguayo por el fallido emprendimiento de la explotación de hierro.

Los desaguisados incluyeron anacronismos (Carolina Cosse le pide que renuncie a un cargo que aún no asumió), ignorancia (Charles Carrera habla de "conjunción", cuando este delito está previsto para los funcionarios públicos y Alfie no lo es), o maledicencia (Javier Miranda arroja sombras sobre la ética de todos los peritos del país, Alfie incluido, sin prueba alguna), haciendo desaparecer de la discusión que el mencionado economista comparece ante la Justicia a pedido del Estado uruguayo y disimulando que todos los responsables de que el país se exponga a perder un juicio millonario son ex gobernantes frentistas.

Pero quien llevó el malhumor, malasangre y mala leche del oficialismo saliente más lejos, acaso a límites aún no franqueados por ningún elenco político en horas de derrota, fue el inefable diputado astorista Alfredo Asti.

En una deriva inédita, Asti sugirió que la decisión de la Corte Electoral de habilitar a dirigentes a ser candidatos a alcaldes por un lema diferente del que apoyaron en las internas pasadas, altera la consideración de imparcialidad, a nivel nacional e internacional, de la que goza el organismo.

No contento con este agravio, afirmó que los ministros de la Corte actuaron con móviles partidarios, que no aparentan honestidad y que la decisión responde a una "mayoría circunstancial", como si no lo fueran todas las mayorías que la democracia consagra en países de la calidad institucional de Uruguay.

¿Hace falta agregar a esta lista otras señales altamente preocupantes sobre el espíritu que alientan algunos dirigentes frentistas frente a la nueva administración de gobierno?

Sí. Hace falta hablar de la reacción extemporánea y apresurada sobre la Ley de Urgencia, propia de agitadores de la posverdad más que de dirigentes con responsabilidades políticas a cumplir.

Es necesario que los voceros de la ira terminen de aceptar con talante democrático y espíritu constructivo, la nueva realidad política que se instalará en apenas unas semanas. Es necesario que dejen de comportarse como personas que, si vivieran en Cuba, sería perseguirían por su evidente estado peligroso.