Tras muchas horas de expectativas de la ciudadanía israelí, que vive una sensación de crisis dramática sin precedentes, el primer ministro Benjamín Netanyahu habló este lunes por televisión y llamó a suspender la legislación de la reforma judicial para dar chance al diálogo. Aclaró que la intención no es quitarla de la mesa sino postergarla por unas semanas, y en el interín tratar de llegar a entendimientos con la oposición para poder presentar acuerdos a nivel nacional, pero dando a entender que de todos modos se volverá a ella después del receso parlamentario.
“No quiero desgarrar al pueblo”, proclamó Netanyahu, que ha sido repetidamente acusado por numerosos críticos, de conducir al país a una crisis jamás vista en Israel, por impulsar una polémica reforma sin buscar acuerdos.
El jefe de la oposición Yair Lapid está dispuesto a hablar, aclarando que espera que Netanyahu no haga “trucos” y que ya han sido varias las ocasiones en las que no cumplió sus promesas. Un tanto menos escéptico, aunque cauteloso, fue el otro líder de la oposición Beni Gantz, quien recalcó que irá a hablar "con todo el corazón”, pero aseveró: “Seguiré oponiéndome a este gobierno”, aunque se refirió a quienes apoyan la reforma como sus “hermanos”.
Cabe recordar que durante tres meses, al criticar la oposición la forma arrolladora y acelerada en la que se estaba promoviendo la legislación de la polémica reforma judicial, el gobierno rehusó detenerse un minuto siquiera.
¿Qué pasó pues ahora, que Netanyahu anunció la postergación?
El parteaguas fueron las escenas registradas el domingo por la noche, especialmente en Tel Aviv pero no solamente allí, de enormes multitudes de ciudadanos que salieron espontáneamente a protestar, en lo que se percibe como una nueva etapa en la lucha contra la reforma judicial. En realidad, esto fue mucho más allá de la reforma.
Lo que sacó a tantos ciudadanos a la calle fue la decisión del primer ministro Netanyahu de destituir a su ministro de Defensa Yoav Gallant, quien el sábado había exhortado públicamente a suspender la legislación explicando que está desgarrando al pueblo, también a las Fuerzas de Defensa de Israel, y con ello está trayendo “un peligro concreto e inmediato” a la seguridad nacional.
El hecho de que en lugar de escuchar sus advertencias Netanyahu decidió quitarlo de su puesto, encendió una luz roja en numerosos ciudadanos que reaccionaron furiosos, sintiéndose desprotegidos, gobernados por un primer ministro al que acusaron de actuar sin criterio y en forma irresponsable, tal cual explicaron también figuras que ocuparon en el pasado puestos de gran responsabilidad.
“Ha perdido el criterio totalmente. No es la misma persona que yo conocí”, declaró el general (retirado) Tal Russo. “Netanyahu debe renunciar, no puede seguir al frente”, dijo por su parte Tamir Pardo, ex jefe del Mossad.
Las imágenes de las calles ardiendo de ira, de la multitud gritando “¡Renuncia!” y las reacciones airadas generalizadas llegaron también a oídos de la coalición y más que nada del partido Likud de Netanyahu. Algunos ministros y diputados se sumaron a Gallant y dijeron públicamente que hay que detenerse y tratar de hablar. Por otra parte, dentro de su partido y también socios de otros partidos de coalición, se opusieron inicialmente a toda suspensión, presentándola como “rendición ante los anarquistas y la violencia”. Finalmente, se decidió anunciar postergación, la cual en principio será hasta fin de julio, al volver el Parlamento del receso que comienza en unos días.
Pero el problema de fondo es la profunda desconfianza que hay de por medio. El hecho que en su discurso Netanyahu presentó a los opositores a la reforma como “una minoría extremista” y violenta, no aportó.
“El gobierno salió perdiendo, podría haberse detenido antes y evitar esta seria crisis pero siguió sin escuchar, y en el medio su política dañó seriamente la economía y las relaciones internacionales”, analizó el periodista Ben Caspit del canal N12. En su entrevista al ministro Amijai Shikli del Likud este reconoció: “Cometimos errores en el camino, tendríamos que haber hecho esto a otro ritmo, distinto”.
Por un lado, se ha abierto la puerta al diálogo, algo que Israel precisa. Pero sería muy prematuro vaticinar que eso pone fin a la crisis. En absoluto. Y no sólo porque aún no se sabe cuál será el resultado del diálogo sino porque los líderes de la protesta popular -a diferencia de los jefes de la oposición en el parlamento- han aclarado que no se piensan detener y que las manifestaciones continuarán.
Pero más allá de las reservas y dudas que la situación actual inspira en mucha gente, precisamente la crisis actual puede ser vista también como una gran oportunidad.
“La suspensión temporaria de la reforma judicial proporciona una oportunidad para el Primer Ministro y los líderes tanto de la coalición como de la oposición para convertir esta crisis en una oportunidad constitucional histórica”, dice un comunicado emitido este lunes por el Instituto Israelí de Democracia.
El comunicado recalca que un marco constitucional para Israel -que no tiene aún Constitución-, basado en amplios consensos, debe incluir tres principios claves:
1) Anclar los derechos básicos y los compromisos de igualdad en el espíritu de la Declaración de Independencia.
2) La preservación de la independencia del sistema judicial y el carácter profesional de los nombramientos judiciales.
3) La codificación y anclado de reglas del juego acordadas, de modo que se impida que una mayoría política temporaria pueda alterar el marco constitucional o poner en peligro los valores democráticos de Israel.
Un sondeo publicado por el canal N12 reveló un amplio apoyo de la ciudadanía a la suspensión de la legislación y a la opción de diálogo. Esto cruza líneas partidarias de izquierda y derecha. Según el Instituto israelí de Democracia, ese vasto apoyo popular “de derecha a izquierda, a un acuerdo que tenga como raíz un término medio, impone al liderazgo electo comprometerse a promover acuerdos constitucionales pero solamente basados en consenso”. Y agregan una advertencia: “Cualquier intento de implementar esos cambios de modo unilateral, pondrá en peligro la solidaridad, la seguridad y la prosperidad económica de todos los israelíes”.
Y en efecto, el sábado por la noche, en la manifestación central en la calle Kaplan en Tel Aviv, numerosos manifestantes gritaban , en hebreo, “¡Juká, juká”, que significa “¡Constitución!”.
Ese era uno de los clamores destinados a intentar calmar la situación a largo plazo. Pero había también otros esloganes aclarando que la lucha por la democracia que se vio en peligro por la propuesta de reforma, no se detendrá. En otras palabras, no todos se contentarán con la suspensión de la legislación. Hay en las filas de la protesta círculos convencidos de que Netanyahu, por más que haya sido electo democráticamente, ya no puede gobernar.
Y eso, puede a su vez, complicar el intento de diálogo, que aún no ha comenzado.
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