Como si Israel tuviera pocos problemas combatiendo a Hamás, a Hezbolá, y el patrón de todos, Irán, y como si fuera poco el desafío que supone luchar contra la demonización, la distorsión y las mentiras que difunden odio en su contra, las propias Fuerzas de Defensa de Israel cometieron el lunes de noche un error garrafal al disparar hacia dos vehículos de la organización humanitaria internacional “World Central Kitchen”, matando a siete de sus empleados.
Matar a siete personas inocentes abocadas a la prestación de ayuda en zona de guerra, o sea dispuestas a arriesgar sus propias vidas para ayudar a gente necesitada, es ante todo una tragedia para ellos, sus familias y la organización en la que trabajaban. Y es también una catástrofe para Israel, que evidentemente cometió un muy serio error que está siendo investigado.
Esta terrible situación seguramente seguirá cobrando un duro precio a Israel en la arena internacional ya que allí pululan quienes lo juzgan injustamente en forma constante, y ahora seguramente alegarán que no cometió un error, sino que mató a los siete en forma intencional, como política para impedir que llegue ayuda a los palestinos. Pero hay también muchas figuras públicas y de gobierno de diferentes partes, especialmente de los países de los cuales los muertos eran ciudadanos, inclusive países amigos de Israel, que se manifiestan de una forma que a nuestro criterio requiere poner las cosas en contexto.
Esto no significa que apuntamos a minimizar lo grave de lo sucedido, en un incidente que no debería haber ocurrido jamás. Ni tampoco que esperamos que no haya críticas. Es más que natural que las haya y en términos duros. Pero sí consideramos que todos deben recordar que estas tragedias, errores que causan horrores, ocurren en todas las guerras y conflictos.
La gran diferencia entre todos los demás casos y los casos en los que está involucrado Israel —sí, todos— es que absolutamente ningún ejército del mundo hace tantos esfuerzos por distinguir entre terroristas y no involucrados. Ningún ejército hace tantos esfuerzos por llevar ayuda humanitaria a la población del lado enemigo, cuyo gobierno, Hamas en este caso, hace todo para robarla. Pero nunca, absolutamente nunca, se oye contra nadie críticas y condenas como contra Israel. Aunque, en la práctica, los números de relación entre gente armada y no involucrados que mueren en las guerras que libra Israel, absolutamente siempre son mucho menores que en otros conflictos.
Tomamos como referencia a los efectos de este análisis algunos ejemplos de conflictos en los que participaron tropas de países democráticos. Y en ningún caso se trata de países que luchaban por su seguridad nacional o integridad territorial junto a su propia casa sino lejos de la misma, mientras que Israel tiene a sus enemigos a sus puertas.
Y este análisis comparativo es relevante también sin olvidar que en el cruento y trágico incidente de los cooperantes, se les disparó por error no porque estuvieran en una situación de combate. Aún así, esto entra en la categoría de errores y daños no intencionales que alcanzan a no involucrados en las guerras.
Para analizar este tema recurro a un gran periodista y analista israelí, Ben Dror Yemini, concretamente a un capítulo de su libro “La industria de las mentiras” publicado en el 2014 por la editorial de Yediot Aharonot. La segunda edición, actualizada, está en camino. Tal como se puede entender del nombre del libro, el tema es la enorme campaña de distorsión de la realidad que sus enemigos lanzan y con la que invaden la academia y muchos medios, para demonizar a Israel.
Asi escribe Ben Dor Yemini:
“Todo conflicto crea situaciones difíciles. 'Siempre hay un precio por derrotar al mal... pero el precio de no derrotar al mal será mucho mayor'. Esto es lo que dijo un portavoz de la OTAN cuando tuvo que defenderse de las críticas sobre el daño a inocentes. Incluso tal afirmación debe ser tratada con cautela, porque la lucha contra la injusticia no justifica todas las medidas. La lucha contra la agresión nazi estaba justificada. ¿Pero eso justificaba el bombardeo de Dresden? ¿Justifica el bombardeo de Tokio? ¿Justificaba el lanzamiento de las bombas atómicas? El debate es legítimo. Sería mucho menos legítimo si el mal mismo, el nazismo, estuviera justificado”.
El autor pasa a recordar el enfrentamiento israelo palestino, que no es una excepción, y dice que también aquí hay errores y daños a inocentes. Su argumento —que abrazamos plenamente— no es que no haya, sino que, en ningún caso de daños inconmensurablemente peores causados por otros, en otros lares, se reacciona con la virulencia que vemos contra Israel.
También ahora, con la gran desgracia de los siete cooperantes muertos, hemos escuchado entre otros al secretario de Estado norteamericano Anthony Blinken exigiendo a Israel investigar y pidiendo explicaciones, aunque Israel ya había empezado a hacerlo. Y nos preguntamos dónde están todas las investigaciones de Estados Unidos, de la OTAN y de otros ejércitos que mataron civiles inocentes en cantidades enormes cuando luchaban contra el mal, y no porque lo tuvieran a sus puertas, como Israel. Eso pasa en las guerras dijeron. Sí, pasa. También a Israel le pasa. Les pasó a los Aliados cuando combatían a Alemania nazi y nadie pensó por eso que la razón la tenía Hitler.
Aquí algunos ejemplos, resumidos del libro de Ben Dror Yemini, combinando sus descripciones de los conflictos elegidos con nuestros comentarios.
Somalia
Este tipo de situaciones, de daño a inocentes, las vivió también la propia ONU en Somalia cuando 38 mil soldados de 21 países participaron en la fuerza internacional en Mogadiscio. Cuando la fuerza norteamericana Delta, en nombre de las Naciones Unidas, protagonizó un cruento choque en el que murieron numerosos civiles, el portavoz de la ONU en Somalia David Stockwell dijo que “todo aquel que está sobre el terreno en la zona de batalla es considerado un combatiente".
El que mujeres y niños , tal cual recuerda Ben Dror Yemini, hayan sido usados como escudos humanos, no impidió que la ONU siguiera bombardeando, incluyendo disparos directos hacia los inocentes porque los combatientes se escondían entre ellos.
¿Alguien se imagina lo que se diría si Israel hiciera algo así?
Balcanes
Cuando el presidente de Serbia Slobocan Milosevic expulsó en 1999 a cientos de miles de albaneses de Kosovo, la OTAN intervino. Los civiles no eran el objetivo. Sólo unidades militares. Pero, aunque había una gran separación entre los civiles y los soldados, a diferencia sin duda de lo que pasa en Gaza donde Hamás se instaló en medio de los civiles, la OTAN mató a gran cantidad de civiles en múltiples incidentes. Todos y cada uno, trágicos errores. Bombas que se desviaron, misiles que cayeron mal, de todo.
La OTAN emitió mensajes de condolencia. Nadie pensó que los pilotos, sus comandantes o quienes los habían enviado debían ser procesados. En la guerra hay errores.
“Nos equivocamos, no fue nuestra intención. Así es cuando se lucha contra un régimen malvado”, dijeron los portavoces de la OTAN, que pidieron disculpas por los errores. Se estima que el número de combatientes muertos fue 500. Existe una fuerte discusión acerca del número de civiles muertos, entre 500 y 2.500. Se tiende a creer que lo más probable, según investigaciones confiables, es que hayan sido entre 1.200 y 1.500. O sea, prácticamente el triple de civiles que de combatientes.
Milosevic no lanzó cohetes contra Londres y París. Aun así, cientos o miles de civiles murieron. Las voces de condena a las fuerzas de la OTAN, si las hubo, fueron silenciadas. El Consejo de Derechos Humanos de la ONU, o la Comisión que lo precedió, no se reunió para discusiones particularmente acaloradas, ni se creó una comisión de investigación
Hasta aquí dos de los varios ejemplos que trae Ben Dror Yemini en su libro, en el que también analiza los combates en Faluja, Irak, conflictos en el Líbano, Pakistán, Sri Lanka y también entre el ejército ruso y Chechenia. En todos ellos la diferencia entre combatientes y civiles muertos es enorme, muy superior a las guerras de Israel contra Hamás en Gaza. Pero como en todos esos casos no hay apego ninguno a normas de guerra, porque así son sus protagonistas, ni los detallamos. Los ejemplos que sí compartimos involucran a Estados Unidos, la OTAN, la ONU... Todos deberían aprender de los esfuerzos que hace Israel para minimizar el riesgo a no involucrados. Eso es cierto también después del terrible incidente de esta semana en Gaza.
A modo de resumen
Israel afortunadamente investiga, no porque el mundo presiona, sino porque así funcionan las Fuerzas de Defensa de Israel. Y así debe ser. Alguien cometió un gravísimo error y mató a siete civiles inocentes. No es la primera vez que hay errores y cabe suponer que tampoco será la última.
Y aunque cada uno de esos casos merezca crítica, claro que sí, eso no quita que nos repugne la hipocresía mundial. Muchos de los que se rasgan las ropas hoy en las redes felices de poder condenar a Israel, no abrieron la boca para condenar los horrores de Hamás en el sur de Israel el 7 de octubre.
Israel deberá esforzarse por garantizar que no se repitan errores de ese tipo porque son inaceptables. Y también por asegurar que pueda avanzar en su guerra contra Hamás.