El Presidente de Rusia Vladimir Putin no es el único responsable de la situación actual . Es por cierto el culpable directo ya que fue él quien invadió territorio soberano de Ucrania, atacando inclusive la capital Kiev y otras grandes ciudades, matando no sólo soldados sino también civiles. Pero la responsabilidad por el hecho que él haya osado lanzar este ataque es también de Occidente. Y muy especialmente de Estados Unidos.
La retirada norteamericana hace pocos meses de Afganistán fue una señal de debilidad que todos los enemigos de la libertad captaron claramente. En más de una oportunidad hemos comentado que cuando líderes occidentales hablan de la paz entre los hombres, de la importancia del acercamiento y el mutuo respeto entre las naciones, los déspotas pueden asentir en inglés y reirse a carcajadas cuando están solos entre ellos.
Salir de Afganistán equivalía dejar a la población civil a merced de los terroristas Talibanes. Claro que los norteamericanos no eran los soberanos allí ni pertenecían a esa tierra, pero estaba claro de antemano que irse no significaría respetar los derechos de la población local sino exactamente lo contrario. En cuestión de horas, todo el país cayó en manos de uno de los grupos más retrógrados del planeta, armados con lo mejor.
Todos miraban. Desde Irán. Desde Siria. Y desde Moscú.
Todos los regímenes dictatoriales de la peor calaña captaron claramente que el nuevo Presidente de Estados Unidos no sería un contrincante duro de enfrentar.
Que no se entienda mal. Ideológicamente, a nivel de valores e ideales, es fácil identificarse con Biden, humanista y verdaderamente demócrata. Pero lamentablemente, cuando hay que enfrentarse al mal, las palabras duras no bastan. Las advertencias y amenazas sin cobertura, son peor remedio que la enfermedad. No que las sanciones no puedan ser duras, pero a Putin no le importará. Y de Europa, ni hablemos. Vergonzosa.
Putin ya dijo una vez que la peor tragedia del siglo XX había sido el desmembramiento de la Unión Soviética. Y en los últimos días osó proclamar públicamente lo que evidentemente siempre pensó: que Ucrania no merece ser soberana , que es parte del origen mismo de Rusia y que el hecho que parte de la población de Ucrania es ruso-parlante, significa que deben volver a ser parte de Rusia. Putin actúa como si no hubiera caído la cortina de hierro, como si Ucrania no hubiese sido declarada independiente ya en 1991.
Claro que esto no comenzó ahora. El mensaje de debilidad occidental tiene años.
En una interesante entrevista a la emisora israelí Galei Tzahal, el ex Prisionero de Sion y ex ministro israelí Natan Sharansky opinó que el problema comenzó hace ya casi una década, cuando el entonces Presidente de Estados Unidos Barack Obama proclamó que el uso de armas químicas en Siria sería una línea roja. Pero cuando fueron usadas esas armas, no hizo nada, lo cual fue captado claramente también en el Kremlin. Poco después, Putin invadió y anexó Crimea. Claro que la serie de elementos que condujeron a ello fue más compleja, pero la percepción "del otro lado" como quien no haría nada, influye mucho.
Occidente ha dejado sola a Ucrania.
Es cierto, aún no es miembro de la OTAN, un plan que Putin percibe como amenaza hacia el Este a la propia Rusia.Pero entonces ¿debe quedar condenada a la ocupación rusa?
Mientras tanto, de fondo, están las conversaciones en Viena sobre el acuerdo nuclear con Irán. Si bien no han concluido y no se sabe con certeza cuáles son todos los detalles, por lo que ya se ha estado publicando parecería que Irán consigue un acuerdo que supera inclusive sus mayores expectativas. Si no, no apuraría a firmar. Y eso sucede cuando entiende que frente a su delegación en la mesa de negociaciones, tiene a interlocutores ávidos de decir "terminamos", sin pensar lo suficiente en el precio a pagar más adelante.
Para terminar, un comentario que nos resulta ineludible al escribir estas líneas desde Israel. Es chocante, por no decir repugnante, ver la hipocresía de todos aquellos que se rasgan las vestiduras cuando Israel lanza un operativo anti terroista, pero ahora no salen a las calles a condenar la agresión rusa. Da asco. Pero no es la primera vez.
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