Un politólogo muy serio y responsable, de opiniones mesuradas y valiosas en medios televisivos, radiales y escritos, se sorprendía la noche de la elección porque todas las encuestadoras estuvieron como un conjunto muy por debajo de la votación del Partido Nacional. Lo llamativo del comentario es la sorpresa, porque esto es lo que sucede quinquenio tras quinquenio desde hace décadas en cada ciclo electoral.
Sin ir muy lejos, en el balotaje 2019 el efecto fue muy fuerte: mientras que la diferencia máxima entre las encuestadoras fue de 1,5% en el caso de Martínez y 1,6% en el caso de Lacalle, la distancia del promedio al resultado de la Corte Electoral fue de -1,8% en el caso de Lacalle y de +3,4% en el caso de Martínez. Aquí los datos:
Corte Electoral | Cifra | Equipos | Factum | Opción | Radar | |
Lacalle | 48,9% | 51,5% | 50% | 51% | 51% | 49,9% |
Martínez | 47,4% | 44,5% | 44% | 43% | 44% | 44,3% |
El caso Delgado en 2024 es paradigmático, porque las encuestas estuvieron por debajo en la interna, las de los canales 4, 10 y 12 en el entorno de 10 puntos por debajo del valor real, y volvieron a estar por debajo en la elección nacional, generando una curva que solo puede ser verdadera en el mundo distorsionado de las encuestadoras. Lo más razonable, a la vista de las distancias que muestran los números, es que las encuestas derivaron en rebaño, mirándose unas a otras, generando una realidad virtual que fue la materia prima del desánimo que llevó a Delgado a incluir en su campaña la reflexión de que “no necesariamente” es “un buen candidato”.
La probabilidad de que de forma consistente múltiples encuestas den 10 puntos por debajo de los valores reales es infinitesimal, con varios ceros antes de la primera cifra significativa. Solo puede ser resultado de ajustes y ponderaciones mirando por arriba del hombro a la encuestadora de al lado.
Concomitantemente está la crecida del Partido Colorado. En este caso el problema central es con una encuesta, que, si bien fue contratada en forma privada, como aclaró el director de Radar, se difundió a través de la publicidad de Ojeda por lo que el efecto es el mismo. La distorsión de la realidad que plantea la encuesta es aplastante. Las consecuencias políticas quedan en manos de los políticos y analistas, pero también se palparon en el ambiente electoral. Si hubiera una ley que obligara a Radar a publicar los datos crudos, solo hay dos opciones: o nos sorprenderíamos de todo lo que pulieron y ponderaron los datos (la más probable) o nos sorprenderíamos por lo pobres que son sus muestras.
El corazón del problema es que ni el sistema político, ni la prensa, ni la academia, ni el Estado mueven un pelo para analizar este problema y buscar soluciones. En nuestra opinión, y lo hemos manifestado en múltiples oportunidades desde hace mucho tiempo, la solución es regular las encuestas para que las que se hagan públicas tengan la obligación de hacer públicos también los microdatos o datos crudos, como prefieran llamarles.
Tal vez existan otras soluciones, pero lo que es claro es que mientras todo siga igual, las encuestadoras ponen la música y las elecciones bailan a su ritmo.
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