Antes del domingo, Venezuela era una dictadura. Luego del domingo, es una dictadura que hizo un colosal y desfachatado fraude.
Nicolás Maduro estafó a su pueblo para mantenerse al poder.
Proscritos, mesas de votación sin contralor de la oposición, amenazas, intimidación por parte de las fuerzas de seguridad, etcétera, son eslabones de una cadena de alteraciones que no dejan lugar a dudas de la perpetración de una voluntad fraudulenta.
Pero en realidad, lo único que ha cambiado es que el mundo ha sido testigo de sus trampas y violencia, y han quedado en evidencia sus cómplices. Su red de aliados y socios en el mundo, en la región y en Uruguay. La nada envidiable lista de reconocimientos al “triunfo” de Maduro estuvo integrada por el Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros MLN –T y por dirigentes del Frente Amplio.
El menor de los asuntos es el fraude del domingo; el asunto central es que sigue la dictadura, la “democracia diferente” al decir de algún dirigente de la oposición uruguaya.
Los demócratas del mundo rinden solidaridad al pueblo venezolano y se espera la recuperación democrática para una nación que fue solidaria con los nuestros cuando la noche apagó nuestra democracia.
La actitud del gobierno uruguayo ha sido inequívoca y contundente en defensa de los principios que nos dan identidad como país. Pero la circunstancia que vive Venezuela desnuda aquí en Uruguay la cadena de inexplicables compromisos de lealtad de parte de la izquierda uruguaya con el régimen chavista, que desde hace mucho ha dejado de ser —si alguna vez lo fue— un proyecto político e ideológico para ser un proyecto negocial y de poder. Maduro y los altos mandos militares de Venezuela incluso han sido indicados como involucrados con el famoso “Cartel de los soles”. La “petrodiplomacia” chavista repartió favores a lo largo y ancho del continente mientras el pueblo venezolano sufría y los que podían se exiliaban.
La comunidad internacional tiene que hacer respetar la palabra y dignidad del pueblo venezolano. Los distintos organismos regionales tienen que ser contundentes en la condena y sanción al usurpador gobierno de Maduro y defender la libertad del pueblo de Bolívar.
La situación de Venezuela tiene que llamar a alerta también al pueblo uruguayo. Es alarmante que figuras políticas en nuestro país apoyen un régimen que ha demostrado reiteradamente su desprecio por la voluntad popular y el Estado de Derecho. Y es preocupante que los sectores más radicales sean los que marcan la tónica del Frente Amplio en su conjunto en ese posicionamiento. Esa es la razón por la cual no condenan un fraude evidente. Los sectores radicales tienen atenazado al Frente Amplio y su dirigencia.
Las pasadas elecciones internas han reafirmado la preeminencia de los sectores más radicalizados como el MPP y el Partido Comunista. Esos son los que mandan y marcan qué se hace y qué no se hace; en esas manos está el naipe.
Lamentablemente las horas que vienen confirmarán el fraude y con ella la crueldad del régimen, su violencia y sus víctimas. Y también pondrá en evidencia a aquellos que se sumaron a rendir pleitesía al dictador. Quedarán en evidencia los silencios encubridores y las palabras cómplices. Quedarán en la triste historia de los secuaces de una dictadura.